martedì 25 febbraio 2020

LA FORZA DEL SILENZIO.

Risultato immagini per mercoledi delle ceneri 2020

DOMANI, MERCOLEDI DELLE CENERI, INIZIA IL SANTO TEMPO DELLA QUARESIMA. CHE BELLO SAREBBE FARE UN PO' DI SILENZIO.... MAGARI SOLO UN'ORA, PERO' SILENZIO VERO. SENZA TELEVISIONI, CELLULARI, SOCIAL, GIORNALI, MUSICA, AMICI, FRATELLI, FIDANZATI, FIGLI, NIPOTI... PROPRIO DA SOLI IN SILENZIO, PERCHE' POSSIAMO ASCOLTARE QUELLO CHE HA HA DIRCI....DIO!


Dalle «Lettere» di sant’Ammonio eremita (Lettera 18, PO 10, fasc. 6, 603-607) 
Gli eremiti, strappati al silenzio, vengono mandati agli uomini 


Carissimi nel Signore, voi sapete che dopo il peccato l’anima non può conoscere Dio se non si allontana dagli uomini e da ogni occupazione. Allora essa incontra il suo avversario e la resistenza che le oppone. Lo vede lottare contro di lei e lo vince; poi talvolta deve lottare contro se stessa; ma alla fine Dio abita in lei e trasforma la sua tristezza in gaudio ed esultanza. Ma se nella lotta l’anima resta vinta, la colgono tristezza e torpore, con molte altre molestie di vario genere. Per questo i Padri vivevano nella solitudine di un deserto, come fecero Elia e Giovanni. Non pensate che essi fossero giusti nel loro vivere fra gli uomini, per il fatto che furono visti compiere in mezzo a loro opere di giustizia: ma prima essi erano vissuti in un grande silenzio, e per questo avevano ricevuto potenza da Dio, così che egli abitava in essi; e soltanto allora Dio li mandò fra gli uomini, quando ebbero acquistato tutte le virtù, perché fossero gli ambasciatori di lui, e guarissero le malattie. Erano medici delle anime, e avevano il potere di guarire la loro infermità. Per questa ragione, strappati al loro silenzio, essi vengono mandati agli uomini, ma solo allora vengono mandati, quando le loro proprie infermità sono già guarite. Non può avvenire che qualcuno sia mandato tra gli uomini per edificarli, se abbia egli stesso delle imperfezioni. Quelli che vanno agli uomini prima di aver raggiunto la perfezione, vi vanno di loro arbitrio, non per volontà di Dio.

Di essi Dio dice rimproverandoli: «Io non ho inviato questi profeti, ed essi corrono» (Ger 23, 21). Per questo non possono salvare neppure l’anima loro, tanto meno possono giovare alle anime degli altri. Ma quelli che sono mandati da Dio non si allontanano volentieri dal silenzio. Sanno di aver acquistato nel silenzio una virtù divina. Ma per non disobbedire al creatore, partono per andare a lavorare fra gli uomini, imitando lui: come il Padre ha mandato dal cielo il suo vero Figlio a guarire tutte le malattie e debolezze umane. Infatti sta scritto: «Egli si è caricato delle nostre sofferenze, si è addossato i nostri dolori» (Is 53, 4). Tutti i santi che vengono agli uomini per guarirli imitano il Creatore in ogni cosa, per essere fatti degni dell’adozione a figli di Dio, chiamati a partecipare eternamente al rapporto filiale che unisce il Figlio al Padre. Ecco, dilettissimi, vi ho mostrato la potenza del silenzio, come sia salutare sotto ogni aspetto e quanto piaccia a Dio. Perciò vi ho scritto, perché vi mostriate forti nell’opera intrapresa, e abbiate la certezza che tutti i santi hanno progredito nella grazia per aver praticato il silenzio; per esso abitò in loro la potenza divina, gli furono rivelati i segreti celesti, e per esso hanno sconfitto la profana vetustà di questo mondo. Chi vi sta scrivendo queste cose fu reso capace di scriverle dal silenzio. Tuttavia in questo nostro tempo ci sono molti anacoreti che non riescono a perseverare nel silenzio, perchè non sono riusciti a vincere la loro propria volontà. E perciò stanno sempre in mezzo agli uomini, perchè non vogliono disprezzare se stessi, fuggire la frequentazione del genere umano e avere il combattimento spirituale. Per questo, abbandonato il silenzio, si consolano stando con i loro vicini per tutto il tempo della vita. E perciò non hanno ricevuto la soavità divina, nè abita in loro la virtù divina. Quando essa si presenta loro, li trova che si consolano con le cose di questo mondo, nelle passioni dell'anima e del corpo, e così essa non può scendere su di loro. Anche l'amore del denaro, la vana gloria degli uomini e tutte le malattie dell'anima e le occupazioni, non permettono alla virtù divina di scendere su di loro. Voi perseverate con fortezza nel vostro proposito. Chi abbandona il silenzio non può superare le proprie passioni né combattere il nemico, appunto perché è ancora in balia delle passioni; ma voi le state superando e la forza divina è con voi. 

CORONAVIRUS: Entrevista al P. Pedro Liu, sacerdote del Camino Neocatecumenal y de la comunidad china

venerdì 21 febbraio 2020

Convivencia de la "Traditio Symboli" - Sabado (manana)

Risultato immagini per icone kiko



Traditio symboli 




SÁBADO
LAUDES

Comenzamos la mañana: haremos las Laudes, los salmos que el Señor nos prepara para la conversión para que podamos entrar en esta alianza que nos propone, una alianza nueva que el Señor quiere hacer con nosotros dándonos su Espíritu. Acogemos al presidente, de pie.
Saludo del presidente
Salmo 94 (cantado)
Oración del presidente
Salmos del día
Monición a la lectura
De todo lo que estoy rumiando en mi cabeza, quiero deciros una cosa que me ha venido a la mente ahora: ¿qué es esto que abrimos? (La Biblia). Estaba pensando que este libro es en realidad papel: esto, en el fondo, es papel con pequeños garabatos, papel dibujado. Y pensaba que es como una envoltura, el papel que envuelve un paquete, y que dentro -porque lo que haremos ahora es abrir este paquete- dentro hay algo que estaba imaginando como un talismán.

¿Sabéis lo que es un talismán? Se abre el envoltorio y comienzan a brillar los rayos y las luces, e incluso es peligroso.

No sé si habéis visto la película que hicieron los judíos sobre el arca perdida: entre la fantasía y todo lo demás, está la Alianza, el arca donde está la Alianza. Y esta película presenta a la Alianza como la más poderosa de todas las energías atómicas que hoy se almacenan bajo tierra.
Y este talismán, el brillante más grande que existe escondido en la caja fuerte del banco de no sé dónde, este envoltorio tiene una llave que es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo puede abrir este tesoro porque este libro contiene la Vida.
¿Y por qué es noticia el Evangelio? Porque hoy se puede dar la vida. No es una noticia informativa, sino que es una transformación porque es vida, da vida. Por esto el Evangelio, lo que leeremos hoy aquí, es noticia: porque abriremos este sobre, romperemos un poco de este envoltorio para dejar salir el contenido que tiene dentro, que es la Vida.
La vida tiene muchas manifestaciones. Por ejemplo, aquí no se ve vida en el aire, pero hay en el aire un principio de vida importantísimo que, aunque sea poco porque aquí somos muchos, es fundamental para nosotros: es el oxígeno, que tiene una forma gaseosa. El oxígeno es un gas que nuestros ojos ni siquiera pueden percibir. Aquí nadie ve el oxígeno. La vida tiene muchas manifestaciones diferentes en la naturaleza y nuestros ojos solo perciben algunas. Somos una forma de manifestación de la vida: la vida humana, con una forma, ¡una maravillosa concreción! El hombre es un prodigio maravilloso, es una forma de vida impresionante.
Pero ¿qué es la vida en sí misma? Somos una manifestación de la vida, pero la vida en sí ¿qué es? ¿La sangre, la molécula? ¿Dónde se percibe la esencia de la vida? ¿Y cómo se puede manifestar la vida en sí misma? ¿Cómo sangre? ¿Cómo? Recordando el lucernario de ayer, también quiero haceros presente la luz, porque es una manifestación de la vida: la luz es vida.

¡Esta vela se ve tan pequeña y tan pobre! ¡Pero imaginaos lo que significó para los hombres primitivos hacer una chispa! Y ahora imaginaos que entre aquí un foco de televisión, de esos potentes, y comenzase a apuntar a los ojos, para molestar a todos, nos deslumbrase. Bien, imaginaos que el sol -que parece que no se ve- comienza a acercarse a la tierra: imaginaos que así como lo ven nuestros ojos, entrase aquí pasando por la puerta. No, no entraría ni por la puerta ni por la ventana porque si se nos acercara un poco más de lo que está, para el hombre sería un fuego destructivo, mucho más que los hornos de Baracaldo: la potencia del fuego y la potencia de la luz nos dejarían a todos nosotros completamente ciegos.
Muchos de nosotros entramos aquí tal vez viendo, creyendo que sabíamos todo sobre la vida, la política, el futuro, el universo, la familia, porque han entrado aquí no en auto sino a caballo.

En las Escrituras veremos a un señor que va a caballo y piensa que lo sabe todo, piensa que está ayudando a Dios, que le está haciendo favores a Dios. Además está poniendo toda su fuerza de voluntad porque es un hombre honesto.

Este es San Pablo: sabéis que San Pablo va a caballo y, de repente, Dios lo fulmina con la luz. Si leéis los Hechos de los Apóstoles, veis a San Pablo que va cabalgando a Damasco persiguiendo a Jesucristo porque está convencido, según la ley, de defender a Dios. Aquí estamos muchos "hijos de la ley", fariseos de nacimiento y de tradición de nuestros padres, fariseos formados en la ley y con muy buena voluntad: montados en el caballo nos dedicamos a juzgar a la Iglesia y al mismo Jesucristo. San Pablo, montado en el caballo para defender a Dios, iba por el camino: ¿qué le hizo tropezar? LA LUZ.

