domenica 26 giugno 2022

MISSING MISSOURI

 COMMENTO AI TESTI DELLA LITIURGIA DI OGGI, DOMENICA 26 GIUGNO 2022, XIII DEL T.O., ANNO "C"

ATTUALIZZAZIONI

sabato 25 giugno 2022

DUE CUORI SPEZZATI

 COMMENTO AL VANGELO DI OGGI, SABATO 25 GIUGNO 2022, MEMORIA DEL CUORE IMMACOLATO DELLA BEATA VERGINE MARIA.

Lc 2,41-51
ATTUALIZZAZIONI

venerdì 24 giugno 2022

BORN IN THE USA!

 COMMENTO AL VANGELO DI OGGI, VENERDÌ 24 GIUGNO 2022, SACRATISSIMO CUORE DI GESÚ – SOLENNITÀ – ANNO C.

ATTUALIZZAZIONI

CANTO: SALMO 150 (Musica di Kiko Arguello)

giovedì 23 giugno 2022

INSIEME PER (ROVINARVI) IL FUTURO

 COMMENTO AL VANGELO DI OGGI, 23 GIUGNO 2022, SOLENNITA' DELLA NATIVITA' DI SAN GIOVANNI BATTISTA.

LA LEGGE BASE DELLA LITURGIA: LA OGGETTIVITA' LA VERA E LA FALSA PROFEZIA ATTUALIZZAZIONI

domenica 19 giugno 2022

...me immundum munda tuo Sanguine.

 Commento al Vangelo di oggi DOMENICA 19 GIUGNO 2022

SANTISSIMO CORPO E SANGUE DI CRISTO – ANNO C – SOLENNITÀ La messa, il centro e il sole di tutto il complesso liturgico. Rif. a: Raniero Cantalamessa, "ADORO TE DEVOTE", SAN PAOLO ED.

venerdì 17 giugno 2022

giovedì 16 giugno 2022

LA PREGHIERA DEL CRISTIANO

 COMMENTO AL VANGELO DEL GIORNO

IL PADRE NOSTRO LA PREGHIERA NELLA VITA DI AGOSTINO DI IPPONA

mercoledì 15 giugno 2022

NEL SEGRETO.

 COMMENTO AI TESTI DELLA LITURGIA DI OGGI, MERCOLEDI 15 GIUGNO 2022

ATTUALIZZAZIONI

martedì 14 giugno 2022

SULLA STRADA DI DON SPRITZ.....

 COMMENTO AL VANGELO DI OGGI, MARTEDI 14 GIUGNO 2022

RIF. ALLA SECONDA LETTURA DELL'UFFICIO: "SIA SANTIFICATO IL TUO NOME", DAL TRATTATO "SUL PADRE NOSTRO", DI SAN CIPRIANO, VESCOVO E MARTIRE ATTUALIZZAZIONI

domenica 12 giugno 2022

L' ESSENZA DEL DEMONIO

 COMMENTO AL VANGELO DI OGGI, 12 GIUGNO 2022, SOLENNITA' DELLA SANTISSIMA TRINITA' - ANNO "C"

ATTUALIZZAZIONI

venerdì 10 giugno 2022

OH DOLCI BACI E SAFFICHE CAREZZE.....

 COMMENTO AL VANGELO DEL GIORNO

LA LOTTA ALLA PORNOGRAFIA ATTUALIZZAZIONI Rif alle parole di papa Francesco, pronunciate questa mattina nell’incontro con i membri della Fafce (Federazione delle Associazioni Familiari Cattoliche in Europa) a proposito della famiglia

giovedì 9 giugno 2022

DECENZA.

 COMMENTO AL VANGELO DI OGGI

CANTO DEL TESTO (con melodia di Kiko Arguello) ATTUALIZZAZIONI

mercoledì 8 giugno 2022

QUELLE GRINZE NEL CERVELLO....

 COMMENTO AL VANGELO DI OGGI, MERCOLEDI 8 GIUGNO 2022

"NON SONO VENUTO AD ABOLIRE... MA A DARE COMPIMENTO!" RIF. A: "IL SENSO TEOLOGICO DELLA LITURGIA", DI C. VAGAGGINI RIF. ALLA CATECHESI DEL SANTO PADRE DI QUESTA MATTINA


martedì 7 giugno 2022

AMBIZIOSE METAFORE

 COMMENTO AL VANGELO DI OGGI, MARTEDI 7 GIUGNO 2022

LA LUCE DEL MONDO E IL SALE DELLA TERRA....
MONIZIONE E CANTO: "MARIA, CASA DI BENEDIZIONE" Testo e musica di Kiko Arguello

Convivencia de la "Traditio Symboli" - ESCRUTINIO SOBRE EL “CIEGO DE NACIMIENTO”




Convivencia de la 

"Traditio Symboli" 


ESCRUTINIO SOBRE EL “CIEGO DE NACIMIENTO”

(Tiene lugar después de la Convivencia, comunidad por comunidad)


KIKO:

La entrega del Credo, que haremos en presencia del Obispo, incluye la entrega de la tradición de la Iglesia, la cual es el contenido de la fe, y el envío que la Iglesia os hará después de haberos exorcizado: se os impondrán las manos y se os enviará con poder para anunciar el Evangelio.


Esta noche dialogaré con vosotros, uno por uno, sobre la palabra del ciego de nacimiento como esquema para ayudarlos a responder. También os ayudaré con las respuestas porque es más o menos el esquema con el que tienes que ir a anunciar el Evangelio en el barrio, donde sea que esté.


Dentro de nuestra iniciación en la fe, sabes que ser bautizado significa "ser enviado"; ¡No hay cristiano que no sea enviado! "Como el Padre me envió a mí, así yo os envío a vosotros". Eres enviado porque el enviado es Jesucristo y ser cristiano significa estar incorporado al Cuerpo de Cristo, que Cristo está en ti, porque todo lo que es Cristo pasa a su Iglesia.

Esta semana habéis trabajado la palabra "Profeta", como os hemos dicho en la convivencia. Ya habéis visto que no será fácil, la gente se volverá contra vosotros; es uno de los aspectos del profeta, ¡es lo mismo que nos dijeron a nosotros!: '¿Este? Sé dónde vive, es hijo de... ¿De dónde habrá sacado esta sabiduría? Sí, yo sé que este tipo es Zutano, de tal familia, ¡y ahora mira! Viene a anunciarme el Evangelio'. Jesús dice en el Evangelio a la gente de su ciudad: “Me citaréis ese proverbio: ¡Médico, cúrate a ti mismo!”. Tú que has sido un desvergonzado -te dirán- cúrate a ti mismo y luego vienes y te escucharemos.


¡Por supuesto! Ya que pensaban que era solo un carpintero y no tenían un concepto muy alto de Él. Cúrate primero y luego creeremos en tu palabra, muéstranos que eres extraordinario, que eres un hombre fantástico y luego escucharemos lo que dices.


Tu familia te dirá lo mismo: ningún profeta es aceptado por sus familiares, amigos, etc. Porque, por supuesto, nunca eres como tu madre quiere o exactamente como quiere tu padre; nunca eres la imagen que los demás quieren, una imagen absolutamente falsa. Nosotros no tenemos que ser como el mundo quiere que seamos.


Dios ha mostrado una imagen en Cristo y el mundo no la ha aceptado, ¡no le gusta esta imagen! Al mundo le gusta la imagen del catedrático universitario, que tiene un lindo auto, mucho dinero, una televisión en color, hermosos hijos: esta es la imagen que complace a tu familia, a tu padre, a tu madre y a los tuyos, porque quieren que tú tengas prestigio, porque eso da seguridad, etc.


Lo que diré aquí es para todos, el diálogo que haré con cada uno es una catequesis general. Hablaremos todos, terminaremos aproximadamente a la una de la mañana. No es un examen, pero tengo que ver cómo están los hermanos que van a anunciar el Evangelio: si veo que algunos hermanos no están preparados los haremos esperar.


No es que tengan que cambiar de comunidad, nada de eso, recibirán la "Traditio" con los demás, pero el envío lo harán más tarde. Harán los temas de la comunidad por artículos y el día que los hermanos vayan a predicar por el vecindario, los que tengan que esperar no irán. A pesar de esto, en dos o tres meses, cuando regrese, debéis estar preparados porque no se puede seguir adelante en el camino sin tener esta experiencia, sin haber descubierto que eres enviado y que tienes una misión en la familia, con los conocidos, con quienes te rodean en la sociedad. Imaginaos, solo tenemos un tiempo, un tiempo que pasa rápidamente y tenemos una tarea que realizar.

Cuando Jesús se encuentra con el ciego, lo primero que le preguntan es: "¿Por qué está ciego? ¿Por sus propios pecados o por los de otros?". Jesús dirá: "No es ciego ni por sus pecados ni por los pecados de sus padres, sino para que se manifieste en su ceguera la obra de Dios, el poder de Dios. Debemos (usa el plural, dice 'debemos', y es una cosa muy importante) trabajar mientras es de día porque cuando llega la noche ya nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”. Esta interpolación es muy importante.


Es decir, que eres enviado para una misión que es la misma misión de Jesucristo, mientras es de día tienes que trabajar, porque llega la noche en la que no puedes trabajar: llega la vejez, llega la muerte. y no puedes trabajar más. Tenemos que hacer nuestro trabajo.


La nota de la Biblia de Jerusalén dice: "Jesús emprende su misión, ha sido enviado para realizar una tarea en un tiempo y tiene el encargo de realizarla como un trabajador".

 

Buscando el paralelismo de este pasaje, otro evangelista dice: ¡Herodes quiere verte! ¿Y Jesús qué dice? "Ve y dile a ese zorro, a ese astuto, hipócrita: hoy y mañana trabajaré y al tercer día habré acabado", que es lo mismo que decir: "No estoy aquí para divertir a Herodes, nadie puede hacerme mal mientras dura este día en el que tengo que cumplir mi misión. Hoy y mañana trabajaré y al día siguiente estaré terminado”.


Esta misión de Jesús es la misma que estamos llamados a realizar en esta generación: seréis incorporados a ella. Quien crea que está aquí para no tener problemas, para tener una paz burguesa, sin conflictos, puede irse rápido. Porque ser feliz, a pesar de todo, es exactamente lo contrario: se es feliz trabajando, se es feliz en una tarea, en una misión. Pregúntale a la gente que se jubila, que no hace nada... es imposible ser feliz sin hacer nada, es una degeneración.


Si te detienes, te quedas paralizado y mueres. La tarea de Jesús es incorporarte a una misión profética para esta generación, una misión que la Iglesia tiene en cada generación.


Y para Jesús está muy claro que las generaciones serán juzgadas por separado, cada uno de nosotros será juzgado en su propia época, veremos a un señor llamado Franco, Suárez, etc. En cada generación se repite todo el Evangelio: se hace presente toda la cosmogonía, toda.

No viviremos la época de las Cruzadas, que ni entendemos ni sabemos qué pasó allí, no. En esta generación se nos da esta misión: que todos los hombres que viven en la tierra conozcan el misterio de la salvación que 'Dios mostró en Jesucristo'.


Para eso, esto que tenéis que hacer es muy importante: os estáis acercando a la madurez de vuestra fe. ¿Qué seremos cuando nuestra fe alcance la estatura de adultos? No lo sabemos exactamente.


Lo que sabemos es que todos debemos estar disponibles para hacer la voluntad del Señor. De aquí saldrán algunos itinerantes: no sé adónde os enviará el Señor, a predicar por los barrios de Barcelona. Lo importante es que nos gastemos la vida. El Espíritu de Jesús no puede dejarnos encerrados en nuestro egoísmo, en nosotros mismos. Si esto le pasa a alguien, significa que no tiene el Espíritu de Jesús, como muy bien dijo el Papa Juan Pablo II a las comunidades neocatecumenales de la parroquia de San Lucas: "...porque lo que descubrimos en el Bautismo es algo que nos empuja, que nos estimula, que nos obliga a dar" y si el Papa dice que ha venido a ser un itinerante (porque está viajando por todas partes) es porque ha descubierto lo que se ha sembrado en él por su Bautismo. Entonces quien ha sido bautizado y no tiene deseo de evangelizar, está como muerto, se ve claramente, no hay que preguntarle mucho, está inoperante.

El Espíritu Santo no nos deja tranquilos: es algo que vibra en nosotros, que nos lleva a perdonar a nuestros enemigos, nos dice qué estamos haciendo mal, nos dice que somos burgueses. El Espíritu de Jesús nos lleva a amar, a amar, nos da felicidad.

Pero amar no es un sentimiento, AMAR ES DAR LA VIDA POR EL OTRO, amar es siempre entregarse, morir. Amar al esposo es perderse en él, amar a la esposa es entregarse; hay quienes creen que siempre deben ser amados: esto no es amor. El amor es siempre la cruz, siempre, y solo hay felicidad en la capacidad de amar que tienes. Otro tipo de amor te deja insatisfecho, no te da absolutamente nada, no te sacia. Lo que te satisface es la capacidad de poder perder la vida. 


Yo me siento contento y en paz porque esta mañana he estado sufriendo predicando el Evangelio, porque no he tenido un momento de descanso y ahora estoy aquí perdiendo la vida. Y siento mi corazón saciado.

Si estuviera haciendo lo que me complace a mí, la paz se iría enseguida y estaría más insatisfecho, cada vez menos feliz, con el deseo de llenar mi vida con lo que me gusta, y cada vez más vacío. Cuanto más me pierdo en vosotros (ahora estoy perdido en vosotros, fusionado con vosotros, no existo para mí, existo para vosotros) es cuando más paz tengo, más vivo en vosotros. Esta posibilidad me la da -a mí y a vosotros- el Espíritu de Jesús. Ya estáis viendo sus obras: catequistas que no tienen un día libre, haciendo segundos escrutinios, primeros escrutinios, nuevas catequizaciones, visitas anuales, etc. En Madrid es tremendo.


Está claro que si estáis en crisis os cansáis, os quejáis; será mejor que os detengáis porque os puede venir una depresión nerviosa, una neurastenia aguda, porque os sentáis obligados a hacerlo.

¡Ánimo! Quiero deciros que no tengáis miedo de la misión que el Señor os dará, porque el Señor os enseñará a amar y es algo estupendo. Os enseñará a amaros a vosotros mismo, os enseñará a perder la propia vida; perdiendo vuestra vida encontraréis la Vida. Jesús dice: "Quien pierda su vida por mi amor, la encontrará". No es fácil perder la vida, mucha gente no sabe perderla; amar no es un sentimiento, sino una cosa diferente, por eso el camino neocatecumenal debe enseñarte.


Una forma de perder la vida es a través de la predicación de esta Palabra que es el Kerygma, la evangelización, esta palabra débil y balbuceante que tiene el poder de salvar a los hombres.


**


DIÁLOGO CON LOS HERMANOS


Kiko: ¿Cuál es tu nombre? ¿Estabas ciego antes del camino? ¿Qué cosa no veías?

X.: No veía el amor de Dios en mi vida; no aceptaba mi vida en absoluto, mi realidad ni mi forma de ser; no aceptaba mi historia pasada, me parecía que había perdido la vida. No aceptaba mi forma de ser completamente incapaz de adaptarme socialmente, tímido y absolutamente egoísta.


Kiko: ¿Cómo te ha abierto los ojos concretamente?

X.: Primero que nada con el kerygma que me dejó deslumbrado, el primer kerygma que escuché. Viendo sobre todo el anuncio del poder de Cristo sobre el pecado, viendo que Jesucristo se podía gestar en mí, y la misión de la Iglesia. Yo, que no había hablado en público en los dos años precedentes, estaba tan impresionado que comencé a hablar.


Kiko: ¿El Señor te ha puesto barro en los ojos?

X.: Concretamente en el segundo escrutinio. Porque Dios ha hecho conmigo una historia en la que ha resuelto todos mis problemas y la circunstancia que yo consideraba la causa de todo mi descontento (yo no aceptaba la vida y vine a blasfemar de Dios). Yo era incapaz de estar con chicas y sorprendentemente me casé en tres meses, luego conseguí un trabajo y todo lo demás. Luego, en el segundo escrutinio, a través de una persona concreta me puso barro en los ojos, me puso delante de mí como era yo y no vi nada más. Además, creía que iba bien en el camino. Esa noche no pude dormir y desde entonces comencé a ver cómo Dios me amaba en mi vida concreta y cómo me había hecho hacer cosas increíbles.


Kiko: ¿Qué era el barro?

X.: Mi pecado, ver cómo era yo; y no dicho por mí ni en plan disculpa, sino dicho por otros; incluso a través del camino, con hechos, no una sino muchas veces, a veces más evidentemente, otras menos.


Kiko: ¿Qué fue la saliva?

X.: La Palabra de Dios.

Kiko: La Palabra de Dios que ha iluminado tu realidad, lo que eres profundamente. ¿Entendéis todos o no?


Recordad que el barro es la tierra. "Polvo eres y al polvo volverás". Dios hizo al hombre de la tierra. Dice San Pablo: “Ha depositado un tesoro inagotable en vasijas de barro para que se manifieste en la debilidad que lo sublime de este amor es de Dios y no viene de nosotros”. Es decir, el Señor mezcló su saliva, su palabra profética, profetizó quién eres y esta saliva se mezcló de inmediato con tu historia. Porque tú eres tú y lo que haces, tus acciones, cómo respondes a la historia. Todo esto, la Palabra profética de la Iglesia que anuncia el kerigma a través del camino neocatecumenal, tanto con los sacramentos como con las catequesis, esto se ha ido mezclando.


Y poniéndolo sobre tus ojos, sobre esta ceguera y dejándote ciego, haciéndote ver quién eres tú, se ha manifestado el poder de Dios. Dice la Escritura: "Este hombre no es ciego por sus pecados, sino para que se manifieste la obra de Dios". Una vez que el Señor te ha manifestado quién eres tú, ¿se manifestó el poder de Dios en estos pecados? ¿Se ha manifestado la Palabra de Dios? ¿Cómo?

X.: Sí, ante todo en poder aceptarme como soy; si no fuera por la Palabra, por el kerygma, no podría haberlo aceptado.


Kiko: El ciego, ¿cuándo ve?

X.: Cuando va a lavarse.

Kiko: No antes; los pecados lo hacían más limitado, más ciego, más irritado. Si tú le dices a una persona que es orgullosa, no le haces nada. Dice la palabra: "Esto es el Amor, tú no amas así". ¿Cuándo, cómo se ha manifestado el Señor en tu ceguera? Cuando te ha quitado tus pecados. ¿Qué ha hecho Jesús con tu realidad, con tus pecados?