Digo esto porque nosotros, que somos de naturaleza humana, siempre pensamos que Dios tiene la naturaleza humana, es decir, con bigote, con barba, con ojos. Y no. Dios es la Vida. No sabemos qué forma tiene, conocemos una serie de manifestaciones que ha tenido. La primera forma de las que se dice que Él se ha manifestado, es como luz, una luz que no tiene comparación con el sol, una luz tan grande que todo el Sinaí, al acercarse Dios como luz, temblaba. La tierra temblaba (lo que necesitamos hoy aquí), la luz cegaba los ojos y vieron que Él estaba presente. Es la primera manifestación, en la que dice: "Yo soy el Señor, tu Dios. Yo soy, Yo existo. La vida soy yo".

Lo primero que la luz le hizo a San Pablo fue cegarlo, y permaneció tres días sin ver ni entender nada, ni comía ni dormía por nada. Esta es la primera experiencia para salir del fariseísmo y de la ley y comenzar a ser cristiano. San Pablo, que era un fariseo, hijo de fariseos, formado a los pies de Gamaliel y no sé cuántas cosas más, tuvo que ir como un tonto para ponerse a los pies de un hombre llamado Ananías, y comenzó su proceso de Bautismo.
Jesucristo dice (lo leímos ayer): "He venido como luz, para que los que creen que ven se queden ciegos".

No pienses que es algo malo: ya ves que en San Pablo fue positivo. Si en esta convivencia, Jesucristo logra reducirnos, cegar a muchos aquí y dejarnos tres días sin saber nada, esto nos llevará a arrodillarnos como San Pablo, bajarnos del caballo y arrodillarnos ante un hombre que aparentemente era mucho menos importante que él.

Os pregunto: ¿habéis experimentado verdaderamente que sois ciegos? ¿Alguien ha tenido la experiencia de la ceguera, de la desorientación, de no saber a dónde va? Si ya habéis tenido esta kenosis en la oscuridad, en las tinieblas... Vale, digo esto por un lado para ver a Dios como luz.

Otra de las manifestaciones con las que Dios ha querido comunicarse es el sonido, la voz. Israel percibió la voz de Dios; y para que se pudiera escuchar este sonido -porque aquí podemos hablar mucho, pero si tú no escuchas, si eres sordo, no oyes la voz; e incluso si Dios lanzase ondas de comunicación con la tierra, si no hubiera creado una antena receptora, no serviría de nada-, lo primero que hizo Dios fue preparar una antena receptora de su voz, en un lugar sin interferencias acústicas, que es el desierto. Allí preparó una base de comunicación y abrió una oreja; el oído no de una persona -que podría ser un visionario-, sino de un pueblo. Constituyó un pueblo, una central receptora de su voz, que es el pueblo de Israel, preparado desde Abraham, preparado por la esclavitud, por tantas cosas.

Porque hay un problema, y es que Dios, después de ver las cosas que había creado maravillosamente, creó al hombre a su imagen. ¿Cuál es la imagen de Dios? La LIBERTAD. Este es el problema y la grandeza del hombre: ser libre.

No es un autómata, una máquina que salió de las manos de Dios en una cadena de montaje como los automóviles. No somos robots: aquí somos trescientos, y en el mundo no sé cuántos, y todos tenemos ojos, oídos, narices, etc., y no hay nadie igual al otro, todos somos completamente diferentes. El maravilloso Creador que es Dios hizo a todos diferentes.

Y cada uno de nosotros tiene un secreto, un prodigio; lo más grande del ser humano, lo que lo hace más grande que todas las cosas es que está hecho a imagen de Dios, ¡LIBRE! Para que podamos oponernos, negarnos a este ser grandioso de Dios que es la Vida y hasta podamos dar muerte a la vida: el problema del pecado.
Por esto, los judíos dicen que cuando Dios creó este maravilloso mundo, al contemplar el plano (como los arquitectos que hacen un boceto o un modelo), dijo: "Hay una cosa que falta en esta obra: la estabilidad". Toda esta creación puede correr el riesgo de ser un cataclismo; por esta razón Dios, antes de nada, creó una cosa: la CONVERSIÓN, la posibilidad para el hombre -después de haber probado los caminos de su libertad- de realizar en sí y en libertad el plan de Dios. Por esto dice San Pablo, un judío bueno y bien formado, que antes de la creación del mundo existía Jesucristo. Y Jesucristo es el camino de la conversión, la realización del plan de Dios.

Esto no se logra sin la libertad del hombre en ninguno de nosotros. Os digo todo esto porque esta mañana hablaremos de conversión, y la conversión no es una cosa oscura y tétrica, sino la posibilidad abierta ante nosotros, después de nuestra experiencia de infelicidad, de pecado, de tinieblas, de una realización de vida en libertad. Se nos abre ante nosotros la vida, que es Jesucristo, la resurrección de Jesucristo.
Volviendo a lo que decía antes, el sonido es tan importante en la comunicación de la vida que la madre, cuando da a luz a un hijo, debe transmitirle amor para que pueda seguir viviendo y la primera forma de comunicación con el otro es la palabra.


 La primera comunicación, que va mucho más allá del acto sexual (que siempre permanece como algo externo), es la palabra, el sonido que penetra en lo profundo del corazón humano. El sonido, la palabra es la cálida comunicación del amor. La palabra es muy, muy importante. Y es una de las maneras en que Dios se manifestó a sí mismo: como Palabra, Palabra que es creativa, porque el amor crea. ¿Cuál es la esencia de la vida? Todos sabéis que es el amor.

Hoy quiero deciros que este libro, la Biblia, es un papel escrito; aunque está bien encuadernado con una portada maravillosa, es una envoltura. Lo importante de este envoltorio es que contiene el misterio, el talismán de la vida, es decir, que Dios ha querido manifestarse con un sonido y con una luz que están impresos. ¿Dónde? ¡En el corazón del hombre! En un pueblo, en el que Dios ha insertado acontecimientos a través de los cuales ha percibido la vida. Y esto no lo ha hecho de una vez para siempre: hoy nosotros somos este material, no de papel, el material de la actualización de este talismán que es la presencia de Dios.
Este envoltorio contiene una revelación. La revelación es una manifestación de Dios en la cual se hace presente este Dios al que no podemos dar forma, pero sí podemos percibir su presencia: podemos escucharlo, nuestros ojos pueden ser iluminados con su luz. Por eso San Pablo dirá -y todas las Escrituras y la Palabra que proclamaremos aquí- que esta revelación se hará Palabra, Presencia de Dios. El Espíritu Santo permanecerá en nuestro corazón, haciendo que resuene.
Últimamente estoy experimentando una cosa muy importante (de la que no me había dado cuenta y que está en esta Palabra) que es la artrosis cervical, una de las enfermedades de nuestra época. Ya sabéis que en nuestra era del bienestar, de lo que es estático, resulta que uno se levanta por la mañana y toma el ascensor; baja en el ascensor y se sube al coche o al autobús; sale del coche, llega a su lugar de trabajo y se sienta en una silla, está sentado en una silla toda la mañana y después regresa para tomar el ascensor y el autobús. Y lo que parece ser la cosa más hermosa del mundo para el hombre es volver a casa, hundirse en un sillón y ver la televisión.

Yo tengo artrosis cervical, y el otro día un hermano de una comunidad me explicó que tenemos 600 músculos diferentes en el cuerpo: cada uno tiene su nombre y su función, y estos músculos trabajan para caminar. Sabéis que lo que diferencia a los hombres de los animales es el hecho de estar de pie, de saber sostenerse sobre dos pies. La esencia del hombre es caminar porque, como decía, la Tierra se está moviendo, todo el universo se está moviendo, nada es estático, nada está sentado. Para Israel es lo mismo: cuando percibe la presencia de Dios en el Sinaí, dice la Escritura que el pueblo se puso en pie.
¿Cómo ven los apóstoles la resurrección de Cristo? No ven a Cristo resucitado como un fantasma, sino como un hombre que caminaba, no buscaba sentarse; lo más que hizo fue darles de comer, pero después desaparecía y seguía caminando: "Id a Galilea y allí me veréis" y los instaba a caminar, a caminar, a caminar.

Estamos en una sociedad donde ya no se camina, la sociedad del bienestar, una sociedad estática. Entonces, resulta que si no caminamos estos seiscientos músculos que tenemos -que están hechos para caminar y hacer ejercicio-, ya no pueden mantener en tensión el esqueleto, los huesos de la columna vertebral; y como están flojos de estar siempre sentados, resulta que ya no sostienen el esqueleto en pie y en tensión, y las vértebras comienzan a unirse. Y dado que la alimentación también está completamente plastificada, resulta que la artrosis (que en otros tiempos era cosa de gente de noventa años) se encuentra ahora incluso en los jóvenes.

En todas las cosas que dice el Evangelio, que nos han llegado como milagros sorprendentes y mágicos, hay muchas cosas que no comprendemos: la esencia de la existencia humana. Y aquí hoy veremos a un paralítico que, como los sordos y los ciegos, tenemos dentro: un espíritu paralizado.
Es maravilloso, habéis visto, cómo habla el Papa sobre el camino. Nosotros siempre estamos afirmando que no somos un movimiento, un grupo, sino un camino. Esto no es algo que Kiko creó en las barracas. La Escritura presenta el Cristianismo como el "camino, los hombres del camino"; el Cristianismo es un camino a seguir, y veréis que al mismo San Pablo, Jesús le dice: "Levántate y camina", pero ya no a caballo.

Por eso digo de salir de esta civilización de máquinas e instalaciones, que es un principio de parálisis y muerte, y de levantarnos y caminar.



Hoy proclamaremos aquí  la palabra del paralítico: no es algo que ya sepáis. Si cuando se abre este envoltorio os creéis que ya sabéis lo que contiene, atención, porque estáis muy enfermos: tenéis un oído malo y nunca habéis entendido qué es esta Escritura.

Las Escrituras podrían desaparecer, una bomba atómica podría arrasar todas las bibliotecas, todos los escritos, todas las biblias del mundo y no sucedería nada, porque Dios no es la Escritura. Y Jesucristo murió sin haber escrito nada, no le preocupaba que posteriormente lo malinterpretaran, porque la revelación de Dios -Luz, Sonido, Palabra creadora- es la Vida. Y la Vida se manifestará hoy. La fuerza no está en proclamar la palabra (esto es como reproducir lo de una grabadora), sino en el hecho de que el Espíritu Santo nos ha precedido aquí en la evangelización.

Recuerdo que me sorprendió, en mi ingenuidad de joven, conocer a un señor muy rico, con una esposa muy rica, que tenía muchas joyas porque eran descendientes de los conquistadores españoles de Filipinas. Le pregunté: "¿Dónde guardas todas las joyas?" y él respondió: "Ah, los tengo en el Banco de España, en no sé cuántas cajas fuertes. Las joyas que lleva mi esposa son falsas: incluso la reina de Inglaterra usa las falsas, las buenas están bien protegidas para que no las roben".

Entonces resulta que este tesoro de la vida, el verdadero, a veces la Iglesia por temor a los ladrones lo ha mantenido bien escondido.

El pueblo de Israel ha cerrado esta manifestación de Dios, esta revelación, esta vida, en sus corazones; el guardián de esta llave es Jesucristo y la fuerza para abrir es el Espíritu Santo.

La Iglesia a veces ha mantenido este tesoro guardado en el banco sin permitir que se abriese del todo; pero el Señor nos está concediendo, en esta época, tocar la vida verdadera. Y Dios se está sirviendo de nosotros para reencarnar de nuevo a un pueblo en el que se realiza el advenimiento de su Palabra. Hoy, en esta generación paralizada y estática de la que participamos, Dios está haciendo el milagro de ponernos en camino. Esta Palabra hoy se encarna y se realiza aquí.

Por eso os digo que no sintáis esto como un acontecimiento del pasado. Todas estas cosas son acontecimientos en los que Dios ha intervenido, como cuando dijo: "Hágase la luz" y la luz apareció, y el sol continúa hoy siendo un acontecimiento para nosotros: así es esta Palabra y mucho más. Por eso os invito a abrir el oído, es Dios quien abre los oídos, a esta irrupción de la luz de la palabra que se manifiesta aquí para ponernos en movimiento. ¿En movimiento hacia dónde? ¡Celebraremos el sacramento de la conversión! ¿Qué sería suficiente para que sepamos que Dios ES? Nos bastaría con saber que la muerte no existe. Lo único que necesitamos para estar seguros del presente y del futuro, para que nuestro pasado tenga sentido, es que la Vida exista. Y esto es lo único que Dios ha dicho en la Revelación: con la luz, con el sonido, le dijo a Israel "Yo soy el Señor tu Dios". Lo que Dios dice es exactamente lo que el hombre necesita: el hombre necesita vivir, necesita amor, necesita tener un camino que seguir. Entonces le dijo Diez palabras, nada más, Diez palabras de vida: "Yo soy el Señor, tu Dios. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón... No jurarás por su nombre en vano, no te harás ídolos, no harás otros dioses, no te fabricarás otros creadores, etc.", estos Diez Mandamientos que aprendisteis de niños.

Por eso me sorprendió el Salmo que hemos leído hoy, porque, entre la traducción y nuestras orejas que solo comprenden el derecho romano, jurídico y legalista, no entendemos que estas Diez Palabras que salieron de la boca de Dios son la Vida para el hombre.

Dios ha revelado al hombre qué es la vida para él, el misterio del universo de la vida. Y le dijo cuál es el secreto de la vida, que es el amor, y lo puso en camino, le abrió el camino de la vida. Por eso el salmo dice: "Guardaré tus mandamientos", es decir, los haré mi tesoro. Estos Diez Mandamientos son el eje del universo, pero hoy nuestra sociedad estática ha inventado otra ley. La primera es: Dios no existe. La segunda: haceos vuestros dioses. Aquí está el becerro de oro, los ídolos que adoramos hoy nosotros y toda nuestra generación. La tercera: ¿santificar las fiestas? ¡Incluso los obispos dicen que es imposible detener los altos hornos! Cuarto: "Honrarás a tu padre y a tu madre", pero hoy este mandamiento está distorsionado con las residencias para ancianos, con la televisión y todas las comodidades. El mundo de hoy ha hecho una ley, como ya lo dijo la misma Escritura: habrá momentos en los que el hombre creará toda una ley en contraposición a lo que Dios le ha dado como camino de vida.

Por esto esta generación está caminando hacia la muerte, la violencia y la destrucción.

En lugar de honrar a padre y madre, se hace lo contrario, la disputa del padre y de la madre con psicologías baratas y la destrucción de la familia.

Y, aparte de la amenaza nuclear que pesa sobre toda la Tierra, tenemos un cáncer interno mucho más profundo que la guerra nuclear (porque aún podría quedar una pareja para comenzar de nuevo la historia en la Tierra) que es el cáncer interno de la destrucción de la familia. El cuarto mandamiento está tergiversado y completamente invertido. El quinto: "No matarás". Todas las Brigadas Rojas, la E.T.A. y toda la política se hace porque en la nueva sociedad que implantarán, se puede matar conforme a un plan que ya tienen. Es decir, hoy los asesinatos y las matanzas de nuestros jóvenes están justificados como medios de la ley. Y estos jóvenes brigadistas son hijos de nuestra generación de dinero.

El faraón siempre quiere matar la vida: el aborto hoy se ha convertido en ley, la ley para aprobar el asesinato.
El sexto: "No fornicarás". ¡Pero qué tontería hoy el no fornicar! Id a los centros de psicología y os dirán que todos los traumas que tenemos son porque no fornicamos y la receta médica que le dan a los solterones es que forniquen.
El séptimo: "No robes, no desees los bienes de los demás". Precisamente cómo somos catequizados hoy: ¡el universo progresa y avanza gracias a la lucha de clases! Eso dice Marx, pero la Escritura no lo dice. La Escritura dice que lo que hace que el universo progrese es el amor, el motor de la vida es el amor. Y la humanidad progresa gracias al hecho de que Dios es amor, calienta la tierra con el sol, hace caminar al hombre y hace que se levante de la parálisis. Y a pesar de la lucha de clases, el universo va progresando.

Quería decir que Dios se ha manifestado a sí mismo: "Yo soy el Señor, tu Dios" y ha dado al hombre la llave para ponerse en camino, para saber por dónde caminar. Abrió el camino a la vida: "Haz esto y vivirás". Y Cristo es el camino. Ya que este Dios no nos convence ni como luz ni como sonido, ya que estamos hechos a imagen de Dios y somos maravillosos, la forma más maravillosa en que podemos imaginar a Dios es con los ojos, con los oídos, con los pies –por eso Él hizo esto: tomó carne humana. ¿Creéis que si vierais a Jesucristo en carne humana sería más fácil creer en él? Pensad en todos los que lo vieron: es muy difícil pensar que un hombre que se acerca a ti es Dios, incluso si comienza a lanzar rayos y milagros; tanto es así que la generación que lo vio no le creyó.
Por eso hay un receptor de Dios mucho más poderoso: Dios que toca el espíritu del hombre. Y, allí se produce una luz que se llama fe. El receptor para ver a Dios es la fe, a la que nos lleva el Señor. Por esto el Bautismo era una iluminación, pero se necesitan muchas cosas para lograr esta iluminación. Entonces abre tu oído a la palabra que proclamaremos. No penséis que sabéis cómo son las cosas del Evangelio, porque sabemos muy poco, incluso el Instituto Bíblico sabe muy poco acerca del talismán que se encuentra aquí, en la Escritura, porque esto es solo una cáscara. Y este talismán puede enviar rayos y luces según quiera: sea esta la voluntad de Dios aquí.



Monición a la lectura (Carmen)
Solo quería, antes de anunciar a Jesucristo, contaros una cosita. Nosotros venimos ahora de Madrid, de hacer otra convivencia, y lo hemos hecho cerca de... en Madrid, en un sitio que se llama el Escorial, en una casa grande que era la escuela de teología de una congregación de misioneros que hoy está vacía. Y me hizo pensar en muchas cosas, porque tuvimos una historia pasada con esa congregación, que es una de las primeras parroquias donde empezamos en Madrid.

Al principio me resultó un poco difícil, por algunos hermanos que no conocíamos, ver esta convivencia demasiado masiva, pero el Señor me ha consolado pensando que un salmo dice -que creo que Kiko lo hará cantar en esta convivencia, nuevo, que ha hecho él-: "Los mensajeros son un ejército inmenso". Estoy contenta de que muchos de nosotros estemos aquí porque Dios siempre llama a un pueblo a manifestarse: la misión que Dios da, se manifiesta a las naciones a través de un pueblo, no a través de personas sueltas.

Es decir, aquí estamos los misioneros del siglo XX. No sé si entendéis esto: las aulas de teología y los seminarios se están vaciando y Dios está convocando un pueblo para anunciar a nuestra generación, para anunciarse y manifestarse a esta generación.