X.: Me los ha perdonado.

Kiko: Para poder perdonarte, ¿qué ha tenido que hacer el Señor?

X.: Me ha perdonado.

Kiko: Para perdonarte, ¿qué tuvo que hacer Jesucristo, qué hizo concretamente con tus pecados?

X.: Murió por mis pecados.

Kiko: Murió por tus pecados: tomó una carne similar a la tuya para poder morir, destruir tus pecados en su carne. ¿Y qué más hizo Dios con él?

X.: Lo resucitó.

Kiko: Lo resucitó porque te amaba así, porque te quería así, porque te amaba cuando eras pecador y malvado.


Dio su vida por ti y Dios lo resucitó y dijo: "Esta forma de amar, esta es la verdad"


Y le dio a Jesús el nombre más alto que existe, el nombre de "Adonai", el nombre de Dios, KYRIOS, para sorpresa de los apóstoles. ¡Este pobre hombre que murió así era Dios mismo, el Hijo de Dios, igual a Dios! ¿Y qué más hizo Dios? Continúa diciendo el Credo (porque recibiréis el Credo): “Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra -sin esto no hay base- y en Jesucristo su único Hijo, nuestro Señor, concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nacido de la Virgen María. Padeció, sufrió bajo Poncio Pilato -explicaremos lo que significa esto de Poncio Pilato- fue crucificado, murió y fue sepultado; descendió a los infiernos -al inframundo de tu realidad, de tu límite, y al Seol donde esperaban Abraham, Noé, los santos Padres para anunciarles la Buena Noticia- y al tercer día resucitó de entre los muertos. (Esto es el kerigma, es el Credo, es la Tradición de la Iglesia). Creo en el Espíritu Santo... ¿Qué ha hecho Jesucristo a partir de ahí?

X.: Envió al Espíritu Santo.

Kiko: ¿Cuándo lo envió?

X.: En Pentecostés.

Kiko: La Iglesia Católica nació el día de Pentecostés, cuando descendió sobre los apóstoles el mismo Espíritu de Cristo que venció a la muerte, el Espíritu "que procede del Padre y del Hijo".

Dije una cosa en la convivencia: el pecado quita la certeza de que Dios nos ama, nos pone esta duda. La gente que no se sienten amada por Dios (porque la obra del pecado es convenceros de que Dios no os ama) debe buscar la seguridad porque les falta el amor; y debe buscarlo en el dinero, en las mujeres, en ser amado, en lo que sea; de cualquier manera trata de conseguirlo porque el amor está muerto en ella, no tiene el amor de Dios. Entonces, ¿qué es la fe? El Espíritu Santo enviado por Jesús que te da testimonio, que te garantiza, que te anuncia que eres hijo de Dios; y no solo te lo garantiza desde el punto de vista intelectual, sino que también te hace amarlo, te hace gritar a Dios "¡Abbà, papá!". Quien tiene esto, quien se ha encontrado con Jesús vivo y resucitado por medio de su Espíritu Santo, su vida cambia. Porque ve a Dios en las cosas y aunque le vaya mal dice: "No, si Dios es mi Padre... no te preocupes porque Dios me ama muchísimo, no me abandonará. ¿Te ha pasado esto o esto otro? 'Espera en Dios', dice el Salmo, espera en el Señor. El justo vive por la fe, espera; no dice que Dios es un monstruo", Dios sacará mi bien de esto porque Dios me ama. Tú has experimentado que Dios realmente te ha quitado tus pecados y también has experimentado que Jesús está vivo en el cielo, es decir, ¿has visto la luz? Un ciego no ve la luz. ¿Tú has visto la luz? Y ¿cuál es la luz que has visto?

X.: Bueno, Dios me amóha amado tal como soy y todos los acontecimientos de mi vida.

Kiko: ¿Recuerdas que dije en convivencia cuál es la clave, una clave de lo que es la luz? ¿Cuál es esta clave?

X.: Que Dios ama al pecador.


Kiko: Has experimentado que Dios te ama pecador. El ciego ve cuando lo lavan, ¿no?


El hombre ve la luz cuando ve que Dios lo ha amado tanto que envió a Jesús por sus pecados, que lo ha amado pecador: allí vio la luz. Ahora veo el amor de Dios, antes no lo veía porque creía que Dios amaba lo bueno, no lo malo, y nunca me sentí amado por Dios.


Imaginaos, ¡cuántos esfuerzos hice en mi vida para ser bueno, porque de lo contrario no me amarían! Esta es la experiencia de muchos sacerdotes, de muchas monjas, de muchas personas que predicaron un cristianismo en el que Dios te ama cuando eres bueno y si eres malo no te ama.


Tú has visto la luz. Has experimentado que él te envió al Espíritu Santo que ha quitado tu pecado y te ha dado la oportunidad de comenzar a perdonar, a aceptar al otro cuando es pecador. Y está claro que el Espíritu Santo no nos quita la libertad: también has experimentado que cuando quieres pecar, te deja pecar. Pero si no quieres pecar, habrás experimentado que Él te ayuda y te hace hacer cosas que nunca hubieras soñado; si te hubieran dicho las cosas que haces hoy, las habrías dicho; "¡Absolutamente no!", porque son obra del Espíritu Santo que te ha sido dado. Entonces esto es lo que tienes que predicar. A partir de tu experiencia, debes anunciar a Jesucristo. ¿Estás dispuesto a perder la vida, a predicar, siendo testigo de lo que Dios ha hecho contigo?

X.: Si

Kiko: Es decir, así como Jesús perdió su vida para dártela a ti, tú estás dispuesto a perder un poco de tu vida renunciando a ver televisión, o dando tu tiempo libre en lugar de quedártelo; llevando los pecados de la gente que no te ama, que no quiere escucharte, que cierra la puerta, que te rechaza? ¿Estás dispuesto a hacer esto?

X.: Ya lo he empezado a hacer poco a poco.

NOTA PARA LOS CATECHISTAS: En este punto, después de haber realizado el diálogo del ciego, es importante preguntar a cada hermano sobre su situación con respecto a la voluntad de Dios en estos puntos: los hijos (si está casado; si quiere tener hijos o está cerrado a la voluntad de Dios); los enemigos en el trabajo, en la familia (si los tiene debe ir a reconciliarse, de lo contrario no puede ir a predicar el Evangelio); la oración, las laudes por la mañana especialmente con su esposa antes de ir a trabajar; y finalmente el dinero, su relación con él, la comunión de bienes en la comunidad, etc.


Kiko: Otro hermano. ¿Tú estabas ciego antes del camino?


Z.: Sí. No veía la posibilidad de escapar de mi realidad, de mi cobardía, de la insatisfacción de la vida, aunque no me sintiera pecador, es decir, no tenía una idea clara de lo que era el pecado. Yo culpaba a la gente de lo que yo era. 


Kiko: Es decir, tú veías los pecados de los demás y no veías tus pecados; veías que los otros se portaban mal contigo, que no te querían, etc. Eso es lo que has dicho, ¿no?

Z.: Sí, lo que quería decir es que yo no me sentía pecador. Yo veía que huía, que no tenía alegría, que reaccionaba violentamente cuando la gente no me amaba, cuando me sentía rechazado.

Kiko: Creías que la causa de esto eran los pecados de los demás. ¿Qué más no veías?

Z.: Escribí esto: que me encerré en mí mismo para poder juzgar a los otros. Kiko: ¿Veías el amor de Dios en tu vida?

Z.: Antes no.

Kiko: ¿Cómo ha abierto el Señor tus ojos?

Z.: Veo que el Señor me ha abierto los ojos desde el comienzo de las catequesis, cuando escuché por primera vez que Dios me amaba, que me amaba como yo era. Me sorprendió mucho, porque siempre me había sentido excluido de la vida. Sentía que la gente te ama cuando eres como los demás esperan, si eres lo que esperan de ti. Pero escuché una palabra de amor que me abrió el corazón, es decir, me sentí amado. Esto fue al principio del camino, y durante el camino he visto cómo Dios me ama en mi realidad de cada día.

Kiko: ¿Te ha puesto barro en los ojos?

Z.: Sí, sí, me puso barro en los ojos porque, claro, no me sentía pecador. Me veía violento, con ira y con todo lo que produce el pecado, pero culpaba a los demás. Y ahora me he dado cuenta de que verdaderamente soy así y no puedo culpar a nadie de mis pecados.

Kiko: Naciste ciego, fuiste ciego de nacimiento: la catequesis habla de un hombre ciego de nacimiento. El Señor te ha mostrado, te ha hecho ver tu realidad. ¿Qué realidad te ha mostrado? ¿Quién eres tú? ¿Como eres?

Z.: Me ha hecho ver la realidad de que soy un ególatra, que todo el día pienso en mí mismo. Y que no puedo amar, estoy encerrado en mí mismo y soy incapaz de amar al otro.


Kiko: La Palabra que te anunciamos te ha hecho ver que no tienes en tu interior este tipo de amor, no tienes este amor que es la Verdad, que es la Vida Eterna. Tú no tenías dentro la Vida Eterna y el Señor se ha encargado de mostrártelo a través de la historia, con tu esposa, con el trabajo, durante todo este tiempo, ¿verdad? Y por encima de esta realidad, ¿has experimentado el amor de Dios?

Z.: Sí. He experimentado el amor de Dios en mi vida. Hay momentos concretos en los que he visto, por ejemplo, cómo he podido amar a mi esposa en situaciones... no sé cómo decirlo, en momentos difíciles.

Kiko: ¿Has experimentado que Jesús te ha lavado de estos pecados? ¿Qué Dios te ha perdonado? ¿Y has experimentado que a través de su Espíritu te da el Amor?

Z.: Sí, he experimentado en cosas concretas que he podido amar a los demás.

Kiko: Es decir, has experimentado su Espíritu que te lleva a perder la vida; que te enseña, te está gestando en este amor que se manifiesta en hechos concretos: por ejemplo, que eres capaz de no ir al cine y venir a la comunidad, y si no fuera por el Espíritu del Señor no estarías aquí, ¿no? Que seas capaz de tener un hijo, que seas capaz de perdonar a tu esposa y antes no la hubieras perdonado en ciertas cosas... O sea, podemos decir muchas cosas. Esto se va gestando poco a poco en ti, va creciendo en ti. No hemos alcanzado la madurez de la que se habló en la misa de ayer sobre la caridad, el amor sin límites, el amor que excusa sin límites, que nunca pone barreras, que soporta sin límites, que todo lo perdona, que todo lo soporta, que ama todo: esta es la estatura de Cristo. La caridad es Dios, que Dios sea todo en ti. ¿Hoy vives tu vida en amor el de Dios?

Z.: Sí, lo siento en mi vida.

Kiko: No estás en pecado hoy, ¿no estás cerrado a la voluntad de Dios?

Z.: No. 

Kiko: Es decir, tú no le has dicho a Dios en este momento: "No acepto mi vida", hoy tú estás de acuerdo con lo que Dios te está dando; crees que Dios te ama y lo estás experimentando, y ves que si te vas para otro lado el Señor te corrige y sigue llamándote al camino, y te hace sufrir; te hace experimentar la obediencia por medio del sufrimiento. El Señor debe enseñarnos a obedecer, y cuando tú te has separado de Dios has sufrido, porque esto es fruto del Espíritu; imagina cuánta gente peca y no siente temor de Dios. ¿Tú experimentas esto?

Z.: Sí, he sufrido cuando he pecado.

Kiko: ¿Quién dices que es el que te ha curado?

Z.: Jesucristo.

Kiko: ¿Y quién es Jesucristo para ti?

Z.: El que te ama como eres.

Kiko: ¿Estás agradecido a Jesús por el amor que tiene por ti, o tienes un interés profundo que no es exactamente Jesucristo? Es decir, tu realización como persona no está hoy en un ídolo, en algo fuera de Jesús para que le pidas a ese ídolo que te dé la vida porque crees que allí encontrarás la felicidad, si tu esposa te ama mucho, si tienes un trabajo bien remunerado, no sé, complejos, ¿entiendes?

Z.: Siento esta tendencia muchas veces, sí, así lo siento pero me doy cuenta de que Jesucristo viene a decirme que esto es mentira, que no es la verdad.

Kiko: ¿Estás dispuesto a perder la vida predicando el evangelio, dando testimonio de Jesucristo y sufriendo humillación por Él si es necesario?

Z.: Sí.

Kiko: ¿Estás dispuesto a dar testimonio del Señor en el trabajo o por las casas? Porque la palabra "testigo" en griego es lo mismo que la palabra "mártir": "testigo-mártir". Por eso, al final de todo este proceso de la Traditio-Redditio recibirás la palma del martirio, la palma que es el símbolo del Paraíso, que es el símbolo de la Vida Eterna; símbolo de la victoria y al mismo tiempo símbolo de la cruz, la columna vertebral del cristiano que es como una espina de pescado.

¿Cuál es la columna vertebral del cristiano? El TESTIMONIO, las ACCIONES.

A partir de este momento del camino solo los que realmente tienen columna vertebral, los que dan testimonio de Cristo... el testimonio de Cristo se da donde está la cruz, porque la cruz tiene que venir a buscaros para que se manifieste en la cruz de tu existencia que Cristo está vivo. Como dice San Pablo: "Llevando en nuestro cuerpo el modo de morir de Jesús", la cruz.

Alguien puede pensar: "No quiero la cruz, ¡qué horror, qué dislate!" ¡No, todo lo contrario! La cruz es la posibilidad que se te da de amar, es donde uno se pierde a sí mismo y donde encuentra al otro. Jesús en la cruz ha abrazado a todos los hombres, hizo el humanismo más total que pueda existir. Se hizo alimento, se hizo pan para todos los hombres, para toda la humanidad.

Se ha fusionado contigo, conmigo, con todos los hombres, nos ha dado la posibilidad de la trascendencia total.

¿Cómo va la oración? ¿Estás abierto a la vida, a los hijos? ¿Tienes enemigos? ¿Alguien te odia? ¿Compartes tus bienes con los otros?

*

Kiko: ¿Cómo te llamas? ¿Estabas ciega antes del camino?

A: Sí, no me veía a mí mismo como una pecadora. Viví en una religión tratando de amar a los demás en mis fuerzas, tratando de hacer muchas cosas, buscando la vida en el trabajo, en la amistad, yo misma. Le tenía miedo a Dios y trataba de agradarle, pero no podía. 


Kiko: ¿Cómo te ha abierto los ojos el Señor?

A: Con la predicación de la Buena Noticia, haciéndome ver que era una pecadora, sintiéndome juzgada por la Palabra. Esto me hizo ver el camino, ver mi pecado día a día.

Kiko: ¿Te ha puesto barro en los ojos?

A: Sí, veo todos mis pecados.

Kiko: ¿Tú has visto a través de tus pecados que se ha manifestado el amor de Dios? ¿En qué pecados concretos?

A: Que soy muy egoísta, orgullosa, que no amo a nadie: lo experimento todos los días.

Kiko: ¿Y has visto el poder de Dios manifestado en estos hechos concretos?

A: Sí, veo a un Dios más cercano.

Kiko: ¿Qué hecho Dios con tus pecados?

A: Me los ha perdonado.

Kiko: ¿Cómo? ¿Cómo sabes concretamente que te ha perdonado?

A: Amándome, lo veo en los hechos de mi vida concreta. Veo que no tengo confianza y que a pesar de la vida que llevo, que no amo a nadie, no amo a mi marido, y a pesar de esto, Él me mantiene aquí y quiere enseñarme a amar.


Kiko: Te está enseñando a amar ¿cómo?

A: Perdiendo mi vida.

Kiko: ¿Estás experimentando en una iglesia concreta que Dios, que Jesús te perdona? ¿A través de qué?

A: A través de un camino. Dios me pone unos hechos, me da una Palabra, hermanos, un marido, hijos, una realidad que me crucifica, catequistas que me llaman a la conversión.

Kiko: ¿Y qué más? Aparte de los catequistas que te llaman a conversión, que te hacen ver tus pecados, ¿cómo se quitan tus pecados?

A: Con la Penitencia.

Kiko: Jesucristo no solo se acerca a ti por medio de los catequistas, te pone en una iglesia concreta como es la comunidad para que puedas ver el barro así, real, sino que además te llama a la conversión, te envía un Palabra y luego presenta a Jesucristo a través de los Sacramentos: concretamente el sacramento de la penitencia que sella la conversión y te perdona los pecados; escucha tus pecados, escucha tu inmundicia y luego hace un juicio por estos pecados que es el perdón. Te perdona los pecados. No solo te los perdona en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, sino que te da el Espíritu Santo por medio de un signo que es la imposición de las manos y tú has experimentado verdaderamente que tus pecados te son perdonados.

A: Sí, porque tengo paz.

Kiko: ¿Y no crees que pueda ser un efecto psicológico? Además de la paz, ¿qué otro signo ves tú en el que te das cuenta de que tus pecados han sido perdonados? Porque tienes el Espíritu de Jesús, ¿no?

A: Sí. Este Espíritu me lleva a tratar de amar a los que son injustos conmigo. 


Kiko: ¿Has visto que este Espíritu es operante, que te hace amar a tu marido, perdonarlo?

A: No es que no lo perdones, es que lo amo mal.

Kiko: Si no lo perdonas, tendrás que irte de aquí, porque no puedes resistirte siempre al Espíritu Santo.

A: No, sí... yo también lo veo, pero...

Kiko: Hablo por ti y por todos: si hoy escucháis su voz, no endurezcáis el corazón. Se nos da el Espíritu Santo para que perdamos nuestra vida. El orgullo nos dice: "¿Perder la vida por esto?". Pero Dios ama a ese disoluto: de modo que debemos aprender a ser cristianos, hay un combate, una lucha contra el pecado. Y se nos da el Espíritu de Jesús. La Iglesia tiene paciencia con vosotros; es un tiempo para gestar en ti, en vosotros, este Espíritu. ¿Estás dispuesta a ir a predicar? ¿Ves en tu vida que Dios te ama, ves que te ha dado tantas cosas? No solo te ha dado un marido, unos hijos, etc., te ha dado mucho más: te ha dado su Espíritu.

Sabemos que tenemos el Espíritu porque hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos: esta es la única garantía que tenemos, lo único que nos garantiza que el Espíritu Santo está dentro de nosotros. Tú te confesaste en la convivencia, experimentaste el perdón y recibiste el Espíritu Santo: ¿aún lo conservas o lo has perdido?


A: Sí, pero creo que se va de inmediato porque yo protesto durante todo el día. 