Así ha sido siempre, porque Dios comienza así. Su manifestación convocó en el Sinaí y se dejó experimentar por un pueblo, un pueblo. Los apóstoles no son una excepción, los apóstoles pudieron anunciar el Evangelio porque había un pueblo detrás de ellos, que era la Sinagoga: entraron en la Sinagoga, como estamos haciendo nosotros, incluso los itinerantes no son "los llamados", si no estuviesen dentro de una Iglesia, dondequiera que vayan, no sería posible el anuncio en esta generación.

No sé si me entendéis, porque Dios siempre ha querido manifestarse a través de un pueblo. ¿Y qué queremos ver nosotros de Dios? ¿Cómo podría ser Dios?
Ayer estuve pensando, en el lucernario, porque al llegar a Italia vi en la televisión que habrá restricciones eléctricas, ¡sabéis que la electricidad no tiene más de un siglo! Y esta electricidad que me parece tan maravillosa -y que lo es-, no es nada comparada con la LUZ. Imagina que no tiene más de un siglo y ya no sabemos cómo iluminar estas horas nocturnas en las que necesitamos electricidad, imagina que esta lámpara es el sol, que no necesita el petróleo de los árabes ni de nadie y que ilumina desde hace siglos y siglos. Veis este sol, que es una lámpara estupenda, incluso Israel lo considera casi como una bombilla en el universo. Porque, como dirá San Pablo, una es la luz de los astros, otra la de las estrellas.

¿Y qué será Dios? ¿Qué será Dios? Una de las formas en que Dios se manifiesta es como luz. Él habita en una luz inaccesible para el ojo humano; y se dejó ver por un pueblo como luz, ¡como luz!; y dice que "a su luz vemos nosotros la luz". El apóstol Pablo dice que en la manifestación que tuvo de Dios fue cegado por una luz que lo traspasó, lo deslumbró de tal manera que lo dejó ciego durante tres días. Porque es Luz, y la luz da vida y calor.

Os digo esto porque Dios no es un hombre como nosotros que tiene ojos y estas cosas... porque la vida se manifiesta en muchas formas: en el aire hay vida, en los animales hay vida, en nosotros hay una forma de manifestación de la vida. Pero ¿qué es la vida? ¿Dónde está la esencia de la vida? ¿Qué es la vida?
¿Es la sangre? ¿Dónde está esta vida? Han visto que la esencia de la vida es la molécula... ¿Qué es la vida? No sé si me entendéis. Participamos de la vida en una forma, que es la humana, pero ¿qué es la vida en sí misma? ¿Y cómo se comunica esta vida? Otra forma de comunicación grandiosa, que vemos incluso hoy -imagina que ahora podemos escuchar lo que Reagan está diciendo en Nueva York- otra comunicación es el sonido, otro gran misterio. ¡No penséis que la ciencia de nuestro siglo XX, tan progresista, sabe qué es la luz o qué es el sonido, ¡las ondas! ¡No lo sabe! Para ellos es un misterio, incluso para los científicos más grandes de hoy, que han descubierto tantas cosas: están planteando hipótesis de lo que puede ser. Porque incluso la luz eléctrica y la luz solar son manifestaciones de otra energía mucho más potente. Quiere decir que también ellos, la ciencia, están dentro de un misterio, y cuanto más progresan, mejor ven el misterio impresionante que supera sus investigaciones. Hacen hipótesis, que si son átomos, si son ondas. ¡Todo son hipótesis! Una forma de estudiar. Pero permanecen dentro del misterio inmenso que es este libro del universo.
Estamos dentro de esta sala, como siempre digo, que para mí es un punto de encuentro, una plataforma donde Dios se está encontrando y manifestándose a nosotros. Siempre digo que esta sala me recuerda que nosotros no estamos quietos, estamos navegando a velocidad inmensa por el universo.

Quiero decir que el universo y la vida son grandiosos y nosotros somos una cosa estupenda, el hombre, como dice el salmo: mente maravillosa, creaste al hombre, y más maravillosamente le has dado un destino estupendo. No sé por qué he dicho todo esto... Sí, porque Dios se hizo sentir por un pueblo como una palabra, como un sonido, como una voz. Imagina que estás viendo la televisión, ¿os acordáis del cine mudo? Puedes hacer muchos gestos... Tú también, puedes ver a la gente, puedes ver a tu esposo, tu hijo, tu novio a través de una televisión que no habla. E imagina que puedes escucharlo por teléfono y escuchar su voz, su voz, lo que te dice: ¿no sería estupendo que se comunicase contigo? ¿No te dará mucho una llamada telefónica de él? No sé si me entiendes. La palabra que para nosotros está tan desprestigiada, o no entendemos qué es... Imagina a uno que es mudo, que no puede hablar. La primera forma de pasar al otro, la primera forma de darte a ti mismo, la primera forma de amar es la comunicación, es la palabra; la palabra es grandiosa, enorme. Es lo más grande por lo que el hombre supera a toda otra naturaleza, a los animales. Es el salto a la inteligencia y a la libertad, ¡la palabra!


Israel es una antena, el pueblo de Israel es como una gran antena, un gran puesto de recepción que Dios quiso crear en la tierra: una plataforma de comunicación con la tierra, con este nuestro planeta, con el hombre; que creó con una oreja capaz de recibir ondas.

Porque ahora se están haciendo muchas ondas, pero necesitamos un receptor, ¡una radio! Y con Israel, Dios hizo una radio, un receptor de ondas, de comunicación: ¡abrió su oído!

Es lo que está haciendo con nosotros, para poder comunicarse. Porque, ¿qué quieres? ¿Qué es Dios para vosotros? ¿Veis aquí a Jesucristo? ¡Aún más difícil! ¿Veis un hombre? ¿Cómo pensaréis, cómo creeréis que este hombre es Dios? No sé si me entendéis. Porque, ¿creéis que los que han visto a Jesucristo estaban en mejores condiciones que nosotros? Es muy difícil, porque Dios... Por esta razón, la primera manifestación que Dios hizo de sí mismo fue la luz. Él se sirvió de la luz, se sirvió de la Palabra; también se sirvió, para abrir las orejas, también del terremoto, para que el pueblo trascendiera y abriera las orejas, con una serie de acontecimientos. ¡Es maravilloso cómo puedes oir a una persona, y finalmente puedes verla, ¡esta Palabra! Por esto, dice San Juan que esta Palabra se ha vuelto palpable, se ha hecho carne para nosotros y será Jesucristo.

Para poder percibir esta luz, para poder percibir esta Palabra, para poder percibir al Señor en esta Palabra hecha carne… "Hemos tocado la vida", dirán los apóstoles. No vieron a un viviente, un hombre muerto que retorna a la vida, ¡sino que vieron la vida! La vida eterna, la vida en sí misma. La posibilidad de este hombre de transformarse en existencia, en el ser. Quiero decir que Dios está convocando aquí a un pueblo para anunciar la vida, que es lo que Israel percibió que es Dios; "Yo soy el Señor tu Dios; Yo soy, Yo soy". ¡Y esta es la manifestación que Dios ha hecho, y esto basta! Dios no se presentó en una biblioteca y dijo todo esto: Yo soy Dios, Trino, no sé qué, no sé cuánto, todo un tratado sobre teología. Dijo: "¡Yo soy!” ¿Y qué palabra necesitas tú para que te resuelva todos tus problemas del pasado, todo tu futuro y todas tus inquietudes del presente? ¿Qué tienes ahora? Solo si en el interior resuena que existe la vida, que la vida es, entonces tu pasado se ilumina con un esplendor maravilloso, con una belleza infinita, la vida del futuro y el presente descansa en paz, porque Dios te conoce y sabe, y tú sabes de dónde vienes y adónde vas. y quien eres tú.

Por eso os dije que vimos una escuela de teología, y ahora también estamos invadiendo seminarios con un pueblo de personas analfabetas, gente que ni siquiera sabe escribir, y estamos viendo que Dios prepara un pueblo, porque no necesitan teología ni mucha ciencia ni mucha especulación: Porque Dios ha dado el poder de la vida a un gitano, y un pobre engendra un hijo mejor que un médico que sabe mucho de ginecología pero que puede ser estéril. No sé si me entendéis. Porque esto funciona por orden de vida, no de especulación, de estudios y de cosas.

Hubo un obispo que nos atacaba diciendo: "¿Quién forma a estos catequistas? ¿Qué formación teológica tienen?" Y yo le decía a este obispo: "Tal vez tenga razón, pero imagine que ayer vio muerto a un señor llamado Jesús de Nazaret y hoy, esta mañana, lo encontró vivo. Lo vio realmente. ¡Vio la vida! No se precisa ir al Gregoriano y estudiar 7 años para decir esto".

No sé si me entendéis. No quiero decir que no sirva de nada... Esta es la experiencia que tuvieron los apóstoles, que vieron vivo a Jesucristo muerto. Y esta experiencia no es como un fantasma que se les acerca, porque todas las apariciones muestran que aún están asombrados. No es la vida fuera de ellos, vieron que está dentro de ellos... Hicieron como el receptor de la luz interior que iluminó su existencia. ¡Han experimentado la vida y la vida eterna! Esta es la experiencia de la fe, la fe como una bombilla que se enciende en nuestro interior y hace saltar nuestra existencia más allá de la muerte, rompe la constricción de muerte que él tiene. Y os digo que esta iluminación interior es el Bautismo: el Bautismo era sumergirse en la luz. Los cristianos eran iluminados porque tenían dentro de ellos la luz, la experiencia de la Vida eterna, la Resurrección del Señor. Por eso se abrieron sus ojos, se iluminaron, vieron la existencia.

Imaginad nuestra generación; Él nos está llamando a dar nueva luz a esta generación. Esta generación está cerrada, podemos decir incluso más que otras generaciones, debido a la esterilidad, por eso matamos a los hijos, tomamos la píldora, el divorcio, el aborto, tantas cosas; ¡Se obliga a morir! Y no solo esto, sino que a nivel cósmico, todo el planeta, estamos sentados sobre arsenales de bombas atómicas, con la locura de cualquier gobernante podemos estallar de inmediato.

Esta generación está atrapada por la muerte. Por eso entendemos bien a los jóvenes que quieren alienarse y salir de esta situación de incomunicación y de muerte.
Por esto imaginaos que el Señor está preparando aquí una hueste, un ejército que anuncie la vida; por esto yo veo cómo Dios es tan sabio que tal vez solo está a gusto con personas casadas, con tantos hijos -como vemos también a nuestros itinerantes y a vuestras familias-, que están anunciando solo con tener hijos, el cuarto, quinto, sexto, no sé cuánto..., abriendo vuestra matriz a la vida, a pesar de la restricción que nuestra sociedad impone hoy, anunciando la vida. Y tal vez hoy Dios no quiere anunciarse a través de un sacerdote o un célibe, porque hoy tal vez debido a la situación que nadie quiere tener hijos, no son tan testigos; porque antes la familia era más normal, el sacerdote se sacrificaba, era anormal no tener hijos.

Pero hoy en día ese es el ideal de todo hombre... Ni comprometerse con una mujer, ni tener hijos, sino fornicar cuando le venga en gana. Hoy en día, es mucho más testigo de la vida y de la resurrección quien está danto la vida. Quiero decir con todo esto que esto es la Traditio. Ir por las casas no es un juego estúpido que estamos haciendo; sino que Dios nos está llevando a tener una experiencia de VIDA, que nos hará no solo llamar a las puertas, sino también escalar las puertas de esta generación nuestra para dar vida. No les daremos leyes, restricciones; ¡les daremos la paz, la paz, la vida!

El Señor nos llama a esto, y esto no es un esfuerzo para nosotros, esto surge de la vida, del amor.
Por esto os invito hoy, que el Señor se manifiesta como Palabra, a salir de vuestra mezquindad, de vuestros problemas, que el Señor se hará presente y haga resonar aquí su Palabra. Abrid el oído, que el Señor con su sonido va a daros un toque al corazón que os pondrá de pie, como el pueblo de Israel cuando escuchaba la voz se ponía en pie. Maravilloso: ¡el Señor es, existe y se comunica conmigo!



Kiko:

Antes de escuchar esta Palabra, hermanos, algunos de vosotros podríais decir: "¿Pero cómo, qué voy a anunciar por las casas? ¿Qué estoy llamado a escuchar yo?" ¡Iréis a todos los sectores de la parroquia para anunciar la conversión, la conversión! Lo mismo que tendrás que decir, exactamente lo mismo que hoy haré con vosotros. Esta mañana os llamaré a la conversión, y esta Palabra que os proclamo es la traditio; es la Palabra que se os da, es la tradición que la Iglesia ha resumido en una forma que se llama el Credo y tiene un "florecimiento": no se puede decir una formulita. También se llama kerygma. Kerigma, que puede hacerse más largo o más corto. El Kerygma es una palabra griega, que significa "proclamación de salvación", que es lo que dice la catequesis Tradendae (el documento del Papa sobre el sínodo) que dice que la fe nace de la proclamación. ¡La predicación, el anuncio del kerygma!

Esta mañana haré este kerygma por vosotros, brevemente, para llamaros a conversión; y después, como estáis haciendo un camino de conversión, después iremos a orar, 20 minutos, y al regresar aquí celebraremos esta conversión.
Quien percibió esta tromba, quien percibió esta palabra, quien escuchó esta palabra, esta palabra que viene de Dios para vosotros, la recibió, vino a él y la escuchó y obedeció lo que esta palabra dice, entonces recibirá lo que esta palabra promete, lo que esta palabra proclama en sí misma: la Vida. Y esta mañana tendrá lugar aquí un juicio: quien acoja esta palabra recibirá la Vida; quien la deje pasar, pasa por encima de su cabeza y toca al vecino. La palabra planea sobre nosotros, buscando en quien hacerse carne, dónde arraigar, dónde posarse, dónde hacerse carne. Hay personas que la dejan pasar y se posa sobre el de su derecha, pero sobre él, no. Porque para posarse sobre ti esta palabra, para tomarte, para llevarte, necesita encontrar en ti quien la quiera escuchar. Por eso hemos cantado esta mañana: "Si hoy escuchas su voz, no endurezcas el corazón". Como dice san Agustín, nadie puede decir "Cristo, es verdad, Él es el Señor; esta palabra es maravillosa", sin el Espíritu Santo. Por eso el Espíritu Santo ya está aquí, preparándoos. Por eso invocamos al Espíritu Santo para que nos prepare para bendecir al Señor y acoger su Palabra.

Pero nos podemos resistir, porque nada se hace sin nosotros, sin nuestra libertad; también podemos resistir, podemos estar aquí sentados diciendo: "Bah, en este momento no tengo ganas de convertirme". También porque no sabemos, porque tal vez tengas que dejar un cierto pecado y no quieres dejarlo. "Mañana, más tarde...". 

Atención en este sentido, porque no te conviertes cuando tú quieras sino cuando Dios quiere. A los que dicen: "Mañana me convertiré, cuando sea viejo, antes de morir me confesaré", a esos el Señor dijo: "Bueno, ve y dile a ese hombre: Mira, cuando estés en la cama para morir y quieras confesar, mira que ese día mirarás y no verás nada, oirás y no escucharás nada; tu corazón estará endurecido y no podrás convertirte".

Esta es una palabra muy importante que Dios dirá al profeta Isaías cuando el pueblo de Israel, en un momento determinado, no quiere convertirse. Están un poco pervertidos, se han convertido en idólatras, amantes del dinero. Y cuándo Dios les envía a los profetas, ¿qué decían? "¿Pero cómo? ¿Por qué hacer eso? Pero ¿por qué andar?... No ves que uno quiere la esposa de otro, cada uno tiene su propio negocio, cada uno piensa en su dinero, e incluso después de venir a la Iglesia, es decir, venir al templo, venir aquí”. Bien, os digo de parte del Señor: Estoy asqueado de vuestras oraciones.

Dios dice: Vuestros cantos me dan náuseas, vuestras situaciones, vuestras liturgias me disgustan; porque eso no es lo que quiero. Porque levantáis las manos a Dios para orar, si están llenas de sangre, si no hablas con tu primo porque no sé qué te hizo con aquel negocio; no soportas al otro por no sé qué. ¿Crees que puedo escucharte? Dios habla así y ¿sabes qué dijeron a estos profetas?: "¡Está bien! Te escucharemos mañana. Sí, sí, tienes razón, pero... Ahora estoy ocupado, ¿sabes? ¡Tengo un asunto! Sí, sí, mañana, cuando venga el Mesías, ¡Él nos lo explicará todo! Nosotros esperamos a que llegue el Mesías: ese día nos aclarará todo”.
Entonces, Dios, que es muy paciente, espera un día, dos días, pero en un cierto punto le dice a Isaías: "¡Ya vale! Ve y dile a este pueblo: ¿No quieres escucharme? Decís '¡El Día de Yahvé! ¡Cuando venga el Mesías, me convertiré!’ Diles: El Mesías vendrá y pasará junto a ti y no verás nada. Mirarás y no verás nada: verás a un loco. Oirás hablar del Mesías y tus ojos no escucharán nada. Ese día tu corazón será tan duro como una piedra.



Fíjate que esta es una Palabra que se ha cumplido por completo: vino el Mesías, Jesús de Nazaret, Hijo de Dios, Dios mismo, y se rieron en su cara cuando le escucharon. ¡Y era Él! Y no lo reconocieron, porque ya estaba profetizado. Y esta Palabra que ya fue profetizada también se cumple en cada cristiano. Y cuando Dios dice: "Conviértete hoy, si es que hoy escuchas mi voz", ¡Conviértete hoy! No puedes decir: "¡No, mañana!". Tú no eres Dios.

Por eso, decían los Padres del desierto, del siglo IV, discípulos del abad Antonio, que en el corazón del cristiano late, susurra una voz que dice "¡Conviértete hoy, conviértete hoy!". Todos los días murmura esto, como un agua que sale de una fuente, así del corazón del cristiano sale una voz que dice: "¡Hoy, conviértete hoy!" Hoy, ¿sabes? Hoy que estás aquí, en este lugar. El Señor te ha traído aquí porque quiere que hoy te conviertas.

Es fácil convertirse hoy, convertirse con la voz del amado, con la voz de la predicación, es muy fácil. Es más difícil convertirse cuando no hay ninguna Palabra y solo hay un hecho, un hecho concreto en el trabajo, con tus hijos, con tu esposa, un hecho desagradable que te hace querer irritarte, pecar, escapar. ¿Y emana ese día una voz del corazón? "Hoy conviértete. ¡No! No recurras a la violencia, no te enojes porque hoy has de convertirte. ¡Hoy!". Siempre serás libre para enojarte, para hacerte el loco o para decir: "¡Señor, ayúdame, ayúdame!" Y el Señor te dice: "Sí. Acepta ser humillado. Pero ¿cómo? ¿Qué a ti no te puede gritar nadie? Si a ti nadie te puede gritar: ¿quién eres? ¡El rey! ¿A ti no te puede pasar nada malo? ¿Tú quién eres? ¿Quién eres en el mundo? ¿Qué monstruo de orgullo eres? ¡Mira cuánto sufre la gente! Pero a ti no te puede pasar nada, ¿verdad? ¡Hoy conviértete!".