Kiko: Hay que aprender a no perderlo: cuando estáis en la convivencia los demonios se quedan a la puerta porque tienen miedo de los catequistas y no entran.


Pero cuando salís os están esperando, y además tienen permiso porque hay que poner a prueba la fe, lo hemos dicho mil veces: cada uno tiene su demonio concreto que lo catequiza. Porque no se trata solo de los pecados de su marido, sino de cómo los vives tú. El mundo te dice: "No te das cuenta de que estás viviendo una injusticia. que las cosas no son así, que no te quieren, que siempre estás encerrada en ti misma, que eres extranjera, siempre estás sola, en un país extranjero...". Esta es la catequesis que te da el demonio, la que Dios le permite para ver si te apoyas en Él. Pero el demonio no puede entrar dentro de ti, debe quedarse fuera a susurrarte esto, mientras su casa esté llena del Espíritu Santo, él no puede entrar. Ahora bien, si por casualidad tú lo escuchas... te hemos dicho mil veces que el camino neocatecumenal es una prueba de libertad: cada vez somos más libres para poder amar o para pecar. ¿Cuánto te cuesta aceptar tu vida? Dímelo.


A: ¿Ahora? Hay muchas cosas... perder la vida, ser catequista. Veo que allí me llama el Señor, que me ama, que me ayuda a perder la vida. También veo que mi propia vida me ata, mis cosas, y protesto todo el día porque me resisto a salir de mi casa, me gustaría cuidarla más, etc.

Kiko: Pero el Señor te muestra que no es así. Para poder dar la vida [a los demás], Jesucristo tuvo ante todo que perderla [la suya]; para que tú recibieras esta catequesis yo he tenido que perder la vida. 

Si tú no quieres perderla para dársela a otros (porque si todos hacen como tú, bueno, mañana se acaba el camino neocatecumenal, porque todos dicen: "¡No! Tengo muchas cosas que hacer, tengo tres hijos, tengo muchos problemas, vuelvo cansado del trabajo), nadie recibe la vida. ¿Qué te parece?

Esto demuestra que estás en la idolatría, tienes algo que te está destruyendo; tú tenías un proyecto de matrimonio, de vida, y exiges que la vida sea como tú la ves. Es como quien tiene un proyecto de matrimonio y exige a la familia: exige que la esposa se convierta en víctima en función de este ideal de matrimonio, y en alas de este ideal la esposa debe morir en un altar, debe ser sacrificada allí.

O la esposa tiene un ideal de matrimonio y convierte a su marido en una víctima, lo tortura, lo sacrifica todos los días; y el marido se da cuenta de que debe morir -como en los sacrificios aztecas, como en las religiones naturales, uno debe morir desangrado hasta la última gota- para alimentar el ideal de matrimonio de la mujer. Está claro que el marido no quiere morir; pero la esposa tampoco quiere morir a la religión de su marido, por lo que se encuentra allí como una víctima llena de sangre, en la injusticia.

El Señor nos aleja de nuestra idolatría (ídolos muy duros, sanguinarios) para hacernos vivir el matrimonio sin proyectarnos; nos hace experimentar cosas inauditas que son un espectáculo para el mundo y para los ángeles. Nosotros ya no pertenecemos a este mundo, si quieres, estamos fuera de toda lógica. Ahora, si tú todavía eres mundana... quien ama al mundo es enemigo de Dios; pero está claro, si quieres quedarte en tu país, con tu familia y todas estas tontadas...

No eres del mundo. Tú eres del cielo y si nunca lo ves, bueno, ¡no lo ves! Y cuando este es un pecado que nos lleva a desobedecer a Dios, entonces entendemos cómo algunos santos ni siquiera querían mirar a su madre. Nos parece una exageración, pero cuando hay un vínculo tan fuerte y el Señor te llama, se entiende perfectamente.

Bueno, ¿estás dispuesta a anunciar el Evangelio sin murmurar en tu corazón? Porque Dios no acepta la murmuración. Cuarenta años este pueblo murmuró en el desierto; ellos caminaban, sí, pero murmurando porque no tenían pan, porque hacía calor, porque no llegaban a ninguna parte, porque duraba mucho, ¡ya eran muchos años! “¿Qué harán mis hijos con este calor? ¡Se morirán! Los otros niños comen cebollas, ajos, carne, pollo, pescado, sandías; ¿Qué hacemos nosotros con esta comida miserable?”. Incluso querían volver a Egipto, querían volver y maldecían el día que salieron, porque al menos comían carne y cosas allí.

Todo esto pasó por nosotros, para que no murmuremos en nuestro corazón, para que no hagas como en Meriba y como en Massa. Todavía no has llegado a la Tierra Prometida, debes aprender a combatir y el Señor debe dejarte algún demonio para que aprendas a luchar. Si te los quitara todos no combatirías más y tendrías el peligro de sentarte y echar barriga. Por eso le preguntan al Señor: "¿Por qué has dejado aquí a estos enemigos y no podemos sacarlos del camino?". El Señor dice: "Para que aprendáis a combatir".

Dios te ha llamado a cumplir esta misión y lo primero que tienes que hacer es ver lo que hay en tu corazón, conocer la miseria que tienes en tu corazón, que tienes un corazón de piedra.

 

Luego, experimentar que "no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios"; que murmuras cuando no te sientes feliz, cuando no tienes comodidad, creyendo que la felicidad te viene del pan, de lo que imaginas que es la felicidad. Debes aprender que el hombre no vive solo de pan. Y esto no es algo que digo, sino que debe ser una experiencia en tu vida concreta: la vida te viene de la voluntad de Dios, de hacer su voluntad. Por eso Dios te lleva al desierto, para que experimentes que el hombre no vive solo de pan.

Ves hoy que Dios te ama, ¿crees que Dios te ama? ¿Estás dispuesta a contárselo a la gente?

*

Kiko: ¿Cómo te llamas? ¿Estabas ciego antes del camino?

Y.: Sí, desde el nacimiento. Yo he visto que me han dado a luz diciéndome que la vida está en lo que me han enseñado como vida. 


Kiko: ¿Y qué es lo que no veías?

Y.: El amor de Dios. Antes de las catequesis nunca lo había experimentado: estaba muy mal porque yo pecaba y esto me destruía mucho, no podía aceptarme.


Kiko: Cristo ha dicho: "YO SOY LA LUZ"; tú no conocías esta luz. La luz que Dios mostró a través de Jesucristo a los pecadores, tú no la veías. Por eso dice San Juan: si la luz consiste en que Dios te ama aunque seas malvado, quien dice que está en la luz y no ama al malvado, está en tinieblas. Si la luz es amar al malvado y uno dice: "Yo estoy en la luz" y no ama a quien se ha portado mal con él, no puede estar en la luz, está en la tiniebla y la tiniebla le ha cegado los ojos, porque la luz es amar a una persona que es mala.


¿Cómo te ha abierto los ojos el Señor?

Y.: Me impresionaron mucho las catequesis, me mostraron dos cosas: la primera, una iglesia concreta; la segunda, la gratuidad.

Kiko: Bien, Jesucristo se acercó a ti por medio de la catequesis. ¿Te puso barro en los ojos?

Y.: Sí, el camino me ha hecho ver que soy capaz de todo, de cualquier pecado.


Kiko: El Señor te ha hecho ver que eres fango, que no eres mejor que nadie, que de arriba a abajo estás hecho como todos los demás; que estás hecho de la pasta de los ladrones, de la misma pasta de los que roban y de los neuróticos, tienes la misma masa, ¿no? "Polvo eres y al polvo volverás". Figúrate que los estadounidenses creen que los que cometen pecado ya no pueden ser buenos en la vida. Tienen esta forma de mirar hacia atrás en la política para ver a la gente: si Carter cometió una barbaridad cuando era joven, lo mencionan constantemente porque un tipo que una vez hizo algo siempre lo hará.


 Esto es lo que piensa el maniqueísmo: hay buenos y malos.


Tienen un concepto monstruoso del hombre, absolutamente anticristiano. Los maniqueos no dan otra oportunidad: Gary Cooper es el bueno y el otro el malo, quien haya robado robará de por vida. Por eso, para destruir a un líder político, se buscarán sus caídas, si tuvo algún problema con una secretaria, etc. No existe la posibilidad de compensarlo en absoluto: tienen un concepto pobrísimo de la vida, es una sociedad no cristiana en este sentido.


Nosotros nos basamos en lo contrario. Cuando ocurrió el asunto de "Watergate" con el presidente Nixon, yo estaba en Italia y nadie pensaba como pensamos nosotros; todos los periódicos estaban contentísimos, ¡este desvergonzado merece ser atacado! ¡Dónde vamos a parar! Y no se dieron cuenta de que en cierto modo tenía una misión universal con respecto a todas las naciones. ¡No se puede destruir a alguien por una cosa! Y tal vez pongan a otro que no tenga mucha inteligencia política y vayamos hacia la guerra mundial.


Entonces, en el camino, el Señor te puso barro. ¿Qué era este barro? ¿Se ha manifestado la gloria de Dios sobre tus pecados?


Y.: Veo que el Señor me ha perdonado. A través de la predicación he visto cómo Jesucristo se hizo pecado por mí, que Él está allí en mi lugar, Y luego, también lo que se dijo sobre el sacramento de la Penitencia: me trajo la paz, entré en la paz porque experimenté que el Señor me amaba así. Muchas veces también he sentido que la Iglesia me perdonaba, que no me juzgaba cuando estaba mal.


Kiko: Si vas a una casa y dices: "Mira, antes yo era un señor que no veía sus pecados, continuamente juzgaba a los demás, me veía buenísimo y a los demás pecadores", supongamos que la persona que te escucha dice que tienes razón, que le estás hablando de su vida, pero ¿qué puede hacer? ¿Cómo puede cambiar? ¿Qué debe hacer para cambiar su vida? ¿Qué vas a decirle?


Y.: Le diría que existe la posibilidad de experimentar el perdón de los pecados aquí en la tierra; que Jesucristo está vivo, que ir a misa está bien pero no salva nada y que lo importante es experimentar el perdón.


Kiko: Y él te dice que ya se confiesa, que va con regularidad a confesarse.

Tú, ¿qué diferencia encuentras tú entre homilía y catequesis? 

Y.: La homilía es para los cristianos y la catequesis para convertir a la gente.

Kiko: Si te dice que va a misa, pero la misa no la llena, sigue juzgando a los demás, ¿qué le dirías? ¿Por qué crees tú que esta mujer no está satisfecha con la misa, la homilía no le dice nada y no cambia nada en su vida? Dices: "Está Jesucristo, está la Iglesia, está el perdón de los pecados, esto siempre ha estado ahí". Sin embargo, en esta persona no cambia absolutamente nada. ¿Por qué? ¿Qué le dirías tú?

Y.: Le diría que Jesucristo la ama, la invitaría a un camino de conversión donde pueda experimentar el amor, en una gestación a la fe adulta.

Kiko: ¿Estáis de acuerdo con lo que ha dicho este hermano sobre la diferencia entre homilía y catequesis?

Responde uno: Yo veo que en las homilías nunca se anuncia que Jesucristo puede cambiar nuestra vida y hacernos capaces de amar a nuestros enemigos. Porque lo que hace sufrir al mundo es no poder pasar al otro; bueno, esto nunca se nos ha dicho en ninguna homilía ni en ninguna misa.

Kiko: ¿Y si yo te dijera que esto se dijo en la homilía?

Otro: Creo que en la catequesis hay un testigo que anuncia que esto es la vida para él y anuncia el perdón de los pecados porque realmente se cumplió en su vida. Un testigo, o sea, una persona que da testimonio de Jesucristo.

Kiko: ¿Alguien más quiere decir algo?

Otro más: Me gustaría decir que muchos van a misa con los oídos cerrados: se va a cumplir un precepto y no se va a escuchar a Jesús.

Otra: Es que nunca se había hablado de la gratuidad: yo me esforzaba por ser buena, por complacer a todos y necesitaba un cambio de mentalidad.


Kiko: Habéis preparado la palabra "PROFETA"; os acordaréis de la sirvienta de Naamán el sirio: vosotros debéis decir las mismas palabras, dar el mismo testimonio. "Había muchos leprosos en Israel y solo fue curado un sirio, no un israelita". ¿Con esto qué quiere decir Jesucristo?  Vosotros no me recibís, porque creéis que la salvación de Dios debe ser como vosotros pensáis; absolutamente no podéis aceptar que un carpintero pueda ser vuestro salvador. 


Bueno, ¿sabéis qué? Había muchos leprosos en Israel y Dios eligió a un sirio; y hubo muchas viudas en la época de Eliseo y solo fue elegida una de Zarepta de Sidón. Es decir, hay un profeta, y solo escuchando a este profeta se encuentra la vida; este profeta está en la Iglesia. Debéis decir lo mismo que dice la mujer, la sirvienta que trabaja en la casa de Naamán el sirio. "En mi país hay un profeta que cura la lepra". Debéis decir: "En mi pueblo...” ¡Pertenecéis al pueblo de Dios, no sois catalanes! Los regionalismos son un demonio que destruye la comunión entre los pueblos. Tenéis un corazón universal, sois Cristo.


Esto no significa que no os guste bailar "sardanas", ¡por favor! O que no améis vuestra tierra; me entendéis, ¿no? Pertenecéis a un pueblo que es el "pueblo de Dios" y en este pueblo hay un profeta capaz de iluminar vuestra realidad, capaz de quitaros la lepra y capaz de daros la vida. Este pueblo es la Iglesia. "Pero yo ya voy a la iglesia, ya voy a escuchar a este profeta en las misas". Ahora yo pregunto: ¿cuál es la diferencia entre el profeta que escucho en las misas y el que escucho en las catequesis? ¿Por qué es necesaria el camino?


Un hermano: Esta mañana fui a misa en la parroquia y vi que la predicación es la misma que escucho en la comunidad; solo que antes tenía el oído cerrado y no podía entender: ahora comprendo. Entonces ¿qué le diría a esa señora? Que a mí me sucedía lo mismo que a ella, es decir, antes iba a misa y no entendía nada, salía como había entrado; después, a través de algunas catequesis y un camino de gestación a la fe, se me abrió el oído.


Otro hermano: Yo digo que ante todo en las catequesis siempre se anuncia el kerygma y este conduce a la fe, gesta la fe, mientras que en la homilía la fe se da por sentada. Y luego, la gente que va a la catequesis recibe esta palabra como un pueblo, en una iglesia concreta, y en las homilías de la misa no se recibe como pueblo.


Kiko: Os he dicho que en la vida de fe hay tres etapas (es necesario aclararlo mucho, sobre todo a los presbíteros y obispos) que se están descubriendo: fase kerigmática, fase catequética y fase homilética.


La homilía supone que la fe ya existe en el oyente, era la fase final del proceso catecumenal. En el catecumenado primitivo, no se podía acceder a la Eucaristía si no se había bautizado, si no se había gestado al hombre nuevo.


Entonces la planta ya estaba desarrollada, le faltaba solo un poco de agua, un poco de humedad y se irrigaba con el Bautismo. Hay algunas raíces que acogen esta agua, que la entienden bien, chupan esta agua que hace presente el Bautismo y hace crecer la planta . Si esto no está, si no hay una planta que ante todo debe haber tenido una semilla... y esta semilla debe estar muerta, debe haber crecido un tallo; y este tallo debe haber sido podado, debe haber sido cuidado, el suelo debe haber sido fertilizado -con un insecticida contra los enemigos porque cuando la planta es pequeña tiene muchos enemigos- hasta que la planta tenga suficiente vigor y se haya desarrollado. Si todo esto no existe, la gente no escucha o lo que oye no le dice nada.


La fe se da por sentada. Antes había una especie de catequesis por medio de las novenas, los ejercicios espirituales, por el año litúrgico mismo, por la Cuaresma, por todo lo que era cristiano y porque todos creían; se creía en este sentido.


Hemos llegado a un momento en que la sociedad ya no es cristiana. Ahora debemos darnos cuenta de que esta fe que se daba por sentada no existe; esto es lo primero. Supongamos entonces que las personas que vienen a misa les falta que la semilla del Bautismo se rompa. Para que la semilla del Bautismo se rompa y comience a crecer, ¿qué se necesita? Necesitas la opción personal total por Jesucristo, necesitas escuchar la palabra de Abraham que dice: "Deja tu tierra y tu parentela y ven a la tierra que te mostraré. Ven y sígueme", sobre todo, de modo que Dios sea el primero en tu vida. Mucha gente, sean cuales sean las circunstancias, nunca han escuchado esta palabra, por lo que es inútil decirles qué es el cristianismo como si lo supieran, que deben amar... Les anunciamos el kerygma y les llega muy mal o con dificultad porque no tienen el oído abierto. Por eso la Iglesia necesita un catecumenado.


¿Qué significa catecumenado? Tener un oído abierto. Pre-catecúmeno significa que ni siquiera tiene el oído abierto. Ahora, ¿es necesario ser sacerdote para anunciar el kerygma? No, para dar una homilía, sí. ¿Qué se necesita para anunciar el kerygma? Tres cosas: ser TESTIGO, ser ENVIADO e ir sin nada, PERDER LA VIDA.


Ser enviados: Todos somos enviados por el Bautismo y lo que la Iglesia hará mañana con el Obispo es hacer presente en nosotros algo que nos fue dado en el Bautismo. "¿Cómo invocarán el nombre del Señor si nunca lo han escuchado? ¿Y cómo lo escucharán si nadie ha sido enviado?".


Ser enviados: El bautismo nos hace enviados, y cada cristiano es un enviado, un evangelizador.

Ser testigos: No se puede anunciar el kerygma si no se es un testigo. Los apóstoles dicen "Nosotros somos testigos".


Ir sin nada: ¡Lo más importante! Demostrar absolutamente que es GRATIS, es decir, que no hay ningún interés personal, que es amor gratuito, que se pierde la vida, ¿cómo puedo decirlo? Por ejemplo, ¿por qué las revistas y los diarios no son un medio suficiente para el evangelio? Porque siempre nos queda la impresión de que los intereses de la prensa son otros, no es amor a la gente, es el dinero, vender más ejemplares, más copias; esto le quita valor. Todas las noticias están sujetas a hacer dinero, no importa el bien del público, ¿verdad? Esto inmediatamente le quita la autoridad a la prensa, ella es paupérrima para anunciar el Evangelio porque hay un interés en él. Jesús dijo: "Ir sin bolso, sin zapatos, sin bastón, como los últimos".