Es un poco más difícil, ¿no? Ese día esta Palabra te debe resonar desde adentro, pero hoy es más fácil convertirse, ante el kerygma. Por eso mucha gente, hermanos, se escandaliza de que vayáis por las casas para anunciar la conversión, porque no entienden nada de la conversión; ellos creen que vais a hacer un juicio moral. Hay personas que solo entienden las cosas moralmente, que van y dicen: "¡Eres malo, eres malo!" ¡Pero no, no se trata de hacer ningún juicio moral! Es una gracia que Dios te envíe un hermano o dos hermanos o tres, y te digan: "Hermano, buenas noticias para ti, un feliz anuncio, un feliz anuncio para ti: Dios te ama. Dios nos envía a ti hoy para decirte que es posible abandonar la esclavitud, el pecado que no puedes dejar porque eres un esclavo. Venimos a decirte: aquí llega el día de la liberación para ti, las cadenas caerán solas, las cadenas que tú tienes caen. Ahora te es posible venir con nosotros a una caravana y partir hacia una tierra nueva de libertad. Yo era como tú".

Pero, ¿qué es esto: un moralismo? ¿Es esto un juicio? ¿Qué es esto? ¿Insultar a la gente? O es un anuncio, un feliz anuncio, ¡algo nuevo y grandioso! Todos los que estáis sentados, los itinerantes, los que están atrás, los sacerdotes, todos vosotros sois convocados hoy por el Señor para una conversión, para una transformación.
¡Conviértete, dice el Señor, y cree en la Buena Noticia! ¿Qué significa convertirse? Creer en el anuncio. Esta mañana. Dios ha realizado para vosotros una serie de gracias, no sé qué cantidad, no sé cuántas gracias, dones gratuitos, dones gratuitos que el Señor quiere daros para vuestra salvación, para construir en vosotros el hombre nuevo; esto es una gracia: ¡No podemos dejarlo pasar! Una gracia extra, un don gratuito que necesitas, necesitas de este don. No puedes decir: "No, no me gusta esto, es para esos otros, yo no necesito esta gracia". ¿Tú qué sabes? Es como un hombre enfermo que dice que no necesita la medicina que quiere darle el médico: "¿Pero cómo? ¡Si no lo toma, fíjate cuánto puede arriesgar!".

Hermanos, todos necesitamos de esta gracia, yo doy gracias al Señor por lo que me está dando para mí, para vosotros, para Carmen, para mí, para todos, para estos sacerdotes que están aquí, para los itinerantes, para los párrocos que han venido aquí, para todos hoy es una gracia. ¿Por qué? Porque es la Palabra de Dios la que nos convoca; nos une a todos nuestra debilidad, el pecado es común a todos nosotros, nuestros problemas, nuestros problemas son comunes a todos nosotros, y por esto el Señor hace brillar su luz en medio de todos nosotros.
Pues bien, como dice la renovación que el Concilio Vaticano II ha hecho sobre la penitencia, la conversión, lo primero que dice es que se hace presente la Palabra que convoca y que llama a conversión; ¡y que el pueblo responda a esta conversión dejándose convertirse, dejándose convertir! Haciendo alianza, dejando el pecado: porque esta Palabra te anuncia, te dice que es posible dejar el pecado. Entonces, para poder convertirnos a la luz de esta Palabra, escucharemos el kerygma que San Pedro nos predica hoy a nosotros. En este kerygma hay una palabra muy importante para nosotros, dice la razón por la cual Dios ha querido salvar al mundo a través de la predicación, Dios ha querido salvar a los hombres a través de la predicación. Por esto debes, debemos ir a predicar, ¡todos! Esto es lo que dijo Carmen, maravilloso, que ahora Dios está convocando a un pueblo, ¡un pueblo!
En España, estamos impresionados de ver que han pasado del franquismo -del fascismo, si lo prefieres- a un cierto tipo de socialismo mitificado, el pueblo, por el bien del pueblo, el pueblo. Y con el pueblo, el pueblo, el pueblo, te arruinan la casa, los campos y todo, te quitan todo. ¡El bien del pueblo! Y con eso te machacan: "¡El bien del pueblo! ¿La Iglesia? ¡Para nada!".

¿El pueblo es el mito? es curioso. Pero es curioso también esto porque es cierto que Dios hoy está convocando a un pueblo con vosotros. ¿Un pueblo? Un pueblo salvado, no más gente excepcional, personas excepcionales, el pueblo, como dijo Carmen.


Entonces escuchemos esto, hermanos. Está claro que para escuchar el kerygma es necesario abrir un poco el oído, tener los oídos abiertos. A los apóstoles no los escuchaban en absoluto, por eso San Pedro tuvo que curar a un lisiado. "¡En el nombre de Jesús de Nazaret, te digo, levántate y anda!". Uno que toda su vida estuvo ahí, con los huesos torcidos, se pone en pie para caminar, y esto abre los oídos a los hermanos, y escuchan y les pueden anunciar el kerygma.

Bien, también vosotros tenéis más o menos los oídos abiertos, no sé hasta qué punto los tienes abiertos; pero también por las casas, vosotros mismos, caminando así, llamando al timbre, arriesgando un poco vuestra vida en lugar de quedaos en casa a ver la televisión, siendo capaces de perder un poco la vida, sin dinero, eres una noticia, eres un acontecimiento que puede ayudar a abrir los oídos.
Atención, porque la fe viene por la predicación. Y todos nosotros tenemos una fe débil, necesitamos que nuestra fe aumente, aumente. Por eso estáis aquí, una escuela de catequistas, verdaderamente, os estamos preparando para anunciar el Evangelio; y para anunciar el Evangelio es necesario como primera cosa la fe, no las nociones teológicas que vosotros tenéis -que también eso es necesario-, pero más importante, más que eso, es qué fe tienes.

Por qué el kerygma no es nociones teológicas: la Iglesia tuvo un momento en el que tuvo que ir a la escuela porque se enfrentaba a conflictos gravísimos, como dijo Carmen antes. Esto no significa que no se deba estudiar teología y estas cosas muy, muy importantes, sobre todo cuando la Iglesia pasaba por momentos en los que tuvo que defenderse de herejías; por esta razón, casi todo lo que se estudiaba era apologética, y la Escritura se razonaba en este sentido apologético para defenderse, porque eran atacados. Hoy, gracias a Dios, estamos en otro momento: ya no hay necesidad de esto. Antes había necesidad de esto porque la fe se daba por supuesta, todos tenían fe religiosa, todos.
Hoy estamos en otro momento, no se trata tanto de discutir apologéticamente sobre la pureza de la fe como de buscar fe: hoy se cuestiona la fe, se cuestiona a Dios y se duda de Dios. Por eso necesitamos testigos, testigos, testigos de la presencia de Dios. Por eso el Señor nos toma, nos hace testigos y nos envía, a todos nosotros, a anunciar la buena nueva, una bella y gran noticia. Como vemos aquí Pedro y Juan, dos hermanos, como iréis vosotros de dos por dos, que anuncian una buena nueva a los hermanos. Por eso digo: ¡atención, porque la salvación viene por la predicación!
Entonces, cuando yo os anuncio el kerygma, en este momento aumenta vuestra fe, en este momento se da la salvación.

 ¿Por qué? San Pedro lo dirá aquí: hermanos, lo que escucháis es lo que Dios dijo a Moisés, cuando Dios se apareció en la montaña y comenzó a temblar la tierra -porque ¿cómo podría Dios tocar la tierra y que la tierra entera no tiemble, brrum?-; cuando todo se mueve, el pueblo está aterrorizado. ¡Habla con la gente que escucha el terremoto! Todo se mueve, es aterrador. Estaban tan aterrorizados, se veía humo, se oían truenos, la voz de Dios que tronaba, la merkabà de Dios tocó la tierra. En ese momento el pueblo estaba aterrorizado: "Moriremos todos, todos moriremos", y le dice a Moisés: "¡No, nunca más! Nuestro corazón no lo aguantaría, moriríamos todos. ¡No quisiera volver a tener esta experiencia en mi vida, nunca! No quiero que esto se repita en mi vida, nunca. Mira, habla tú con Dios y tú nos lo dices a nosotros, porque de lo contrario moriremos todos. Si en otra ocasión, estoy seguro -dijo el pueblo-, que si esta experiencia se repite otra vez, me muero, me muero, mi corazón no podría soportarlo más. ¡Es demasiado para mí! Entonces mira, habla tú con Dios. Nosotros Le obedeceremos, te lo prometemos, obedeceremos". Atención, esto es muy importante.

Entonces Moisés va a hablar con Dios y Dios le dice: "Mi pueblo ha dicho bien: no hablaré más como he hablado. Suscitaré un profeta" –hemos dicho que el Bautismo nos hace profetas todos- "y quien lo escuche vivirá".

Entonces, la salvación, la vida viene de escuchar a este profeta, lo que te anuncia en el nombre de Dios. ¡Este profeta es Cristo, Cristo!

Pero mi primo, mi hermano, que está casado con una sueca, es físico o lo que sea, tiene dos hijos, ya no cree en nada, nunca ha escuchado la voz de este profeta. ¿Dónde escuchará la voz de este profeta? Él dice que los sacerdotes dicen tonterías, no quiere escucharlos, nunca va a la iglesia, nunca. Y aquí se dice que mi hermano -mi hermano de carne, concreto, se llama Félix, mi hermano a quien amo, lo quiero mucho... Somos cuatro hermanos, yo soy el primogénito de cuatro varones, él es el último-, este hermano, yo sé que dice la Escritura que solo cuando escuche a este profeta... ¿Y dónde lo escuchará? A mí no quiere escucharme, nadie es profeta en su casa, piensa que estoy loco, que arruiné mi carrera, pero ¿qué...? Había hecho exposiciones en el extranjero, todos los periódicos, la televisión habían hablado de eso, y di una patada a mi carrera, y me fui allí a hacer el loco con los pobres, ¡a predicar, con los sacerdotes!

Él dice que soy... Pero a él, pobrecillo, ¿qué le pasa? Tiene conflictos en casa, apenas ama a su esposa, va a escalar, practica el montañismo, ecología, hace cosas así, no quiere tener más hijos, tiene dos y ya son demasiados, demasiados problemas, no sé si se separa de su esposa, no sé, tiene problemas. Tiene los problemas que tienen todos los hombres, todas las personas más o menos, ¿verdad?
Bien. Pero yo sé que mi hermano, ya que lo quiero bien, también él podrá conocer a este profeta, la voz de este profeta. Por eso estoy esperando que el párroco de ese barrio acoja el Evangelio, acoja el Evangelio.

Porque tal vez un día llegarán allí, a su casa, bum bum, ¿eh? Ese día mi hermano: "No, pero ¿quiénes son?". Le dice a la esposa. "No, no son testigos de Jehová, vienen de la parroquia, son católicos, quieren hablar con nosotros, tienen una buena noticia para nosotros".

Estoy seguro de que mi hermano... El otro día recibí una noticia, que mis padres están yendo a unas catequesis. ¿Sabéis por qué? Porque el párroco del vecindario aceptó el camino, y el año pasado llamaron por teléfono a la casa de mis padres para pedir permiso para visitarlos. Les dije: "¡Idiotas!", mi padre, cuando escucha que vienen estos anunciadores, desaparece, porque no quiere escuchar nada de la Iglesia ni de los sacerdotes: se va a la calle. Por eso dije: "¡No, no hagáis esto! Mi padre es muy educado: si lo atrapáis en casa, se sentirá obligado a aceptaros; y luego, como los has invitado a una catequesis o lo que sea, por educación tal vez diga que irá". De hecho, este año sucedió así. Lo invitamos a las catequesis, hicimos todo lo posible para que mi padre pudiera ir, ¡y nada! Este año ha ido, porque estos anunciadores llamaron a casa, los atraparon allí y él no pudo escapar porque es un poco tímido, por educación tuvo que escuchar todo el anuncio... No sé si continuará, sé que ha ido a dos catequesis, me dijo mi madre. Pero estoy contento de que él...  Le pregunté: "¿Qué te parece? ¿Qué te parece?" "Ya me sé todas estas cosas", dice mi padre, "¡Más católico que yo! Me lo sé todo". Tiene una mentalidad terrible. Pero ha ido a la segunda catequesis: esto ya es una señal, un milagro de Dios. Ha ido no solo a una, sino a dos catequesis.

Entonces aquí dice S. Pedro, que este profeta... La fe viene por la predicación: quien escuche a este profeta vivirá. Por eso el Bautismo nos hace a todos profetas, porque Cristo es el profeta y nosotros somos su Cuerpo, cristianos; por el Bautismo participamos de la vida de Cristo y nos hacemos profetas, sacerdotes y reyes.

Ahora estamos descubriendo la misión profética del cristiano, que somos enviados, enviados para llevar la Palabra de Cristo, Palabra que da vida a la raza humana. ¿Y cómo, no prestarás tu cuerpo para que esta Palabra se encarne en un cuerpo y lleve la vida a un vecino? ¡Llevar la vida! Estoy seguro de que el día en que mi hermano, a quien quiero mucho, que ya no cree, ya no vaya a misa, etc., y sus hijos que están siendo educados como salvajes -en el sentido de que todo se basa en la naturaleza, la moda de hoy-, nunca se habla de Dios, Dios no está ahí, los sacerdotes son gente que tiene esa mentalidad, la religión... Estoy seguro, por esto es muy importante, un párroco que renuncia a hacer las catequesis, veremos qué sucederá en su vida; espero temblando el día en que lleguemos a esa parroquia, si ese párroco: "Ah no, estoy haciendo otras cosas"...

La única posibilidad que mi hermano tiene en este momento para encontrarse con Jesucristo, la única posibilidad que yo veo es esta, es que algunos catecúmenos vayan a su casa, porque sé que si dos van a su casa, él no los echará a la calle. Los hará entrar y los escuchará. Quizás discuta con ellos, y existe la posibilidad, una posibilidad que tienen mis nietos de ser ateos o cristianos, porque si mi hermano acepta a Jesucristo, la vida de mis nietos cambiará radicalmente. Radicalmente.

Porque si mi hermano cree; mis nietos, es decir, sus hijos, tendrán una dirección de vida diferente porque mi hermano los enviará a la comunidad para hacer las catequesis, y su vida cambiará de dirección. Lo estoy esperando, allí se juega toda la vida. Fíjate, ¿eh? Qué cosas... De vosotros dependen tantos niños que cambiarán de vida, la dirección de su vida cambiará por vuestra respuesta: si vais a las casas o no vais, si vais a una casa.

Por esto digo: atención, que uno no puede decir "¡No, el jueves yo no iré a visitar las casas!" Un momento, que el Señor puede presentarse un día y decirte "Mira, hermano mío, que aquel jueves que te quedaste en casa porque hacía frío -y tienes 67 o 72 años y tienes un poco de artritis- y no querías ir, aquel día te tocaba visitar aquella casa, y yo lo había preparado todo: la madre tiene un hijo que tiene 16 años y se droga, se pincha, ¿eh? Y aquel día Yo había hecho no sé cuántos milagros para que ese chico estuviese allí, estaba allí en ese momento. Y resulta que a ti, que tienes 72 años, te tocó, por sorteo, ir por las casas con una joven de la comunidad, y te estaban esperando allí. Si los atrapamos en ese momento, fíjate que tenemos una oportunidad los dos – tú y yo -, dice Dios, y el muchacho. Su libertad no sabemos cómo responderá, pero ¡sigamos adelante!".

Y ese día, después de que Dios lo preparó todo, tú te quedas en casa, porque hacía un poco de frío, y el siguiente jueves aquel chico se ha escapado con sus amigos, y su madre ni siquiera sabe dónde está, si están robando en el norte, en Milán, se fueron.
Y esto es así, las cosas son así en el mundo, ¿sabes?

Entonces vas allí ese día, llamas al timbre y tal vez esa mamá te hace pasar y ese muchacho no quiere venir, está escuchando música en su habitación, los discos. "¿No está tu hijo en la casa? ¡Llámalo!". "No vendrá". "Bueno, llámalo". Entonces va allí: "Roberto, aquí hay dos que quieren..." "No quiero ir". “Bueno, ven un momento, luego te vas". Entonces ese hijo grosero sale, se sienta en el rincón más apartado, al fondo... pero se da cuenta de que hay una chica joven allí, una chica que habla de Dios, ¡figuraos! Y esta joven comienza a hablar con su madre, no quiere escuchar, pero tiene que escuchar el discurso de la chica que cuenta su experiencia, que estaba fuera de la Iglesia, que no soportaba a los sacerdotes. Este chico que no quiere escuchar, lo hace, se parece un poco a esto.

En algún momento el muchacho comienza a sentir que hay algo allí que lo toca: el lenguaje, lo que se dice, no es el caldo habitual, el sermón o no sé qué: allí hay algo, algo que lo toca, ¿verdad? Y allí existe la posibilidad de una vida nueva, de transformación para este muchacho: porque la fe viene por la predicación.
Porque dijo San Pedro: "Dios ha dicho: Quien escuche a este profeta, vivirá".

Pero, ¿dónde escucharán a este profeta si aún no van a la iglesia, dónde lo escucharán? ¿Me decís? ¿En las plazas? ¡No se predica en las plazas! ¿Lo escucharán en la televisión? ¿Dónde se escuchará a este profeta? Al menos debemos darles la oportunidad de que escuchen, después el hombre es libre.

Así que escuchemos este kerygma que se nos proclama hoy. Escuchémoslo de pie, hermanos. Dios primero curó al lisiado para abrir el oído en esas personas, para que pudieran escuchar.
Lectura: Hc 3, 11 – 4,22



Kiko:
Hermanos, nosotros venimos de Barcelona, donde se está formando una asamblea del pueblo de Dios, una asamblea donde están los sectores de sacerdotes y de laicos de una línea más humanista. Estamos sorprendidos porque hoy hay poca gente que crea que lo más importante que hay que hacer hoy en la Iglesia es esto, humanizar el Evangelio. Hay gente que está convencida de que hoy hay cultura, compromiso político, muchas otras cosas, y no creen verdaderamente lo que se está proclamando aquí: no creen que a través de la predicación, del kerygma...

Cosa curiosa, una cosa por la que estamos realmente impresionados: es como si la mundanalidad hubiera entrado en el mundo, una especie de mundanalidad, amor por el mundo, que hace que el Evangelio sea completamente estéril. Y tienen un concepto de tipo moral de las personas, de buenos o malos, la gente que pasa por la calle no cree que las personas estén oprimidas, es decir, esclavizadas, y que puedan ser liberadas, liberadas, liberadas por el encuentro con Jesucristo. Tienen una forma de ver la realidad diferente, como si todo dependiera de la voluntad del hombre.

Hemos visto tantos milagros; el Señor nos ha permitido, hermanos, en el encuentro para el Sínodo de la familia, escuchar a tantas parejas contar milagros, prodigios que Dios ha hecho en su matrimonio; algunos de vosotros lo escuchasteis, por sorteo, con tanta franqueza y con tanta valentía para glorificar a Dios, las cosas que han visto en su matrimonio, cosas terribles, cosas que en el mundo no se superan, no se aceptan. ¡Estamos muy felices, hermanos!