El otro día un cura del suburbio de Madrid me invitó a hablar de Jesucristo en la misa de las doce, con toda la Iglesia llena. ¿Y qué les digo? ¡Habla de Jesucristo y verás cómo te escuchan!


Me escucharon durante treinta y cinco minutos en total silencio, no se escuchaba ni una mosca; la gente escuchaba de manera diferente. Con esto quiero decir que el kerigma también se puede dar en una predicación, en un anuncio, pero es diferente porque el sacerdote ya pertenece a un cuerpo como cristiano, es el ministro y se asume que ese cuerpo ya existe, que hay una fe en desarrollo. Si resulta que esta planta aún no ha crecido y solo es una semilla, por mucho que riegue... bueno, la gente no lo entiende.


Ayer una señora de una comunidad me contó exactamente este ejemplo (es una mujer analfabeta que ha sido intolerante toda su vida y ahora está en la comunidad): "Bueno, voy a misa en la parroquia porque estoy sola. No tengo nada que hacer (es anciana y tiene una pequeña pensión). Voy a misa en la comunidad y también voy a la parroquia por la mañana y ayer me encontré con una amiga mía que me dijo: “¿Estás en esas comunidades tú también? ¿De qué te sirve?”. Le respondí a esta amiga mía: “¿A que no puedes decirme cuál fue el Evangelio de hoy? Dime lo que te ha dicho la primera lectura". La otra no recordaba la primera ni la segunda lectura ni el Evangelio ni lo que había dicho el sacerdote. Entonces yo le dije: "Para que veas de qué me sirve ir a la comunidad, te diré lo que dice la primera lectura, la segunda lectura, el Evangelio y lo que dijo el cura, porque ¡me lo han dicho en mi comunidad!".


¡Es obvio! No le pidas nada a la otra, porque no escucha y, sin embargo, va a misa todos los días. A mucha gente le pasa lo mismo que a esta mujer. Muchos no escuchan porque sus oídos no están abiertos.

Hay tres etapas en el camino de la fe. La primera fase es colocar al hombre frente al kerygma y para ello es necesario ser testigos, es necesario un testimonio de fe. Lo dice el Apocalipsis: "El espíritu de profecía es el testimonio de Jesús".


Es decir, sin una persona que sea testigo no hay profecía: esto siempre ha existido en la Iglesia, en las misiones, durante la Cuaresma, o con tres religiosos. Cuanto más aparece el testimonio, el testimonio de fe, más llega el don gratuito, porque alguien lo testifica con su vida, con hechos. Está ahí y pierde la vida por ti sin que nadie le pague.


Lo más difícil es la homilía: ¡para eso es necesario tener un ministerio, hermanos míos! En la homilía no se debe dar solo el kerygma, es necesario un ministerio importantísimo de la Iglesia: saber irrigar la fe hasta las raíces. Yo he tenido una reunión con un centenar de sacerdotes y traté de explicar qué es una homilía: esto se verá en la medida en que crezca vuestra fe.


Hoy la fe tiene un cáncer profundo que es pensar que el Cristianismo es utópico y que no se puede realizar. Pero en nosotros se está dando todo lo contrario: el Cristianismo no solo no es utópico, ¡es real!

El otro día vinieron unos presbíteros de Alicante a Madrid para hablar con don Jesús, párroco de Paloma, porque estaban escandalizados de que en sus parroquias la gente estuviera vendiendo sus bienes: es excesivo, dijeron: "¡Esto es exagerado! Uno de mi parroquia ha vendido un campo, otro una tienda, otro un auto; ¿dónde se ha visto esto alguna vez? El Evangelio... ¡ya con el hecho de que uno cumple con su deber está bien!", Estaban horrorizados.


Por eso es importante saber si este kerigma se predica en la iglesia, si la gente tiene la oportunidad de encontrarse con Cristo, con este profeta; porque Dios ha dicho: "El que escuche a este profeta vivirá".


¿Y dónde se anuncia este profeta? En la iglesia. Sin embargo, para que el hombre se encuentre con este profeta, para cumplir con el ministerio profético es necesario dar testimonio, ser testigos.


Mucha gente que hoy va a misa va sin entender nada, tiene que empezar de cero, tiene que encontrarse con este testimonio de la fe para comenzar a comprender muchas cosas. Vosotros mismos, hoy, cuando escucháis una homilía, comprendéis muchas cosas que antes no entendíais, porque ya tenéis el oído más abierto...

¿Tú, hermano, estás dispuesto a anunciar proféticamente el Evangelio, a perder la vida? Como Jeremías anuncia en la misa de ayer (Jr. 1, 4-5. 17-19) "el pueblo se opondrá".

Si sucede que anuncias el Evangelio y todo el mundo te paga, te da dinero, te regala no sé qué, bueno, entonces tienes un interés, ya no eres testigo.

Entonces no tiene sentido la persecución. Necesitamos que se vea que estamos perdiendo la vida como Jesús ¿Tú estás dispuesto a anunciar el Evangelio?

Y.: Sí.

Z.: Sí, lo vi en las catequesis porque antes yo no creía que Dios tuviese que salvarme de nada. Me parecía que creía en Dios, pero no pensaba mucho en eso y no pensaba en Jesucristo en absoluto.

Kiko: ¿Qué no veías? Si eras ciega, ¿qué luz no veías?

Z.: El amor de Dios en mi vida. El amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.


Kiko: Imagínate una cosa: irás a barrios donde hay personas que nunca se han encontrado con el testimonio de la fe. Han estudiado en un colegio religioso, han visto cosas estupendas, y a pesar de eso no han tenido acceso a esta opción, porque es necesario ver un testimonio. Y a pesar de haber visto a los religiosos dar la vida por ellos, muchas personas no han visto la luz, la gloria de Dios mostrada en el rostro de Cristo.

Lo ha dicho clamando en la Iglesia: “Veamos, ¿quién se siente amado por Dios aunque sea pecador y malvado? ¿Pensando en tus pecados uno por uno? ¿Por qué quién aquí no tiene un enemigo? Todos comulgan y todos tienen enemigos”. ¡Pero eso no importa! Van a comulgar tranquilamente. Sabemos que hemos pasado de muerte a vida por tener este amor, porque amamos a los hermanos. ¿Cómo podemos decir que tenemos este amor si no perdonamos al hermano, o a una persona del trabajo o a un político o a alguien que te ha robado? Por esto, si alguien aquí tiene un enemigo, no puede ir a predicar, tiene que decírmelo. No puede ir a predicar porque no tiene la luz de Dios dentro.


Entonces tú, hermana, debes darte cuenta (te estoy catequizando, te estoy haciendo ver lo que tú no veías) de que hay mucha gente que cree en un Dios que da un premio cuando eres buena y un castigo cuando eres mala. Y como a nadie le gusta ser castigado, los hombres tratan por todos los medios de no pecar y hacen muchísimos esfuerzos; todavía más: hay personas que están muy neurotizadas por esto, por los esfuerzos que tienen que hacer para no pecar, están llenas de escrúpulos... y no han visto la luz de Dios en Cristo, están en una religiosidad natural.

A ti te pasaba lo mismo: creías en Dios pero no habías visto la luz de Dios mostrada en Jesús ¿Qué ha mostrado Dios en Jesús?

Z.: El amor gratuito. He visto que alguien me ama como soy.

Kiko: ¿Qué significa Cristo crucificado?

Z.: Quien da su vida por mí.

Kiko: ¿Lo has experimentado?

Z.: Sí, lo he visto concretado en una iglesia que perdona.

Kiko: ¿Cómo puedes decirle a una señora que Cristo ha dado su vida por ti? Respondo yo: "Mira, para que no me escapara, me metió en una comunidad con hermanos muy concretos y con ellos, a través de ellos, me puso barro en los ojos, haciéndome ver mi inmundicia: que no acepto a mi marido, que no quería tener más hijos, que no he amado a muchos hermanos de la comunidad, que me fui de una convivencia y muchas otras cosas.


En estos pecados vi ante todo que Cristo estaba presente en los hermanos que me aceptaron (porque si Cristo no está aquí, nadie puede aceptar tus pecados); Vi que esta Iglesia me perdona porque pude confesar mis pecados y me perdonó.


He podido experimentar la paz interior y luego se me ha dado el Espíritu de Cristo que vino a mí, se mezcló con mi carne, me dio su carne y vi que con Cristo pude comenzar a aceptar a mi esposo, a aceptar los defectos de los hermanos que nunca hubiera aceptado". Venir a la comunidad durante ocho años seguidos, hacer catequesis: cosas inauditas que solo se pueden explicar por el hecho de que la vida de Cristo está en ti, ¡y sin esfuerzo! ¿Es cierto? Si o no.


Yo mismo he visto esta acción de Cristo en mí; yo mismo me sorprendí: hace un año que ni siquiera tengo un fin de semana libre, y si me lo hubieran dicho hace un tiempo no lo hubiera creído. Yo, con mi casita, con mis cositas, ¡nunca he tenido fuerza de voluntad!

Sin embargo, he visto el poder de Dios manifestado en mis pecados. ¡Oh, feliz culpa que ha merecido tan grande Redentor! A través de mis pecados he podido ver que Dios me ama, ¡que existe un amor así de grande! Mis pecados me han servido para ver que Dios es capaz de amarme así y por tanto que Cristo murió por mis pecados. Y cada vez que de alguna manera dejo el camino y peco, sé que en Cristo tengo la posibilidad de regresar, sé que Él no me rechaza por mis pecados, que me ama aunque sea un pecador, que Él murió por mis pecados.


Pero como me consideraba muy bueno, ¡no entendía por qué Cristo tenía que morir por mí si yo era tan bueno! Pero no hay "buenos"; ¡solo Dios es bueno! Los fariseos, que creían ver, decían a Jesucristo: "¿También nosotros somos ciegos?". "Si fuerais ciegos no tendríais ningún pecado, pero como decís 'Nosotros vemos' vuestro pecado permanece".

Lo que estoy haciendo con vosotros, hermanos, no es un escrutinio: estoy aquí para impartir una catequesis, aunque queráis decir algo para que yo os ilumine, estoy aquí preparándoos para anunciar el Evangelio. ¿Entendéis, no?

¿Tú ves el amor de Dios en tu vida? ¿Tienes evidencia palpable de que Dios te ama? ¿Seguro? ¿Estás dispuesta a dar testimonio de que Dios te ama?

Z.: Sí, pero tengo muchísimo miedo: tengo miedo de que me rechacen.

Kiko: ¿Qué decía la primera lectura de la misa de ayer? Dios le dice a Jeremías: "No les temas, porque yo estaré contigo". Tú salvarás a la gente a través de su rechazo, porque serás enviada a soportar en tu cuerpo los pecados para aprender a ser cristiana. ¡Si quieres! Si no quieres, quédate sentada en tu casa. ¿Quieres?

Kiko: ¿Estabas ciega antes del camino? ¿Qué es lo que no veías?


A.: No veía la gratuidad del amor de Dios, que me perdonaba. Pensaba que tenía que hacer muchas obras, que tenía que conquistar y agradar a Dios.

Kiko: ¿Cómo te ha abierto los ojos?

A.: Me ha abierto los ojos por medio del camino de la salvación: la Palabra me ha hecho ver mi realidad de pecado.

Kiko: ¿Te ha puesto barro en los ojos?

A.: ¡Oh sí, muchísimo!

Kiko: ¿Has visto que estabas sucia?

A.: Sí, sobre todo después del segundo escrutinio: para mí fue un impacto fortísimo. Yo, que había estado tan escandalizada por todo, me vi fotografiada en el pecado de los demás.

Kiko: ¿Qué ves ahora que no veías antes? Te ha puesto barro en los ojos: ¿qué era este barro?

A.: Todo mi pecado. He visto que si no he cometido algún pecado ha sido porque Dios no ha permitido que esté en esa circunstancia.


Kiko: ¿Qué pecados? ¿Cómo eras tú?


A.: Bien, he visto que podría haber sido una prostituta, que pude haberme entregado a un hombre y que no lo hice por el "¿qué dirá la gente?". El Orgullo, la soberbia, sobre todo con mi familia: en estar sola con mi tía, en ver que no me daban importancia. Yo pensaba que deberían tenerme en cuenta, pero no veía que me tratasen con la consideración que yo tenía hacia ellos. La envidia también, todos los pecados... ¡Pero sintiendo verdaderamente el peso!


Kiko: El Señor te ha mostrado poco a poco que tú no tenías este amor, que tú no eras cristiana, que no tenías dentro la vida, porque este amor es la vida. Quien no tiene este amor no tiene la vida.

A.: Tenía mucho miedo a la soledad y el Señor me ha dado una libertad, ¡me ha dado una alegría maravillosa! Ya no estoy sola, los hermanos me llaman...


Kiko: ¿A través de qué has experimentado este amor?

A.: A través de la tranquilidad que tengo.

Kiko: A través del Espíritu Santo. Si olvidas al Espíritu Santo, ¡la Iglesia se acaba! De nada me sirve decirte que Dios te ama: si no tienes el Espíritu Santo, ¡no sientes este amor en absoluto! Convenceos de una cosa: ¡las palabras no sirven!

La Virgen María, cuando el ángel le dice que Jesús nacería y ella lo acepta, inmediatamente fue cubierta por el Espíritu Santo con su sombra. Hemos dicho miles de veces que no es lo que vosotros decís en la catequesis lo que obra en las personas, sino el Espíritu Santo que colabora poniendo esta nube sobre los que escuchan. Y en un instante, quizás al final de la catequesis, una sola palabra -"gratis"- abre el corazón de una persona e inmediatamente comienza una obra en él, y esa noche duerme como nunca.


Un párroco, que había sido rector de seminario, estaba al borde de la locura porque una vez se fue de excursión con los seminaristas y murieron tres: tenía un complejo de culpa y no dormía de noche, iba al psiquiatra y estaba medio loco. Este hombre, escuchando una catequesis, durmió por primera vez en quince años, ¡durmió por primera vez! Y a partir de ese momento comenzó su recuperación. Porque el poder del Espíritu Santo es creativo, la fe nace de la escucha: yo digo que Cristo está vivo y si alguien lo cree, actúa en este momento.

A continuación esta obra de conversión debe ser sellada con algunos sacramentos, confirmada y alimentada por los sacramentos (porque sin los sacramentos la obra de conversión no se completa: la Eucaristía, la Penitencia que es un segundo Bautismo..., ¿entiendes? Hay que empezar a entender todas estas cosas poco a poco, a entender que hay una sistematización: hay una catequesis inicial y hay una obra de Dios que pasa por las cosas. Tienes que saber explicarte, de lo contrario os hacen una preguntita y os quedáis ahí como idiotas.

¿Cómo anuncia el kerygma San Pedro? Debes leer la Escritura todos los días. Cuando San Pedro sale a hablar después de Pentecostés, la gente dice: "¡Está borracho!". "No estoy borracho" dice San Pedro y anuncia el kerygma: "Ese a quien vosotros matasteis como a un asesino y un criminal, Dios lo ha constituido Kyrios, Señor de toda la creación, para que al invocar su nombre seáis salvos, porque Él ha sido resucitado por Dios y su Espíritu ha sido derramado sobre nosotros, como podéis ver y escuchar”.

¿Tú estás dispuesta a contárselo a la gente?

A.: Sí.

*

Kiko: ¿Cómo te llamas? ¿Estabas ciega antes del camino? ¿Qué es lo que no veías?

B.: Veía más que nada el pecado de los demás, no conocía para nada mi pecado. 


Kiko: Entiendes que si no veías tus pecados no podías ver la luz, porque San Juan dice en una epístola: "Quien dice que no tiene pecado hace a Dios mentiroso". ¡Claro! Si Cristo vino a morir por todos los hombres, por los pecados de todos, es porque todos tenemos pecados: ¡quien no los ve, nunca podrá ver la luz! ¿Cómo te ha abierto los ojos el Señor?


B.: A través de la catequesis, en la comunidad, a través del Camino.

Kiko: ¿Cómo te ha abierto los ojos? ¿Qué ha hecho contigo? El ciego dice: "Me puso barro en los ojos y me dijo 'Ve y lávate'". Estoy partiendo de esta catequesis para que la entiendas mejor. Cristo Ha puesto barro en tus ojos, al menos te ha permitido ver tu realidad, que eras ciega. ¿Qué has visto dentro de ti?


B.: La soberbia, que soy envidiosa, que juzgo a todos.


Kiko: No tengas miedo: el hecho de que el Señor nos esté dando su Espíritu no significa que no nos haga ver que somos pecadores, y cada vez más. Pero hay una serie de pecados que deben dejar de existir, y si aún existen, es un mal asunto.


B.: Está bien. Veo que soy orgullosa y que me cuesta perdonar.

Kiko: En este momento, ¿tienes algún enemigo, alguien a quien no perdonas?

B.: Por mi parte, estoy en sufrimiento si no perdono; concretamente siempre tengo discusiones en el trabajo con un colega que no me habla: es decir, no nos hablamos, y yo estoy sufriendo.

Kiko: Entonces por medio del barro has visto tu realidad de pecado, tu orgullo. ¿Qué más has visto?

B.: Que soy agresiva, envidiosa, no acepto las cosas...


Kiko: ¿Has visto la gloria de Dios manifestada a través de todas estas cosas?

B.: He visto que por encima de todos mis pecados está Él.

Kiko: ¿Qué ha hecho Dios con tus pecados, con tu realidad? ¿Cómo te ha salvado Dios?

B.: Envió a su Hijo Jesucristo que murió por mis pecados para darme la vida, que se crucificó por mí para darme la salvación.

Kiko: El pecado había creado un cerco debido a nuestro miedo a la muerte. Y experimentando la muerte, porque no nos sentimos amados... ¡claro! Porque quienes experimentan el amor de Dios no temen a la muerte. Por el miedo que tenemos a la muerte somos egoístas y dependemos del dinero, dependemos de todo y no soportamos ser subestimados por la esposa, por los amigos, por los hijos, en el trabajo. Jesús vino a liberarnos de todo esto. Vino a destruir el pecado en la carne. Recuerdo la última vez que vine a esta comunidad: os prediqué un kerygma partiendo de lo que significa vivir en la carne. El hombre que vive con el pecado vive las concupiscencias del cuerpo y trata, a través de las concupiscencias, de satisfacer los deseos de amor que tiene por medio de la sexualidad, pero desviándola. La esencia de la sexualidad es morir, es darle vida a alguien, pero como el hombre de la carne no tiene amor, usa la sexualidad para darse vida a sí mismo.


La esencia del trabajo es el servicio, trabajar igualmente significa morir por servir, pero lo usas para ti mismo, para ganar dinero.


Lo mismo ocurre con las relaciones sociales, el arte, todo se vive en la carne. La carne es impotente para obedecer a Dios a causa del pecado (esta catequesis es muy sencilla, ¡debéis conocerla!)


 Y esto provoca una profunda fuente de insatisfacción en el hombre. Como la naturaleza no ha sido pervertida por el pecado, el hombre sabe que el amor es la verdad, pero experimenta en sus miembros otra ley, que lo encadena, lo esclaviza, una ley que experimenta constantemente: su burguesía, su comodidad, el hecho de que no puede amar, que debe amar, pero no sabe amar. Dios ha dicho: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo"; así pues, el hombre que no puede amar experimenta la insatisfacción.

Para escapar de esta insatisfacción, intenta vivir menos, vivir de modo plano, más burgués, sin darse cuenta de muchas cosas, sobre todo pensando en el fin de semana, esperando que haga buen tiempo para marcharse a alguna parte, poniendo su libido, su propia realización, todo su ideal de vida en tonterías, en estupideces. Hay gente que aplana su vida para no sufrir: todo su sueño es salir a cazar, a pescar... ¡Imaginaos!

Y esta es la vida, no hay nada más: ¡debe escapar! Y uno se convierte en un monstruo. Hay personas para quienes toda la vida está en el sexo, en acostarse con una y con otra, en hacer esto o aquello.


Donde antes estaba Dios que daba sentido a nuestra vida, ahora hay un vacío de Dios y por eso, para llenar ese vacío, ponemos diferentes ídolos. Algunos son monstruosos, otros son pequeños: para unos es el sexo, para otros el dinero, o la comodidad, el prestigio, el fútbol; para otros es “¡no me cuentes historias!”; tal vez este viejo del pueblo está jugando a las cartas y no quiere nada más, no pide nada más que beber una copa de vino. ¡Qué horror! ¡Y no le preguntes nada, porque ni siquiera piensa!


Pero ¿es posible que un hombre de 70 años no piense? ¡Nada, absolutamente nada! Se fuma su cigarrillo al sol. ¿Crees que es feliz? Como este hombre ha sufrido mucho, se convierte en avestruz ... ¿Es esto posible? ¡Y todavía quedan muchas otras cosas! Hay ancianos que solo piensan en hacer guarrerías con los niños y en eso consiste toda su vida. Imaginaos que ha habido personas, ingenieros, directores de empresas, que tienen hijos ya casados, que van a los parques a ver si se llevan a cualquier niño, y su vida es así.

El hombre es libre y puede destruir su existencia. Nadie está libre de esto, la libertad que Dios le ha dado al hombre es grande, grande.

¿Tú estás dispuesto a predicar a Jesucristo? ¿Tú ves hoy el amor en tu vida?, ¿te sientes amada por Dios? Sabes que si te sucede algo desagradable, malo, sabes que Dios lo permite porque ha hecho el mundo con la libertad; si mañana un ladrón te ataca en la calle y te apuñala, Dios sabrá trocarlo en bien, te hará aterrizar, te hará entender más, ¿no?

B.: ¡Sí!

Kiko: ¿Tú estabas ciega?

C.: Yo he experimentado que estaba ciega antes del camino y lo he experimentado con fuerza en el segundo escrutinio; hasta ese momento había caminado sin comprender. 


Kiko: ¿Qué no veías antes del camino?

C.: Que le hice la vida imposible a mis padres. No entendía por qué mi padre, que era maestro, nos hacía vivir una vida peor que la de los gitanos; no entendía por qué mi padre tenía que ir de pueblo en pueblo, y yo vivía esto muy mal, pensaba que él habría podido solucionar esa situación. Es decir, veía el pecado en los demás. No veía el amor de Dios en mi vida, así que continuamente les exigía a mis hermanos.

Kiko: ¿Cómo te ha abierto el Señor los ojos?

C.: Para mí el segundo escrutinio fue muy fuerte. Yo me sentía pecadora, pero... en un "nivel normal". No pensaba que fuera tan mala como para que la gente o mis padres no me quisieran. Pero nunca lograba ser como los demás querían, aunque me esforzaba por portarme bien, en mis fuerzas, aunque tenía una salud muy débil. ¡Quería hacer las cosas perfectas! Entonces, si tenía que transportar agua durante dos kilómetros, ¡yo lo hacía! Mi vida estaba destruida porque lo hacía todo con esfuerzo y sin una razón: ¿por qué vivo? ¿Por qué esto? ¡Es absurdo! 


Kiko: ¿Y qué ha hecho Dios contigo?

C.: Dios no me ha puesto un poquito de barro sino un balde entero, para mostrarme que estaba ciega, que nunca había perdonado.

Kiko: El Señor ha tenido misericordia de ti y te ha traído a un camino de salvación, y en este camino te ha puesto en un pueblo, en una caravana, te ha enseñado a caminar y te ha hecho ver, poniéndote barro en los ojos, que el pecado no era solo de tus padres, sino también tuyo.

¿Y qué ha hecho con este barro? Por encima de estos pecados, ¿qué has visto?

C.: He visto que era una orgullosa, que pensaba: "¿Quiénes son los demás para darme lecciones?". Tenía envidia de todo porque mi padre tenía tierras pero andaba de un lado a otro peor que los demás; es decir, era muy considerado como un caballero, casi como si fuera un ministro, ¡pero en realidad no sabíamos dónde caernos! Una soberbia horrible: ¡el número uno!

Kiko: ¿Qué ha hecho Dios con estos pecados?

C.: Yo he visto cuán verdaderamente ha tenido misericordia de mí, no ha tomado en cuenta cómo soy ni cómo habría respondido; ha dado su vida por mí. Y me asombra, me supera ver cómo una persona me puede amar hasta este punto, perdonándome, amándome, perdonándome día a día a través de su Iglesia, cómo me sigue perdonando. 


Kiko: Jesucristo sigue soportándote, en esta comunidad, aunque tú seas una pecadora y esta es una actitud constante de Jesús hacia ti.

¿Experimentas que Él está vivo y tiene el poder de darte este amor? ¿Has experimentado también este amor que te da paz, alegría y que te da su cuerpo? 

C.: Ya he experimentado, hace algún tiempo, poder perdonar a mi madre, pedirle perdón. Yo nunca podría haber hecho esto.

Kiko: ¿Estás dispuesta a dar testimonio de Cristo, a hacer con los demás lo que Él ha hecho contigo?

C.: Sí.

Kiko: ¿Qué no veías antes del camino? 


D.: No veía que estaba ciega y luego lo experimenté en el camino. Pensaba que los demás me querrían mientras yo fuera buena, que Dios me amaba si yo era buena. Tengo una gran dificultad en aceptar que Dios me ama como soy, veo que me cuesta.

Kiko: ¿Jesucristo te ha puesto barro en los ojos?

D.: Veo que sí, lo ha puesto sobre todo en la comunidad. Veo que tengo celos, envidia, no soporto que no me tengan en cuenta, no soporto que me quiten el cariño. Este es el problema que he estado experimentando con mi esposo últimamente porque, por primera vez, no me sentía amada por él.

Esto me hizo darme cuenta de lo que puede ser amar al enemigo. También he visto que yo era perversa, en el sentido de que era capaz de vengarme: si tú no me das amor... ¡Zasca!


Ha sido tremendo porque yo ni siquiera quería verlo, y en la convivencia, confesándome, el presbítero me lo dijo.


Kiko: Tú exiges el amor de su marido. La Escritura dice: "Maldito el hombre que confía en el hombre": si te apoyas en tu marido y le pides la vida, experimentarás la maldición.


Dios no soporta ni tolera que tú tengas a tu marido como un ídolo. Debes odiar a tu esposo por amor a Jesucristo. Solo poniendo tu vida en Jesucristo aceptarás que tu marido sea como es, lo dejarás libre porque la vida no te viene del amor de tu marido.

Imagina un poco: si esta hermana de aquí pusiera toda su vida en el amor de su esposo hace ya un tiempo que ella no estaría aquí: estaría a punto de darse un tiro (casada hace un año, embarazada de ocho meses, esta mañana ha sido el funeral de su marido, fallecido por las secuelas de un accidente después de estar entre la vida y la muerte durante un mes).

D.: Lo veo por mi padre que está destrozado.

Kiko: Tú te tienes que convertir. ¿A qué esperas para convertirte? ¿Aceptas todo esto ahora? ¿Lo has superado? ¿Has perdonado? ¿Tienes paz?

D.: Tenía paz, pero ahora veo que el Espíritu Santo se ha ido.

Kiko: ¿Qué es lo que no aceptas ahora?

D.: Veo que estoy en rebelión, que no acepto la historia que Dios me pone delante. Veo que como persona no me realizo en absoluto. Veo que Dios me sostiene: por ejemplo, después de casarme me quedé embarazada muy pronto y vi claramente que tenía que dejar el trabajo en el que me realizaba. Así que me dedico a limpiar durante todo el día.

Kiko: ¿Qué entiendes tú por "realizarte"?

D.: Hacer lo que me gusta; y ni siquiera lo veo claro, pero me paso todo el día arrastrándome.

Kiko: ¿No quieres tener más hijos?

D.: Sí, ahora los quiero, pero no vienen y no sé por qué. Al contrario, me gustaría tenerlos.

Kiko: Entonces, tú no aceptas tu realidad concreta: ¿por qué? ¿Qué opinas de la vida? El Señor te ha puesto en un camino neocatecumenal para hacerte cristiana y Dios debe ser lo primero en tu vida, darte una misión. Pero a ti no te interesa, lo que tú quieres es "realizarte" -como dices tú- con un marido que te ame, etcétera.


D.: El problema es que no sé lo que quiero: no me gusta lo que tengo, estoy continuamente agitada, pero no me aclaro. Veo la incongruencia... entonces, ¿qué es todo esto?


Kiko: ¿Por qué tienes un ídolo en tu corazón? "Dime dónde está tu tesoro y te diré dónde está tu corazón". Quieres ser otra persona: no te realizas en la historia que Dios te da. Dios quiere enseñarte a caminar en la historia que Él te da, en los acontecimientos, pero los acontecimientos que Dios te da no te gustan. ¡Te gustarían otros! Así las cosas no puedes ir a predicar.

D.: Sí, yo también lo veo. (Esta hermana tiene que esperar tres meses).


*

Kiko: ¿Tú estabas ciego antes del camino?

E.: Sí, no veía el amor de Dios y pensaba que Dios no se preocupaba en absoluto por mí. Pensaba que cada uno se tenía que arreglar su propia vida, que cada uno tenía su propio camino y hacía lo que podía. Estaba centrado en la comodidad, el egoísmo, el éxito, en ser el primero, en buscarme a mí mismo, en tener dinero, en ser burgués. Mi vida tenía que construírmela yo, buscármela yo, alcanzarla yo, siempre centrado en mí mismo con un egoísmo tremendo: comer bien, divertirme, evadirme, etc. 


Kiko: ¿Cómo te ha abierto los ojos?

E.: Antes consideraba el pecado como algo natural, era una situación normal, la vida me conducía a eso.


Solía ​​confesarme cuando era niño, pero hace años que ya no lo hacía. Llegó un momento en el camino en el que los pecados (por el hecho de que me hubieran puesto barro en los ojos) se volvieron insoportables: estaba completamente ahogado en una vida terrible que no podía soportar más. También le había comentado a mi esposa que no podría vivir otros treinta años como había vivido los primeros. Entonces, un momento clave fue el segundo escrutinio cuando salió fuera mi situación y la Iglesia me dijo estas palabras: "Ve y no peques más".


Allí terminó todo y entré en una paz inmensa que nunca había experimentado. Me sentí perdonado por la Iglesia y por mi esposa.

*

(Habla otra hermana que se queja de tener un hijo tras otro).

Kiko: Tu no querer hijos puede significar que le niegues al mundo el nacimiento de un gran hombre (si reflexionas verás cuántos grandes hombres no fueron los primogénitos) pero sobre todo le niegas un hijo a Dios. ¿Tú estás dispuesta a anunciar a Jesucristo? 


F.: (perpleja) Sí..., pero tengo miedo porque estoy segura de que no sabré qué decir. Cuando rezo Laudes en casa, nunca sé qué decir.


Kiko: Lo único que se te pide es que emplees el talento del amor que Dios te ha dado, que des testimonio de lo más grande que has recibido. Dios dijo: "Yo os suscitaré un profeta". ¿Recuerdas cuando Dios dijo esto? ¿Por qué Dios le dice esto al pueblo? Dios conduce a su pueblo por el desierto, los ha liberado de la esclavitud de Egipto y... ¿qué sucede?

F.: Dios tiene un encuentro directo con el pueblo y la gente se aterroriza.

Kiko: ¿Dónde sucede esto?

F.: En el monte Sinaí. Aparece Dios y hay terremotos, truenos, etc. Entonces el pueblo pide un profeta que actúe como intermediario.

Kiko: Moisés le dice a Dios lo que ha dicho el pueblo. ¿Y qué le dice Dios a Moisés?

F.: “El que escuche a este profeta vivirá; el que no le escuche, morirá”.


Kiko: ¿Quién es este profeta? 

F.: Jesucristo.

Kiko: ¿Tú lo has escuchado?

F.: Sí.

Kiko: ¿A través de la iglesia?  

F.: Sí.

Kiko: ¿Y cómo puede escuchar esto un vecino tuyo? A través de ti, ¿no? ¿No te ha dicho Dios que no va a aparecerse a este señor que roba, que bebe...? No se le aparecerá ¡porque se moriría! El único medio que Dios ha elegido para salvar a la humanidad es mediante la predicación (suscitará un profeta). ¿Y dónde está este profeta? ¿Dónde está Cristo?


F.: En los cristianos, en la Iglesia.

Kiko: ¿Qué pasa si este tipo no quiere venir a la Iglesia?

F.: La Iglesia debe acudir a él.

Kiko: Bien, ¡la Iglesia eres tú!

F.: Lo que pasa es que yo no creo que la gente tenga necesidad de nada. Creo que cada persona es feliz en su mundo.


Kiko: ¿Ah, sí? ¡Qué lindo, no me lo digas! ¿Estás convencida de esto, que la gente no necesita...?

F.: Al menos la gente que vive a mi alrededor... Tienen problemas, sí, pero... 


Kiko: No vienen a contarte a ti los problemas que tienen. La gente se ve bien, nunca dice sus problemas y siempre enseñan la cara limpia. En cada familia hay problemas, ¡y problemas gravísimos! En la familia más burguesa y más normal, donde todo parece funcionar de maravilla, tal vez la chica de 15 años se droga. ¿De verdad crees que la gente no necesita a Jesucristo?

F.: Sí, creo que la gente necesita a Jesucristo; pero vive tan alienada... ¡que lo lleva bien!

Kiko: Que la gente se divorcie, que se separe, ¿te importa a ti? Que los niños no vean a su padre porque con tanto trabajo no se puede dedicar a ellos.


O que cada tres meses los lleva al parque comprándoles caramelos o regalos... y que los niños sufran en silencio, ¿qué te importa? ¿No te das cuenta de que el único amor que salva es Jesucristo? ¿Te sientes amada en tus pecados? ¿La gente se ha sentido amada en sus errores?


F.: Veo que esto no interesa.


Kiko: ¡Porque la gente no cree que esto exista! ¿Por qué se separan? Porque no se sienten verdaderamente amados. Si una persona comete un error o tiene un defecto, la otra ya no lo soporta, ya quieren separarse, ¿qué te parece?


Pero si les traemos este Amor no se separarán y sus hijos te lo agradecerán. Y gracias a que tocaste un timbre y hablaste con esa persona, anunciaste a Jesucristo, luego irán a la catequesis y esos niños no tendrán que sufrir en sus carnes esta angustia espantosa y muchas otras cosas.


Entonces, ¿no ves la necesidad de la evangelización? El mundo se salvará por la locura de la predicación. Jesucristo necesita que hagas esto.

¿Tú estás dispuesta a llevar la palabra del profeta, a ser profeta? El Señor te ha dado el marido que necesitas, no te ha dado más dinero porque quizás serías una burguesa terrible.


Dios te conoce y te ha dado una misión, ¡te ha elegido! Ahora, si no quieres, puedes irte con tu esposo y negociar con él, serás una persona como cualquier otra si desprecias la primogenitura.


Dios te ha llamado como primogénita, si no lo valoras, si estás dispuesta a vender tu primogenitura por un plato de lentejas, para vivir ahora, bien y sin tantos problemas... sin tener en cuenta que tendrás que experimentar una serie de conflictos para conocer los conflictos que tienen los demás (¡ah no, eso no!), porque el único modo que tienes de comprender a las personas es haber vivido estos conflictos.

Si tú no aprecias esto, no te preocupes, porque el Señor elegirá a otro en tu lugar. Nosotros, los primogénitos, tenemos la garantía de la resurrección en la tierra.


Kiko: ¿Tú estabas ciega antes del Camino? ¿Qué no veías?

G.: La gratuidad del amor de Dios. Yo me esforzaba por ser buena para que me quisieran. No veía ningún sentido a mi vida, pensaba que Dios lo había hecho mal conmigo.


Kiko: ¿Cómo te ha abierto los ojos?

G.: Me puso barro por medio de su Palabra: he visto que iluminaba mis pecados, que yo tenía los mismos pecados que los demás y también he visto que la Palabra me hablaba de la misericordia de Dios.


Kiko: ¿Qué ha hecho Dios con tus pecados?

G.: Dios los ha crucificado en la cruz y ha muerto por mis pecados. Yo he visto verdaderamente que Dios lo ha resucitado y está vivo en la Iglesia, porque veo cómo pierdes tu vida por mí y cómo la Iglesia ha sobrellevado mis pecados.


Kiko: Lo que Cristo ha hecho una vez para siempre lo está haciendo hoy, presente en la Iglesia, perdona nuestros pecados a cada uno de nosotros, soporta que seamos pecadores. Aquí nadie nos echa a la calle: has contado pecados gravísimos y aquí nadie se escandaliza. Todo esto es porque Jesucristo está presente en su Iglesia.


G.: Además, he visto cómo Dios ha tenido mucha misericordia conmigo porque le ha dado sentido a mi vida.


Kiko: ¿Estás dispuesta a predicar esto?

G.: ¡Sí!


Kiko: ¿Cómo te llamas? ¿Qué no veía antes del Camino?



H.: No veía que estaba ciega, porque yo era muy buena persona, estudiosa, desapegada; en casa me consideraban un modelo y me esforzaba por ser buena porque siempre me habían predicado al Dios de los bastonazos.


Kiko: ¿Te ha puesto barro en los ojos?

H.: Por medio del camino. a través de la comunidad. Por ejemplo, me enamoré perdidamente y esto me hizo sufrir muchísimo, para mí fue una cruz muy grande.


Pero he visto cómo la cruz salva y que es verdad que la vida se encuentra a través del sufrimiento.

Veo que no guardo rencor porque en el fondo esta experiencia ha sido buena para mí.


También veo que todos estos matrimonios de la comunidad son una mierda, pero se aman; y veo en mi casa que mi padre soporta a mi madre; veo que la actitud de mi madre es aguantar y sufrir y yo siempre se lo reprocho.


Kiko: El Señor te ha hecho ver tus pecados; ¿qué pecados te ha mostrado?

H.: Mi egoísmo, querer ser la primera. Después me ha hecho ver un pecado que tuve cuando me metiste en el equipo de catequistas y yo no me sentía en comunión con el equipo porque yo era la última y cantaba hasta mal; me sentí acusada de ser orgullosa por querer ser la primera, por querer sobresalir.


Más tarde, en la convivencia de catequistas, también me di cuenta de que era una adúltera, una asesina, una ladrona, etc.: He sentido todo esto.


También me había burlado de las personas que duermen en la celebración, y ahora... ¡soy yo quien se duerme! Sentí una gran tristeza en la convivencia de la Traditio porque me quedé dormida en el lucernario. Incluso cuando la gente decía que no rezaba, yo siempre pensaba que a mí no me pasaría porque todos los días me levantaba y rezaba un cuarto de hora, y lo hacía bien, me vestía y… ¡todo! Ahora, cuando rezo, el cuarto de hora lo hago en la cama porque me da vergüenza que me vean mis hermanas, y en la cama no me molestan.


Kiko: ¿Tú estás viendo el poder, la gloria de Dios, sobre estos pecados?

H: Sí, porque he caído y ahora veo que el Señor es poderoso para levantarme. Porque Cristo murió por mis pecados. A veces tengo dudas y creo que todo es casualidad, y por eso tengo miedo de anunciar esto por las casas. ¿Sabes lo que quiero decir?

Kiko: Te entiendo muy bien: lo importante es que hoy estés convencida de que Dios te ama.

H.: Sí. También he tenido un hecho muy importante que ha sido mi novio. Siempre pensé que estando en este camino sería difícil comunicarse con la gente de afuera; después de salir con él durante una semana, le dije a este chico dónde estaba y qué estaba haciendo. Me dijo que estaba conforme e ha hecho la mitad de la catequesis, no ha podido hacerlas todas porque es médico y trabaja fuera de la ciudad. He experimentado como el Señor me daba fuerzas para decirle esto, es decir, que él era muy importante para mí pero que yo tenía algo aún más importante. 


Kiko: ¿Experimentas también que el Señor te da fuerzas para aceptar a tu padre y a tu madre?


H.: A mi madre la soporto mejor porque soy más libre con ella, puedo discutir con ella, y con mi padre, no. En el segundo escrutinio me dijiste que estaba muy unida a mi padre y me di cuenta de que es verdad, con el siempre estoy bien, nunca le echo cosas en la cara; si dice "vamos para aquí o para allá" yo siempre salgo muy contenta...


Kiko: ¿Estás dispuesta a predicar?

H.: Tengo mucho miedo.

Kiko: ¿Dispuesta a que Jesús te acompañe a las casas, a perder la vida, a ser testigo de la resurrección?

H.: Sí.


**

 

Kiko: ¿Tú estabas ciego?

I.: Antes del camino yo estaba ciego y lo que no veía por ningún lado era que yo fuera un pecador. Algún pecado cometía pero lo confesaba y seguía adelante, sin embargo veía mucha hipocresía en el mundo y en los demás, mucha decepción. Yo me creía que era buenísimo, pero no le veía ningún sentido a la vida.

Kiko: ¿Y cómo te ha abierto los ojos?

I.: Bueno, entrando en el camino, a través de la escucha de la Palabra de Dios. Ahí he visto que tenía los mismos pecados que veía en los demás, es más, muchos más y mayores.

Kiko: ¿Qué pecados?

I.: Yo era más falso, más fariseo... mucho más que los demás.


Kiko: ¿Sobre estos pecados se ha manifestado la gloria de Dios?

I.: He visto que Dios no tiene en cuenta estos pecados y me los ha perdonado.

Kiko: ¿Puedes decir "Feliz culpa" en el sentido de que gracias a que eres un pecador has visto la misericordia de Dios sobre estos pecados concretos?


P: Sí, Dios me lo ha mostrado, me ha hecho experimentar estos pecados y me los ha perdonado. Me ha mostrado a Jesucristo que murió, siendo inocente, por mí.


Kiko: ¿Estás agradecido al Señor?


I.: Sí.

Kiko: No sé si te das cuenta de que en el mundo no hay nada "gratis"... que si Jesucristo no hubiera muerto por los pecados, ningún pecado sería perdonado. En el mundo nada se perdona, "ojo por ojo, diente por diente".


Nosotros no podemos cambiar nuestro carácter, no podemos tener un sentimiento bueno.


Si una persona cometió un crimen hace cincuenta años en la guerra, hoy lo van a buscar y le tiran tres tiros en la cabeza; a los que te hicieron algo malo hace veinte años, si puedes ¡hoy se lo haces pagar!


Hemos hecho del Espíritu Santo una gracia de poco valor. Tú has sido un soberbio, has detestado a los soberbios y el Señor no te ha detestado a ti. Sin embargo, se burlan de Jesucristo en la cruz: “¡Baja de la cruz!" con una crueldad bestial.


Piensa en lo que significa morir crucificado con clavos en las muñecas (porque en las manos se habrían arrancado); los tremendos dolores que tuvo que sentir, y no sólo desde el punto de vista humano. Ya sabéis que morían por asfixia, un suplicio atroz: tenían que ponerse de puntillas, sino se quedaban sin oxígeno, no podían respirar por el peso de su cuerpo. Dicen que no había suplicio mayor escogido por los romanos para someter a los pueblos. Roma estaba convencida de que esta muerte era una ignominia tan grande que no se permitía que ningún romano muriera así, y si alguno era condenado a morir, no podía ser crucificado. Tal castigo solo podía ser infligido a aquellos que ni siquiera eran considerados hombres. Era una muerte denigrante.


No podemos entender esto, es inexplicable. Sólo los grandes místicos y los grandes santos han visto hasta qué punto sus corazones se han inflamado de amor. Ha habido santos que sintieron fuego en el corazón, tuvieron fenómenos místicos y quemaron sus camisas. No recuerdo qué santo tuvo que tirarse al suelo porque no podía soportar el fuego que le producía el amor por Jesucristo y los demás no podían tocar su pecho porque ardía. El Señor debe concedernos el amor, es el amor el que nos hace santos.


Hay una etapa del camino neocatecumenal en la que no sentirás nada, ni amor ni nada y tendrás que caminar sin sentimientos: es lo que los místicos llaman la "noche de los sentidos". Porque mientras hagamos las cosas porque "sentimos" somos como los paganos, es decir, hacemos las cosas porque "me gusta" o "no me gusta" y así no se puede seguir. Llegará un momento en que el Señor te da un grado de fe y te quita el sentimiento, entonces empiezas a hacer las cosas no por amor a ti mismo (porque sientes placer y gusto en hacerlas) sino porque es la voluntad del Señor manifestada y esto te hace crecer.

Pero el Señor no te deja ahí; después se entra en un período en el que se comienza a sentir de otra manera, no en el sentimiento sino de un modo más profundo. Se llama la vía unitiva, iluminativa, en la que se siente una unión grande y profunda con el Señor; y de ahí se pasa a la felicidad, a sentir una paz, una quietud y una gran sencillez. El Señor nos llama a experimentar esto en la vida.

¿Tú estás convencido hoy del amor que Dios te tiene? Sólo el Espíritu Santo te puede decir esto: que Dios es tu Padre, que es tu Papá; que aunque vivas cosas que no entiendes, Dios las permite para tu bien; ¡y que Él puede sacar el bien del mal!


El mal de los demás Él lo transforma en bien para los que Le aman. Si alguien está haciendo algo para destruirte, Dios lo transforma en lo contrario.


Y lo que hicieron con Cristo, y Dios cambió el mal en bien, para que todo contribuya a nuestro bien, Por eso dice el salmo: “He esperado en el Señor”, y otro salmo dice: “Espera en Dios, no te exasperes, que no suceda que por pecar quedes excluido”.


La Escritura siempre nos invita a esperar en el Señor, cuando hay un momento en que sufrimos y nos parece que el otro no nos ama, o cuando no entendemos lo que nos sucede, ¡esperamos en el Señor! ¡Confía en que Él actuará, no te exasperes, no peques, no murmures del Señor! No pequéis y no os apoyéis en un ídolo porque ya habéis visto que no os da la vida.


I.: Sí.

Kiko: Antes de hablar con tu mujer, te diré algo. La dificultad que tienes con tu mujer se debe a la falta de humildad por tu parte; tú no has visto hasta qué punto eres orgulloso, porque aún eres muy perfecto y tienes que aprender a perdonar.

*

 

Kiko: ¿Tú estabas ciega antes del camino?


L.: Sí, yo me sentía pecadora, era consciente del pecado pero no sabía que Dios me amaba así; no conocía la misericordia de Dios, trataba de ser perfecta incluso para Dios, iba a misa todos los días, me levantaba muy temprano para ir antes del trabajo, siempre tratando de ser perfecta.


Kiko: ¿Cuándo se te abrieron los ojos?

L.: En las catequesis no me di cuenta de muchas cosas. Después, con el camino en la comunidad, fui comprendiendo.

Kiko: ¿Te ha puesto barro en los ojos? ¿Ha hecho que te veas pecadora?


L.: Ahora sí. He llegado a tener miedo de mí misma al ver lo que había en mi corazón. He envidiado a algunas personas hasta el punto de desearles el mal y esto me hacía sufrir mucho. Vi que había pasado todo el verano con un sentimiento de envidia enorme; cuando hacemos catequesis, pasos, convivencias, veo que estoy muy cerca del Señor, y sin embargo me quejo de cansancio; la Palabra de Dios me ilumina mis pecados y veo como el Señor tiene misericordia de mí. Este verano he visto el sufrimiento que me produce estar separada de Él. Por eso entré a la convivencia con mucha alegría.


Kiko: ¿Has experimentado a través de tus pecados que Dios es capaz de amarte? ¿Que tus pecados matan a Dios y el Señor te devuelve el bien? ¿Te sientes hoy amada por Dios?

L.: Sí, también esta mañana he tenido una experiencia que me ha hecho sufrir mucho. Me molesta mucho que me juzguen y que mi suegra me diga: “¡Todos los días sales! ¡Todos los días esto! ¡Todos los días aquello!”. Ayer dejé a los niños organizados según mi criterio y nos fuimos a preparar la catequesis; sucedió que uno se levantaba, el otro lloraba... Lo usual. Pues me ha reprochado esta mañana como si nosotros abandonáramos a los niños: "Hacéis lo que os da la gana..." etc. Y me mata este sermón cotidiano; y luego se me quemó la comida...


Kiko: Tú en la convivencia estabas contenta. No sé si te das cuenta de que después de la convivencia todo el mundo ha sido tentado, sobre todo las parejas.


Pero mira, ¡te equivocas con la madre de tu marido! y... tú no lo sabes. ¡Te lo digo yo! Tienes que ir a predicar y el Señor te tiene que purificar.


Inmediatamente después de la convivencia, el Señor ha permitido una serie de cosas, demonios que otros no tienen, que tienes tú. Quizás en otro momento tu suegra te diga lo mismo y tú lo aceptes. Todos caéis en el error cuando dejáis de ver a Dios en los acontecimientos cotidianos. ¿Cuántas veces tengo que repetir lo mismo? David, mientras está huyendo, es insultado por Semeí de la casa de Saúl: “¡Asesino! Tú mataste a Saúl: ¡ya verás!”. Los que estaban con David le dicen: "¿Quieres que vayamos a matar a ese perro que te está insultando?", pero él responde: “¿Y si Dios le ha dicho que me insulte? ¿No veis que hasta mi hijo me quiere matar? Dejad que me insulte. Quién sabe si Dios se apiadará de mí”.


Esta es la imagen, en la Palabra de Dios, de lo que es el sentimiento de amor. Cada vez que tú, en un acontecimiento que te suceda, no veas en él la voluntad de Dios que lo permite, estáis fuera de su voluntad.


No es la madre de tu marido, es el Señor quien te está haciendo ver que eres una perversa, que vas a una convivencia que te da un poco de paz y luego quieres tu comodidad. ¿Qué pasa con el resto? Tienes que combatir y combatir significa una lucha.


Mire, si uno es embajador tiene que vivir un año en un lugar, luego lo mandan a otro lugar y nadie dice nada. Mi hermano, por ejemplo, es ingeniero en una fábrica y nunca está en casa, solo regresa los sábados a ver a sus hijos, que son cuatro. Como tiene un cargo maravilloso, se va a Suiza y a otros lugares, todos están contentos, nadie dice nada, ni mi madre ni mi tía: ¡nadie!


Todo el mundo dice: “¡Qué coche tan grande tiene! ¡Qué casa, qué trabajo!”. Y durante siete días no ve a sus hijos. Pero si dejas a tus hijos por predicar el evangelio, ¡ya verás lo que te dicen! Son mentiras, y siempre te va a pasar.


 Pero espera un momento: el Señor espera que tú aceptes la injusticia de tu suegra, que la aceptes en silencio. Al decir 'tu suegra' también digo tu esposo, los hermanos, la gente. Lo que el Señor espera es que tú te conviertas. Después de tantos años que llevas aquí, ahora es el momento de que empieces a no pensar solo en tu propia comodidad, sino que empieces a cargar con los pecados de los demás. Por eso el Señor tiene prisa, y todos habéis estado más o menos tentados para ver cómo respondíais. De lo contrario, ¿qué ibas a predicar? Si tan pronto como alguien te dice una cosita tú saltas y te revuelves, ¿qué pasará cuando la gente te haga injusticias graves?


¿Estás dispuesta a predicar a Jesucristo? ¿Le has pedido perdón al Señor? ¿Has aceptado esto, entiendes que el Señor lo ha permitido porque tiene que poner barro en tus ojos, tiene que hacerte ver que no estás convertida, que tienes una duda terrible, que lo que el Señor ha hecho contigo tú no quieres hacerlo con los demás? El Señor tomó tus injusticias y guardó silencio, recibió tus bofetadas todas las veces que rompiste el amor, que murmuraste, que criticaste a los demás a tus espaldas, que te enojaste, ¿cuántas veces has destruido el amor en los demás? Jesús, que es Amor, no te ha pagado con la misma moneda y está esperando que tú hagas con los demás lo que Él ha hecho contigo.

 Y no sólo lo deja a tu voluntad sino que te da su Espíritu Santo. Bueno, somos tan orgullosos que no queremos ni su Espíritu, resistimos porque no queremos cargar con la injusticia, no queremos cargar con los pecados de los demás, no queremos amar en la dimensión. de la cruz; no queremos ser cristianos si ser cristianos significa de alguna manera desacomodarnos.


Y no nos damos cuenta de que la cruz es la vida, que amar es la felicidad. Es como un umbral que nos cuesta cruzar. No podemos soportar la injusticia, y tienes que soportar la injusticia de tu marido, que se cuestiona tus intenciones y te juzgas injustamente. Debes aprender a ofrecer esto a Jesucristo sin que nadie lo sepa, sin llorar (que siempre es una táctica para defenderte), sin que nadie lo sepa. De lo contrario no eres cristiana, porque esto es amar.


¿Estás dispuesta a perder tu vida por predicar el evangelio?

L.: Sí.

*

Kiko: ¿Cómo te llamas? ¿Tú estabas ciega antes del camino?

M.: Sí, estaba ciega, pero no sabía que estaba ciega, no conocía mi pecado. Veía que la gente era pecadora pero yo no, porque me portaba bien, rezaba mucho, iba a misa. Nunca había experimentado la misericordia de Dios. Escuchaba hablar sobre el perdón de los pecados y me confesaba, pero sentir el perdón de los pecados, ¡esto nunca!


Kiko: ¿Cómo te abrió los ojos el Señor?

M.: Poniéndome barro, llevándome a un catecumenado por su gracia. Como yo no me veía necesitada de absolutamente nada, no entendí casi nada en la catequesis, ¡solo que no moría! Pero como no me sentía muerta, pasaba mucho tiempo acompañando a mi esposo solo para estar a su lado. Pero no sé en qué momento del camino comencé a darme cuenta de que la palabra me juzgaba.


Kiko: ¿Todavía te quedas dormida?


M.: No. Esto no quiere decir, sin embargo, que a veces no me amodorre un poco porque duermo cuatro o cinco horas al día; pero en el corazón no me duermo.


Kiko: ¿Cuál es el barro que te ha puesto? ¿Tú cómo eras?

M.: Yo soy una persona que, si supiesen como soy, sería despreciada por la gente: soy envidiosa, orgullosa, me hago un ídolo de cualquier cosa, excluyo a Dios como el primero y me voy tras los ídolos. Soy justiciera, soy avara, soy asesina, etc.


Kiko: ¿Has experimentado que el Señor te ha amado muchísimo?

M.: Sí, porque de lo contrario no me hubiera permitido verme así. Y si Él no hubiera estado a mi lado y no me hubiera amado, yo me habría pegado un tiro, no lo hubiera soportado.


Además, he podido experimentar que me amaba al sentir el perdón de los pecados; he podido entender, después de muchos años, después de haber hablado mucho sobre la conversión, qué es la conversión. Recuerdo que Carmen me dijo en la Iniciación a la oración: "¡Tú conviértete!" y yo pensaba: “¿Qué será convertirse?”. He podido experimentar que Dios te lleva a lo largo de tu vida y te hace pasar a otra órbita, aunque sea por un momento, y te hace ser otra. He experimentado esto tan profundamente que solo aquellos que lo han experimentado pueden entenderlo.


Kiko: ¿Estás dispuesto a predicar esto? ¿Ves que Dios te ama en tu historia? 


M.: Si.

Kiko: ¿Cómo te llamas? ¿Estabas ciego antes del camino? ¿Qué no veías?

N.: Yo no veía el amor de Dios en mi vida, me veía bueno y no podía amar a los pecadores porque yo no me sentía pecador.

Kiko: ¿Y cómo te ha abierto los ojos el Señor?

N.: Poniéndome en esta comunida. Se me ha abierto un camino de esperanza a partir de la convivencia, justo antes de las catequesis; después, cuando ya estaba en el camino, poniendo delante de mí el pecado.


Kiko: ¿Y tú cómo eras?

N.: Profundamente envidioso, incluso murmuraba de Dios y juzgaba a los otro.


Kiko: Tú viste que no tenías en absoluto este amor: y sobre estos pecados, sobre tu ceguera, se ha manifestado la gloria de Dios ¿Cómo?

N.: En primer lugar, en mi matrimonio, en sentirme profundamente perdonado por mi esposa cuando yo no hubiera merecido ningún perdón. Veo también que el amor de Dios se manifiesta en mi vida -por ejemplo- con el equipo con el que estoy catequizando, sobre mis pecados de juicio y sobre otras cosas: veo que se manifiesta el amor y nos da comunión en el equipo y nos permite amarnos. Incluso en la comunidad veo que aunque yo sé quién soy no me siento rechazado por nadie ni por ti.


Kiko: La Iglesia te ha perdonado tus pecados, te has sentido perdonado por Jesucristo. Jesucristo está presente a través del sacramento del matrimonio en tu esposa, en el hecho de que te sientes perdonado; está presente en el equipo, en la comunidad que te perdona; está presente en el Camino Neocatecumenal que, al hacerte revivir tu Bautismo, te lava, hace que te despojes del hombre viejo, te lo va quitando. 


Y has experimentado que te da su Espíritu por medio de la Eucaristía, a través de la penitencia, a través de los Sacramentos. Has tenido la experiencia de empezar a perder tu vida dando catequesis, perdonando a tus enemigos. ¿Estás dispuesto a ser testigo de lo que Dios ha hecho contigo?

N.: Sí

*

Kiko: ¿Cómo te llamas? ¿Cómo te ha abierto los ojos el Señor?

O.: A través de la Palabra de Dios. He podido experimentar que soy un envidioso, celoso, un idólatra, un burgués.


Kiko: ¿En tus pecados, Dios te ha mostrado su misericordia?

O.: Sí, yo lo he visto, lo he experimentado muchas veces. Veo que soy un pecador, he visto a través de mis pecados el amor de Dios en mi vida.

Kiko: ¿Estás convencido de que Jesucristo ha muerto por tus pecados y que Dios lo ha resucitado para que después tú puedas pedirle perdón? ¿Has experimentado este perdón?

O.: Sí. Por supuesto.

Kiko: ¿Estás dispuesto a decírselo a la gente aunque se rían de ti, aunque te cueste?

O.: Si, además he visto un milagro.

Kiko: Háblame de ese milagro que has visto.

O.: Terminamos la convivencia de la Traditio. El lunes fui a la fábrica (el jefe de la fábrica es mi hermano, que sabía que había ido a Madrid a una convivencia; mi hermano me ataca constantemente y esto repercute incluso en mi salario y con los compañeros de trabajo ante quienes me deja en ridículo). Ese día tenía que ir a Inglaterra por unos asuntos impostergables con un cliente muy importante, y veía que ni el martes ni el miércoles iba a poder estar en Barcelona. Empecé a orar con angustia y tomé la decisión de jugarme el empleo. Estaba decidido a hablar con los gerentes cuando llamó por teléfono un cliente mucho más importante que el otro: mi hermano me llamó con urgencia y me dijo que no podía irme de viaje y que cancelase todas las citas. Fui al baño y lloré de emoción porque el Señor, de la manera más sencilla, cuando no había solución… Vi el poder de Dios, vi que existe verdaderamente.


Kiko: El Señor te lo ha concedido no porque hayas orado sino porque viene muchas veces a buscar un fruto; te pone a prueba para ver si te juegas el puesto de trabajo, y si estás dispuesto a jugarlo ya no es necesario probarte ahí. El Señor hace con nosotros lo que hizo con Abraham: “Ve, toma a tu hijo y sacrifícamelo” y cuando ve que Abraham es capaz de esto envía a un ángel para que detenga la mano con el cuchillo. Dios no quiere que te quedes sin trabajo, lo que quiere es que lo ames a Él sobre todas las cosas.

Kiko: ¿Cómo te llamas? ¿Estabas ciega antes del camino?


P.: Sí; no veía el amor de Dios porque tenía muchos traumas familiares. He visto, a través de este tiempo, que era ciega de nacimiento, muy resentida contra mi historia; una de las cosas que me hacía ser así es mi defecto físico, me fastidiaba mucho tener un “complejo de fea” frente a los demás. Recuerdo haber sufrido siempre una soledad enorme, una sensación especial, constante de llanto interior, una cosa angustiosa. Y un año antes de entrar en la comunidad murió una persona muy querida para mí y esto me hizo abrir los ojos.

En el catecumenado el Señor me ha puesto barro en los ojos. Yo antes ni siquiera era una persona, estaba completamente bloqueada. Lo impresionante que he vivido ha sido el verme amada por Jesucristo cuando me portaba mal, sentirme amada cuando me portaba mal.

He visto el amor de Dios, esto me ha impresionado mucho y hoy estoy muy agradecida al camino. Estoy agradecida porque he visto que Jesucristo me ha sacado de la muerte y esto es como un sello que nunca se podrá cancelar. He visto en el catecumenado muchos acontecimientos que han sido barro en los ojos, el hecho de que yo era tan soberbia y que en el fondo me creía muy buena y pensaba que todos eran injustos conmigo. He visto que hubo un momento en que me refugié en el sexo, me enamoré y estaba encelada; me humilló de una manera espantosa, me pareció increíble que yo pudiera caer en eso. Pero a través de este acontecimiento, a través del odio, los celos, la envidia, etc., comencé a ver que tenía gente a mi alrededor. Este hecho ya me había hecho bajar la cabeza, me había hecho ver que no vivía sola (¡una especie de monstruo!), sino que había gente a mi alrededor que sufría, que tenía problemas, etc. Quiero decir que esto es lo que me está abriendo los ojos, es decir, cada vez que el Señor ilumina más mi pecado veo mejor lo que me rodea.


Kiko: ¿Has experimentado que Dios te ama, que ha muerto por tus pecados y ha enviado a Jesús que está vivo en la Iglesia (que es su cuerpo, porque a Jesucristo no se le puede ver) y viene y te habla? Cristo está vivo en la Iglesia con una Palabra que profetiza. ¿Has visto lo que profetiza?

P.: Sí, por eso, a la pregunta "¿Qué dices de este hombre?", he respondido: "Es un Profeta porque todo lo que me ha dicho se está realizando en mi vida". Veo que el Profeta es el que hace prodigios y señales, veo que esto es cierto. Y no solo conmigo sino con todos los hermanos de la comunidad. El Señor me dijo: "Ve a la piscina de Siloé y lávate" y veo que en la obediencia a la Iglesia el Señor está haciendo maravillas.

Kiko: ¿Estás dispuesto a testimoniarlo?

P.: Sí.


Kiko: ¿Tú estabas ciego antes del camino? 


Q.: Mi concepto de la vida era completamente contrario, creía que la vida consistía en estudiar mucho, casarme, tener dinero; en todo esto.

Kiko: ¿Tienes novia?

Q.: No.

Kiko: ¿Por qué? ¿Estás pensando en ser sacerdote?

Q.: No, he estado antes en el seminario, pero me echaron.

Kiko: ¿Cuánto tiempo has estado ahí?

Q.: Hasta los dieciocho, durante seis años.

Ojalá tuviera novia, pero las circunstancias no me lo permiten, por falta de tiempo. Veo que en el Camino, con tantas catequizaciones y otras cosas, no puedo reunirme con mis amigos (¡los que me quedan!) y esto hecho me hace perder la posibilidad de conocer a una novia. Esto me ha hecho sufrir bastante.


En cuanto a ser ciego, tenía la idea de que la vida me venía del afecto de los demás, de ser bueno para complacer todos. Yo pensaba que valía mucho.

Kiko: ¿Cómo te abrió los ojos el Señor? 


Q.: Me ha puesto mucho barro en el Camino. He descubierto la capacidad que tengo de odiar y rechazar a las personas, porque no las aceptaba. Esto lo he descubierto en el Camino, antes del primer escrutinio, después e incluso ahora.


Kiko: Tú no tenías dentro amor. ¿Has experimentado que Dios te lo da?

Q.: Lo he experimentado en una cosa concreta: que me permite permanecer en este camino.

Kiko: ¿Has experimentado el perdón de los pecados?

Q.: Sí, en esto: que a pesar de mis pecados y de lo dicho antes, me siento perdonado.


Kiko: Ahora, ¿odias, detestas a alguien?

Q.: En serio, creo que no.

Kiko: ¿Qué significa "en serio"?

Q.: Por ejemplo, en mi familia desde que murió mi padre sufro mucho, porque mi madre está muy sola, mi hermana es una neurótica y me hacen la vida imposible. Sufro muchísimo con ellas. No las odio en el sentido de que las rechace o quiera irme de casa, no en ese sentido. Veo que esta situación me ha hecho sufrir más que nada por mi pecado y no tanto por el de ellas.

Kiko: ¿Qué pecado?

Q.: Me gusta tener una vida muy independiente, hacer mis cosas. Entonces me hace sufrir que los demás me pidan afecto, en especial mi hermana que es tan neurótica, y mi madre que exige que asuma la responsabilidad que tenía mi padre. Entonces este afecto que me piden me destruye.


Kiko: Pero ¿tú no eres una persona que no ama a nadie?

Q.: ¡Cierto! No amo a nadie.

Kiko: ¿Cuándo empezarás a amar? Porque Jesucristo te está dando su Espíritu para que tú aprendas a amar. ¿Por qué te resistes al Espíritu del Señor? Porque no quieres perder tu vida, te lo digo yo. Y ¿por qué no quieres perder tu vida?

Q.: Bueno, ya he dicho cómo pensaba antes del camino, que quería estudiar mucho, quería irme a estudiar al extranjero. El Señor me ha puesto en un camino que me lleva en la dirección opuesta. Quería casarme con una mujer hermosa, vivir en París estudiando piano, pero me encuentro aquí sin novia y enseñando en este colegio que pone delante toda mi vida religiosa. ¡Todo lo contrario! He visto en esta historia que el Señor me ha obligado a renunciar a sus proyectos y perder mi vida, me ha puesto en la evangelización. Estoy en lucha porque por un lado veo que Dios me ha llevado a través del camino y por otro veo que el hombre viejo me hace querer todo lo que he dicho antes.


Kiko: Tú aún tienes algunos sueños y algunos proyectos que no quieres perder. ¿Qué proyectos? ¿Como artista, como poeta?

Q.: Sí, me gusta mucho el piano y pensaba, al terminar los estudios, dedicarme de lleno a esto. Me parecía que esto era la vida. Pero quiero decir que he experimentado que la vida no está en esto. El Señor me hace ser catequista y en esto me hace quedarme, para que no pueda estudiar piano ni buscar novia, absolutamente nada.


Veo que con esto el Señor me bendice, pero muchas veces deseo otras cosas: estoy en una profunda lucha interior. Quiero decir que en el fondo no he tomado una determinación seria en mi corazón, tengo la impresión de que no he dicho "¡basta!" y que el Señor me da avisos que me llevan por otro sitio. Ha habido momentos en el camino en que no sabía qué hacer y me aferré a la obediencia. En la iniciación a la oración estaba muy mal porque había estado en el seminario y rehusaba todo lo que me recordaba esa etapa. Empezar a rezar las Laudes de nuevo me resultaba insoportable. Vi que por la astucia del hombre... Me di cuenta de que aquí está la verdad y por eso el Señor me ha concedido obedeceros, a mí que nunca pude obedecer (por eso me expulsaron del seminario). Ante la indecisión, me aferré a la obediencia a los catequistas y me fue muy bien. Luego he entendido lo que antes negaba: voy a rastras, pero siento que si me resisto es porque aún no he tomado una decisión.

Kiko: Por eso te dije antes que tenía que hablar contigo, porque te sucede un poco como a ese hermano al que le dije que tenía espíritu burlón. Lo llamé a conversión seriamente y lo hice esperar. ¿Tú necesitas una conversión? El Señor está luchando contigo como luchó con Jacob, pero tú lo resistes. Debes dejarte vencer por el Señor, debes decirle: "Haz conmigo lo que quieras". ¡Tal vez Él quiere que seas itinerante o que seas sacerdote o misionero en Tailandia! Debes tirar por la borda tus planes y decirle absolutamente al Señor: “Haz conmigo lo que quieras”, porque si el grano de trigo no muere no da fruto y tú no quieres morir. Y si no pierdes tu vida, no la encontrarás.


Por el momento no te dejo ir a predicar, porque un gorrión atado a un hilo o una cuerda muy gruesa es lo mismo, ¡no puede volar! Muchos hilos que te ataban a la vida se han roto, pero aún tienes uno que no quieres desatar y esto te hace profundamente infeliz, siempre estás en la sombra y se nota. Y el Señor te ama, te está llamando y tú le estás resistiendo por estúpidas contemplaciones narcisistas que arruinarán tu vida, porque estás envejeciendo y la vida se te va. Basta que te pongas delante del Señor y le digas: “Señor, desde hoy haré tu voluntad. ¿No debo casarme? Bien, ¡no me caso! ¿Quieres que sea sacerdote, que sea itinerante? ¿Quieres que me case? ¿Quieres que esté en esta escuela? Te consagro mi vida”. Solo así lo encontrarás.


Te haré la Traditio, estarás en la entrega del Credo con los demás. Pero en estos meses que te dejaremos esperar, espero que aprendan a combatir, a rezar, para que cuando regresemos puedas ser enviado. Que el Señor te dé un golpetazo en la cadera. Porque tienes el peligro, si te encallas en esta situación, de no salir más de la concha; nunca saldrás de ti mismo y te irás marchitando, tu corazón se secará y ya no encontrarás esposa porque nada será suficiente para ti. Nunca será lo suficientemente hermosa, ni lo suficientemente inteligente ni lo suficientemente artista, porque cada vez estarás más vacío y más y más necesitado de que te llenen más. ¿Entiendes lo que te quiero decir?


Kiko: ¿Cómo te llamas? ¿Estaba ciego antes del camino?

R.: Sí, no veía la misericordia de Dios en mi vida: por mi pecado no veía que Dios me amaba. No veía posible que yo pudiera aceptar la voluntad de Dios que era tan diferente a la mía. No veía que mi pecado pudiera hacer daño a todo el cuerpo de la Iglesia; aunque me dañaba a mí.

Kiko: ¿Cómo te abrió los ojos el Señor?

R.: En las catequesis iniciales, en la primera que fue precisamente la del ciego y la piscina de Siloé. Yo lo entendí de esta manera: que venía un señor de Madrid (muy gordo, a mi parecer) y me metía en una comunidad donde no se hablaba catalán, y que esa era mi salvación. Y esto lo entendí; ni siquiera ahora lo comprendo, pero luego lo entendí, ni siquiera sé cómo. Yo era nacionalista, separatista y todo lo que quieras y en esta catequesis del ciego, de Siloe, entendí ese día lo que he dicho antes. Al principio estaba mal porque no me atraía ir a lavarme a una piscina tan poco atrayente, pero ha sido mi salvación.

Kiko: A través del camino, ¿se te ha puesto barro? ¿Has visto tus pecados? ¿Hoy, ves el amor de Dios en tu vida?

R.: Sí, yo me siento amado por Dios en mi matrimonio. Estoy convencido de que en todos los acontecimientos de mi vida Dios está actuando.


Kiko: ¿Estás convencido de que Dios está actuando, que no cae una hoja de un árbol sin que Dios lo permita, que todos los cabellos de tu cabeza están contados, que Dios te conoce perfectamente y también en una discusión que tengas con tu esposa Dios está presente y te está hablando?


¿Estás dispuesto a predicar el evangelio?

R.: Sí, estoy dispuesto; tengo miedo, pero es normal. Una cosa que he pensado mucho es esto: si físicamente soy un leproso y Dios me lava, pues salgo a la calle sin esperar a que me lo digan, ¡salgo de inmediato! Y desde hace unos días viene a mi mente esto: "¿Cómo es posible que yo diga que no veía, que ahora veo y me guarde este hecho para mí solo?". Veo que en esto está el demonio que me dice: “¡Déjate de cuentos! Ya hace mucho tiempo que ves y... no ha pasado nada". Yo creo que lo que me falta es que me envíen; me falta el Espíritu, la fuerza de la Iglesia.


Kiko: Quieres ser enviado, ¿no? De alguna manera estoy seguro de que has empezado a hacerlo, has hablado de la comunidad, has dado algún testimonio.

*

Kiko: ¿Cómo te llamas? ¿Qué es lo que no veías antes del camino? 


S: No veía mi pecado, mi egoísmo, mi orgullo. No veía que no sabía amar a nadie y siempre estaba contenta conmigo misma. No veía que Dios me amaba ni que Él tuviera algo que ver con mi vida.

Kiko.: ¿Cómo te ha abierto los ojos?

S.: A través de la comunidad, la Palabra, los hermanos; a través de cada paso del camino he ido viendo mi pecado.


Kiko: Y ¿sobre estos pecados se ha manifestado la gloria de Dios?

S: Creo que Dios puede liberarme.

Kiko: ¿Qué pecados has visto en el camino?


S: Que soy muy egoísta, que soy incapaz de amar, que soy intransigente. Me está poniendo barro de continuo a través de mis hijos, específicamente con mi hija mayor; antes peleábamos mucho más, ahora veo que puedo amarla.


Kiko: ¿Has experimentado que Jesucristo ha muerto por tus pecados?

S: He visto a través de muchos hechos que Dios me ama, pero sentir que Dios me ha perdonado, tener este sentimiento, no.


Kiko: ¿Tú has estado en la convivencia? ¿Te has confesado? ¿Has experimentado el perdón?

S: Sí, pero no es un sentimiento.

Kiko: ¡De hecho no debe ser un sentimiento! Es el Espíritu quien te dice que Dios te ama: si no te sientes perdonada, ¿cómo experimentarías que Dios te ama?

S: En algunos hechos veo que Dios me ama.

Kiko: Sientes que Dios te ama, ¿que te ama aunque seas malvada?

S: Sí.


Kiko: Entonces ¿por qué no sentirte perdonada? El Señor ha quitado tu pecado de ti. ¿Tienes al Señor adentro ahora? ¿Has experimentado que el Espíritu del Señor hace que ames a tu hija cuando ella se equivoca, te hace amar a tu esposo aunque sea un pecador?


S: Sí, esto sí que lo veo.

Kiko: ¿El Señor te ha enseñado a perder la vida? ¿Eres la misma persona que eras cuando entraste en el camino?


S: Espero que haya cambiado algo.

Kiko: Durante estos ocho años, ¿no has aprendido a quererte poco a poco, a perdonar, a aceptarte a ti misma? Antes tenías escrúpulos horrendos, dudabas constantemente y eras una incrédula, constantemente; ahora ya no eres tan así, ¿verdad?


S: Yo creo que algo ha cambiado.

Kiko: En el segundo escrutinio tú dudabas del amor de Dios.


S.: Sí. Ahora menos, pero a veces no entiendo algunas cosas. Por ejemplo, el miedo que tengo a la muerte; tengo miedo de ser castigada, de condenarme, de ir al infierno. No sé, no puedo explicarlo. No me ha liberado de esto: me pasa según los días. Un día pienso que sí, pero a veces leo una lectura de la Escritura y me trastorna, según la lectura que me salga. No sé por qué me pasa esto a mí y no les pasa a los demás.


Kiko: Tú estabas con las monjas cuando eras pequeña, tenías pánico al infierno.


S.: Sí, en mi niñez sólo veía esto: Dios como juez que viene a darte un palo y nada más. Ahora veo que el Señor me cuida; por ejemplo, cuando preparaba las lecturas del domingo, una lectura fue un milagro para mí, me dejó contentísima. Muchas veces tomo la Escritura y me sucede algo incomprensible, o sea, algo me responde en ese preciso momento: entonces veo esto como un milagro y veo que Dios interviene y me está amando en este momento. Pero esto lo veo en ese momento e inmediatamente después vuelvo a mis miedos. Leo: "Dad de comer al hambriento y de beber al sediento" y luego habla de una maldición, y yo veo que ¿en mi vida no aplica? entonces me quedo angustiada y asustada.

Kiko: TÚ no puedes interpretar las Escrituras sola, para eso está la Iglesia. Porque el demonio te puede hacer interpretar muy mal la Escritura, porque él la conoce...

S: Estaría contenta si supiera que esto es una cruz. ¿Podría ser esto una cruz?


Kiko: ¡Ciertamente sí! Ya deberías saberlo. ¿Por qué el Señor permite que tú tengas esta neurosis, este pecado? ¿Por qué?


S: Porque si no, aunque por otras cosas, yo no estaría aquí. Porque estoy tratando de liberarme de esto, llevo mucho tiempo con el psiquiatra y no me hace nada.


Kiko: ¿Jesucristo es la manifestación de Dios a los pecadores? Tú eres una orgullosa porque no aceptas sentirte pecadora; lo peor es que tienes una neurosis de tipo X desde que eras pequeña y necesitas el castigo de tu padre para sentirte amada, es decir, que tu padre se preocupe por ti amándote o por lo menos castigándote. Supongamos que tú tienes una enfermedad mental porque tenías celos y envidia de tu hermana, porque tu padre era una persona importante que nunca estaba en casa, por varios motivos.


Aquí te sucede algo extraño si sigues aferrándote a esto como si no quisieras aceptar la historia pasada. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo? Sin embargo, ya deberías haber dejado tu historia pasada. Debes aceptar que no debes tu vida a la carne ni la sangre de tus padres, sino a Jesús que ha dado su sangre por ti siendo tú pecadora, porque eres muy pecadora. Pero bendito pecado que te ha llevado a encontrar en Jesús un amor tan grande.


Te refugias en tu historia pasada para continuar un poco tu infancia, como una niña tonta: hay una zona en ti que no querrías que creciera y esto te es un impedimento para el don de la sabiduría. Tú deberías tener conocimiento de Dios, de sus misterios, más grande y más profundo. En todos los sentidos estás mejor: pero aún estás a mitad de camino... Imagínate que aunque has visto las obras de Dios todos los días te cuesta aceptar que Dios te ama, debes pensar que te castiga. Dios está permitiendo que tú tengas este demonio porque tienes que combatir contra él. Porque Dios está esperando algo de ti: se libre. Él está esperando que destruyas esto y mires a Jesucristo y digas: “¡Tú me has amado! ¿Cómo es posible que yo dude de tu amor, habiendo dado tu vida por mí?”. Es una blasfemia decir que la vida de Cristo no está en ti. 


Tienes que odiar a tu padre, cortar tu historia; pero no quieres, no quieres nacer de nuevo. No has odiado a tu padre, no has vendido tus bienes, estás atada a algo...

No te dejo ir a predicar.

Ahora estás pensando: “¿Ves cómo no me deja predicar? ¿Ves cómo está el castigo ahí? ¿Ves cómo me condenaré?”. Esto te gustaría que te lo dijera y si te dijera que te condenas serías feliz. En el fondo, eres malvada.


Recibirás la traditio pero esperarás unos meses para ser enviada. Y le dirás al Señor todos los días: "Tú me has dado la vida y me has sacado de la muerte". Tú niegas la resurrección de Jesucristo. Si Dios te ha enviado a Jesucristo para salvarte de la muerte, el Espíritu Santo dentro de ti -el Espíritu de Cristo resucitado que ya no puede morir y que nos permite amar al enemigo- es un amor que ¡vence a la muerte! ¡Tú te deleitas en lo negativo! Es como si estuvieras alimentando a tu demonio. ¡Mira lo positivo!


Hay una perversión en tu carácter. La llave de esta perversión la tienes tú, y no quieres renunciar a ella para dársela a Jesucristo. Tienes que aceptar ser salvada gratis, aceptar que Dios te ama muchísimo; y si niegas este amor gratuito de Dios es porque eres perversa.


Llevas mucho tiempo así; estas tonterías que dijiste, tantísimas blasfemias como la que ha dicho que te hemos aguantado...


el Señor te ha traído con cariño, con misericordia, y con ternura. ¡Ya basta! El Señor te pide un paso más. ¡Ahora puedes, se libre! Tu neurosis está mucho más aplacada. Ahora eres mucho más libre para poder comenzar a aceptar lo positivo.

Kiko: ¿Cómo te llamas? ¿Por qué estabas ciego?

T.: La ceguera mayor era el concepto que tenía del Cristianismo y el concepto de Jesucristo. Para mí, el Cristianismo era un conjunto de normas morales que había que seguir; Cristo era un ejemplo que debía imitar. Yo tenía un sentimiento de pecado continuamente, a causa de la educación del colegio de sacerdotes, etc.; sin embargo el pecado era más que nada la manifestación de las cosas, sea el sexo o la pereza o la envidia; es decir, no creía en el Dios del perdón.

Kiko: ¿No veías el amor de Dios? ¿Veías el castigo?

T.: Veía el castigo y veía el premio. Yo iba a confesarme todas las semanas y volvía contento. Pensaba que Dios me perdonaba cada vez, pero en un sentido muy diferente, muy moralista.

Kiko: ¿Cómo te ha abierto los ojos el Señor?

T.: Bueno, no con acontecimientos convincentes muy fuertes, pero puedo decir que han sido constantes durante todo el camino. No un Dios deslumbrante, sino a través de la predicación, la palabra, el camino y los hermanos. La última fue ayer: como ha dicho mi mujer, nos tocaba preparar las lecturas de la Eucaristía. Fue una maravilla, tanto la lectura del profeta como la del Evangelio. Yo tenía mucho miedo de ir por las casas, pensaba: “¡No sé si podré!”, sobre todo por respeto humano, porque me conoce todo el barrio. Me gusta pasar más o menos desapercibido y tenía una especie de terror, una sensación interior de impotencia. Pero después de la convivencia he pensado todo al revés: esto me ha sucedido siempre. “Tú eres débil pero Yo te ayudaré”; y ahora digo que sí.


Kiko: El Señor te ha puesto barro en los ojos, te ha hecho ver tus pecados. ¿Qué pecados has visto?

T.: El pecado del egoísmo. Yo no acepto lo que no pasa por mi razón, soy muy amante del dinero, de la comodidad, del aburguesamiento, del prestigio: así me lo hace ver el hermano que ha hablado antes por afinidad de profesión: mi deseo de despuntar en cosas de ciencia, tener una cátedra...

(Con esta pareja habló después de Kiko muy seriamente sobre vender los bienes, diciéndoles que el Señor los amaba mucho, haciendo que Kiko y Carmen también los amaran. Les dijeron que habían pasado el segundo escrutinio "por un pelo" en la esperanza de que en este tiempo el Señor los iluminase, ahora se les pide un signo muy serio con el que arriesguen la propia vida y la de sus hijos. Antes del rito hablaron con los catequistas y pasaron).


CUANDO HAN HABLADO TODOS LOS HERMANOS, SE HACE UNA ORACIÓN ESPONTÁNEA Y SE ANUNCIA EL DÍA DEL RITO, HABLANDO DEL AYUNO E INVITANDO A UN RESTAURANTE PARA CENAR JUNTOS DESPUÉS DEL RITO.


ESQUEMA DE LA ENTREGA DEL SÍMBOLO APOSTÓLICO


-        Monición ambiental. Canto: "Te verán los reyes"

-        Saludo del presidente

-        Invocación al Espíritu Santo (cantada)

-        Oración del presidente (R.I.C.A., 373 n.° 3 o 4)

-        Asamblea: Amén

-        Monición a la 1ª lectura

-        Primera lectura. Ex 3, 1-14; 4, 1-17

-        Comentario sobre la lectura

-        Canto: "A la Víctima pascual"

-        Monición a la segunda lectura

-        Segunda lectura. 1 Cor. 15, 1-8

-        Canto: "Oh, muerte, dónde está tu victoria"

-        Exhortación del presidente (de la Catequesis V de San Cirilo; Salterio vol. IV, pág. 437)

Entrega del Símbolo Apostólico

-        Exhortación del presidente (de R.I.C.A., n.° 186):

Entonces el celebrante les habla con estas o parecidas palabras:
- Queridos elegidos, escuchad las palabras de la fe, por la cual recibiréis la justificación. Las palabras son pocas, pero contienen grandes misterios. Recibidlas y guardadlas con sencillez de corazón.

-        Entrega del Símbolo (el Obispo, los presbíteros, los catequistas y la comunidad adulta transmite el Credo cantándolo y los catecúmenos lo escuchan)

-        Canto: "Amén, amén, amén"

-        Oración del presidente: (de R.I.C.A., n.° 98, p. 119). Con las manos extendidas ante el pecho, el celebrante dice la oración siguiente:
- Oremos.
Te rogamos, Señor,
que concedas a nuestros elegidos,
que han recibido la fórmula que resume
el designio de tu caridad
y los misterios de la vida de Cristo,
que sea una misma la fe que confiesan los labios
y profesa el corazón,
y así cumplan con las obras tu voluntad.
Por Jesucristo nuestro Señor.

-        Asamblea: Amén

Diálogo con los catecúmenos

-        Monición

-        Lectura: Rom 10, 8-17

-        Diálogo (a cada comunidad, puesta en pie, el presidente pregunta): “¿Aceptáis ser enviados por la Iglesia a predicar el Evangelio?". Respuesta:  Sí, aceptamos.

Envío

- Evangelio: Mt 10, 7-10; 12-42

- Breve homilía del Presidente

Exorcismo e imposición de manos

Presidente: "Padre Santo, te pedimos que quites de NOMBRE todo espíritu maligno, toda obra de error y de pecado, la incredulidad y la duda". (imponiendo las manos sobre la cabeza del neocatecúmeno) "Ven, Espíritu Santo, y confirma en NOMBRE la palabra de nuestra fe para que no hable con vanidad sino con la virtud y gracia con que Jesucristo ha liberado al mundo. Por nuestro señor, Jesucristo”. Respuesta: Amén.

- Canto: "El Espíritu del Señor está sobre mí"

- Oración de acción de gracias

- Paz

- Canto: "Jerusalén reconstruida"

- Bendición


Monición ambiental (Kiko)

La celebración que haremos hoy, hermanos, es muy sencilla. Es el momento en que la Iglesia quiere hacerse presente, quiere que reviváis una parte de vuestro Bautismo. Es el momento que se llama “traditio”, en el que escucharéis el Credo, el esquema de la fe, la columna vertebral de nuestra fe, lo que debéis predicar y anunciar por las casas durante este tiempo, durante este año.


Este Credo lo proclamará la Iglesia: vosotros solo lo escucharéis.


En el catecumenado primitivo no conocían esta formulación hasta este día.


Este era un día memorable para ellos, cuando la Iglesia les daba algo tan importante, la formulación de la fe. Los catecúmenos habían escuchado muchas veces el kerygma general, habían escuchado muchas veces la predicación de la Iglesia, pero desconocían esta formulación de la fe, expresada verbalmente, que a partir de este momento debían aprender de memoria y, en el momento de la 'redditio', devolver a la Iglesia.


La celebración se compone de tres partes: la primera parte consiste en la escucha de este Credo: escucharéis cómo lo confiesa hoy la Iglesia, vuestra madre, que os ha llamado a entrar en su útero, en su seno, que os está gestando y está desarrollando vuestro Bautismo.


Escucharéis hoy como vuestra Madre confiesa la fe, como una Madre que enseña a hablar al niño, que enseña a hablar por medio de sí misma. Hoy os enseñará a hablar, os cantará este Credo, así como un día lo cantaréis vosotros porque tendréis que devolverlo y proclamar este mismo Credo.

Después de escuchar el Credo habrá una lectura y la Iglesia tendrá un dialogo con vosotros porque todos los ritos que se hacen en la Iglesia, todo lo que se hace en la Iglesia se hace con libertad y no por obligación. Así que se os preguntará si estáis dispuestos a ir a predicar el Evangelio: está claro que no se podrá preguntar uno por uno, ya os hemos visitado comunidad por comunidad y os hemos hecho a cada uno el cuestionario sobre el ciego de nacimiento y si estabais dispuestos a ir a predicar el Evangelio. Entonces, si has aceptado, se os dirá: "¿aceptáis ser enviados por la Iglesia a predicar el Evangelio?". Y diréis: "Sí, aceptamos". Esto lo haréis comunidad a comunidad.


La tercera parte es la del envío propiamente dicho: primero habrá un exorcismo, una oración para implorar al Señor que se aleje de nosotros el maligno, cualquier espíritu de error y de maldad que realmente nos impida anunciar el Evangelio. Después se invoca al Espíritu Santo sobre vosotros para que os ayude y os fortalezca en esta misión de confesar vuestra fe.

er cristianos, hermanos, es ser confesores de la fe, es ser apóstoles, es participar del carisma profético de Cristo, porque Jesucristo es profeta. 


Habéis estudiado lo que significa el profeta que esperaba a Israel, este profeta del que Dios había dicho a Moisés: “El que le escuche vivirá y el que lo rechace será erradicado del pueblo”.


Este profeta de quien fue profetizado que el que le escucha vivirá. Muchísima gente no lo ha escuchado; muchos tienen la idea de que si sois buenos Dios os ama y si sois malos os castiga.


No conocen la misericordia que se ha manifestado en Jesús, y Dios quiere que lo mostréis vosotros en esta generación, porque sabéis que por el Bautismo sois profetas, sois sacerdotes y sois reyes. Hoy vais tomando conciencia de vuestro Bautismo, por vuestro Bautismo sois profetas, apóstoles, "enviados", estáis asociados a la misión de Cristo y la misión de Cristo es dar vida en esta generación a todos los hombres. Este es el profeta que da vida: "Yo suscitaré para vosotros, en medio de vosotros, un profeta: el que lo escuche vivirá y el que no lo escuche será extirpado del pueblo, morirá".


Hoy, en esta generación. debemos llevar esta palabra de vida. Esto es ser profetas: llevar esta palabra que da vida, porque el hombre no vive solo de pan, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. Y la Palabra que salió de la boca de Dios y se hizo carne es Jesús, nuestro Señor.

Os invito a vivir esta fiesta con alegría, a estar presentes en ella: en los cantos, en las oraciones que haremos, en la palabra que escucharemos. Nos preside el Vicario Episcopal de esta zona con los demás vicarios: en esto vemos que es una celebración maravillosa. Están aquí con nosotros vuestros respectivos párrocos, los presbíteros itinerantes; hoy la Iglesia está presente como vuestra madre, que os está ayudando, gestando en la fe, que os hace redescubrir, revivir los tesoros impresionantes de vuestro Bautismo. Lo está haciendo ahora, como se comprometió con vosotros a través del padrino; este compromiso hoy se cumple a través de este neocatecumenado. Lo que vuestro padrino dijo el día del bautismo (os prestó su fe y se comprometió con esa respuesta a desarrollar lo que significaban esos signos, lo que significaba ese sacramento) hoy lo está haciendo la Iglesia a través de este proceso de gestación, lo está haciendo con cada uno de vosotros.

Que hoy, por vuestra adhesión a este signo, el Espíritu Santo crezca en vosotros y haga crecer vuestra fe: nos haga crecer hasta la altura de la cabeza, hasta la medida de nuestra testa, la medida en que el mundo ve al Padre -porque quien ve al Hijo ve al Padre- y la Iglesia se convierte en Sacramento de Salvación para que el mundo vea el amor que Dios tiene por cada uno de ellos. Acojamos a Cristo que viene a nosotros -el Vicario con sus apóstoles, los presbíteros- que viene a tomarnos como su Esposa, viene a tomarnos como una madre, como el esposo que viene para darnos lo que más quiere, lo que da origen a la vida; el ser de la vida, el esperma del Espíritu que no ha abandonado a la Iglesia: el kerygma, el Credo, el símbolo de nuestra fe.


La Iglesia viene con una riqueza enorme, viene a invitarnos a predicar, viene a asociarnos a Cristo, a incorporarnos a su vida.


Si el Señor nos hace comprender esto, la grandeza, la belleza, la maravilla que es todo esto. Espero que el Señor, con su Espíritu presente aquí en medio de nosotros, nos haga participar a todos.


Recibimos a Cristo, el Presidente de la asamblea, y a todos los presbíteros cantando "Te verán los reyes".


***


PER LE PARTI PRECEDENTI, CFR:



18 giu 2019 - Convivencia de la "Traditio Symboli". NOTA INTRODUCTORIA. En una de las primeras convivencias de la TRADITIO, Kiko dijo: "Hay una ...

21 feb 2020 - Traditio symboli. SÁBADO. LAUDES. Comenzamos la mañana: haremos las Laudes, los salmos que el Señor nos prepara para la conversión ...

16 lug 2020 — Sábado por la tarde (de la Traditio hecha en España en 1982) ... La Iglesia os envía por medio del camino Neocatecumenal -esperamos que sea ...