Entonces, esta mañana ¿qué hemos escuchado? San Pedro dice: "Conviértete y cambia de vida". Yo os digo esta mañana a todos vosotros: "¡Convirtámonos!"
¿Qué significa eso? Convertirse significa creer en la Buena Noticia. ¿Cuál es la Buena Noticia, cuál es la Buena Noticia?
¡Dios, hermanos, conoce nuestra vida, la conoce! Él conoce nuestro sufrimiento. Y hoy yo te digo, a nosotros nos dice de dónde viene este sufrimiento. Este sufrimiento nos llega de que amamos mal. No amamos a los demás. La dificultad que tenemos para amar nos produce una profunda insatisfacción, un profundo sufrimiento, el egoísmo que tenemos. E incluso si el hombre se vuelve ciego a sí mismo porque no quiere ver sus pecados, esto no significa que tenga ceguera -como escuchamos anoche-, le provoca una situación existencial concreta de ceguera, es decir, de mendicidad, de apego al dinero como tiene el mendigo: debe mendigar constantemente a los demás un poco de afecto.

¿Por qué nosotros no podemos amar y amamos mal, amamos así de mal? ¿Amamos así de mal -como os hemos predicado tantas veces- por alguna razón? Porque dentro de nosotros habita, vive el pecado, dentro de nosotros habita el pecado, el pecado tiene poder sobre nosotros. ¿Qué es el pecado? No me gustaría repetiros todas las catequesis ahora... El pecado es que el hombre, él mismo, se hizo dios de sí mismo, cortó los lazos, no aceptó la ley de Dios. Dios creó al hombre para un paraíso, en un paraíso; como un paraíso creó una tierra maravillosa, puso al hombre en medio de la tierra y le dijo: "Trabaja, multiplícate", y le dio un camino, un camino de vida para ser feliz.

A este camino le llamamos ley.

La ley que dice: "¡Escucha! Amarás a Dios sobre todas las cosas, amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, ámame a Mí que soy la vida que te ha creado. He creado tus ojos, he creado el amor que sientes por tu novia, yo (sic) he creado este sentimiento; Yo seré más grande que tú, ¿no?" Y toda la naturaleza que nos rodea es un reflejo: A Dios nadie lo ha visto, es un reflejo del amor que es Dios mismo. Como dice San Juan: "En el principio era la Palabra, la Palabra estaba con Dios, la Palabra era Dios; y nada se hizo sin ella". La Palabra de Dios creó todas las cosas visibles, fueron creadas por la Palabra de Dios, esta Palabra que habitó y se hizo carne en Jesucristo, y la vimos y la tocamos -dirá San Juan-, la Palabra de vida, la vida eterna con nosotros. Dios nos creó en esta Palabra. ¿Qué dijo Dios? (digo esto para que entendáis) 'Que haya luz', y la luz se hizo, dice San Pablo. Y el Génesis explica cómo todo el universo lo creó Dios por medio de su Palabra. Pero, ¿qué significa que nos ha creado, para qué nos creó, para qué me creó a mí?
Últimamente, cuando hablo, llevo una bellota conmigo, pequeña, una semillita, porque a la luz de esto me gustaría decir una cosa: algunos ya lo han escuchado, otros no. Esta bellota, una semilla, una bellota, la ha creado Dios. Dijo: "Tú serás una bellota". Le dio una palabra a esta bellota.


Y esta bellota puede transformarse, y puede salir de ella una encina. Si nosotros no conociéramos la encina, si fuéramos científicos que jamás hubiésemos visto un milagro semejante y quisiéramos analizar esta bellota y ver qué hay dentro de ella, dónde están los motores que ponen en movimiento un retoño de encina, donde está el poder que lo hace, ¿aquí dentro?
Debe tener animalillos –pensaremos-, debe estar vivo, si lo metemos dentro de la tierra comienza a moverse, se mueve y algo comienza a surgir. ¡Pero es sorprendente! ¡Qué cosas hay en este planeta tierra! Digo que es una cosa impresionante que aquí Dios ha dicho una palabra sobre esta semilla que se llama encina, y todas las células, protones, electrones que Dios ha creado aquí dentro, todos los principios obedecen a su Palabra, y lo que sale de aquí no es un álamo ni un manzano. Es una encina. Y adquiere las proporciones de una encina. Y obedece perfectamente a la Palabra de Dios: se convierte en una encina. Y las ramas son de encina, y la estructura es la de la encina, ¿no? Obedece así también la semilla humana: hay un orden, hay una palabra, un programa.



Dios ha dicho una palabra y todas las células se organizan para que seamos hombres, y... tenemos una estatura y una forma externa: la que Dios ha dicho para nosotros. Entonces, todas las cosas obedecen, todo ha sido hecho por una Palabra y esta Palabra es Cristo mismo. Esta palabra es el amor. Nosotros no sabíamos cual es esta palabra: porqué existe el roble, porqué existe el hombre, porqué existe el agua, todas las células, todas las cosas; el agua está en función nuestra, la nieve cae, y las montañas y el cielo y las nubes pasan y traen agua a la tierra, y hay ciclones y anticiclones, y el sol. ¿Por qué existen todas las cosas? Fueron creadas por la sabiduría... por la Palabra de Dios. Pero esta Palabra ha sido revelada, ha revelado el contenido, el diseño, se ha hecho luz para nosotros, carne en Cristo. Allí se reveló el misterio oculto, el porqué existes tú. Porqué tú existes, porqué fuiste concebido en el seno de tu madre, por qué motivo, porqué naciste en España. ¿Sabes esto? Hay mucha gente que no sabe por qué vive, ni para qué, ni quién la ha creado, ni porque hay guerras o porque hay terremotos: no sabe nada. Solo vive comiendo cuando tiene hambre o va al cine cuando está aburrido.

Pero lo mismo que esta bellota tiene una palabra, Dios la ha programado, ha pronunciado una Palabra al respecto y todo se cumple como Dios dijo y nada transgrede la Palabra de Dios, así Dios ha puesto muchas cosas dentro de nosotros, ha creado muchas cosas dentro de nosotros.

¿Y qué es lo que ha creado dentro de nosotros? Ha creado el deseo de Dios, la religiosidad natural, y todo lo que es natural, creado por Dios, es bueno.

Él creó en nosotros el deseo de amar, el deseo de ser feliz. Y estamos condenados a vivir una vida insatisfecha, no completamente infeliz pero tantas veces no feliz con nada.

Y mucha gente debe contemplar eso, mucha gente vive muy infeliz, mucho más que infelices: ¡esclavos! ¿Esclavos de qué? De sus pasiones, su concupiscencia, su... Dice San Pablo, hermanos, que Dios nos creó y nos hizo libres, y hemos pecado. ¿Qué significa el pecado? Usamos nuestra libertad y nos hemos hecho independientes de este equilibrio, la armonía que tiene toda la naturaleza. Todo obedece a Dios y el hombre ha desobedecido a Dios.

¿Cómo ha desobedecido a Dios? Porque -dice Génesis, el Señor nos lo reveló- el demonio, el pecado, el demonio, tomando ocasión de la ley, del camino de la vida que Dios nos ha dado -porque dijo Dios "No fornicarás, no adulterarás, no robarás, honrarás a tu padre y a tu madre, no desearás a la esposa de tu prójimo, no desearás su buey ni su carro, ni su auto"- tomando ocasión de la ley, nos sedujo y nos mató. El demonio dijo: "Pero ¿dónde está este Dios? Si Dios es amor ¿por qué te limita? ¿Por qué no te permite comer de este árbol, vivir, realizarte? ¿Por qué te limita a ti, por qué te obliga?" ¿Recordáis esta catequesis que os dimos a vosotros? Y no sé qué clase de sofisma te dijo, te ofreció la posibilidad de ser libre, de hacerte tu propia religión, de no tener que obedecer a nadie, de decidir por sí mismo qué es bueno y qué es malo. El demonio nos ha esclavizado, nos ha engañado, nos ha provocado la muerte porque nos dijo: "Mira, Dios no te ama, Dios está celoso. Y la prueba de que no te ama es la ley. Mira como te limita la ley, no te permite hacer lo que quieres. Porque si Dios fuera inteligente, si Dios existiera, ¿cómo pone dentro de ti un deseo de amor por la esposa de otro o algo así? ¿Te pone un deseo y después te lo impide? Es absurdo, ¡esto es una idiotez! Si Dios realmente existiera, pondría en el hombre el deseo y le daría la posibilidad de realizarlo, ¡no te lo negaría!". Y esto te pareció lógico. El hombre ha aceptado la lógica, la lógica, el dios inteligencia, la razón, la diosa razón, dios; y el resto lo ha negado. Ha negado que pueda existir una verdad más alta que su razón. Puede existir una razón que aún no entiendas, porque lo mismo que el hombre no entiende cómo se crearon los árboles... ¡No! En el fondo, el hombre dice: "Tienes razón. El único dios que puede existir es el dios que entiendo. Me ha puesto algo que no entiendo bien, y tal vez tú tengas razón. No existe nada más que lo que mi razón entiende, lo que mi razón comprende: tienes razón. Dios no está allí. Y si está, es un monstruo". Atención, la tentación del demonio, siempre viene a través de la inteligencia.

Bien, hermanos, cuando el hombre acepta que Dios no existe, que Dios no lo ama, cuando lo hemos aceptado y hemos pecado y hemos satisfecho el deseo, la concupiscencia, entonces dice san Pablo; la concupiscencia, que antes no tenía ley, cuando la ley ha dicho "No desearás" tomó inspiración, se fortaleció con la ley, se reforzó y deseó más y pecó y conoció la maldición de la ley. Porque la ley dice: "Quién la transgrediere, quién pecare, morirá".

De modo que la ley, el camino que Dios le había dado al hombre, la Torá, el camino de la vida como un camino de felicidad, como algo sagrado para que el hombre aprendiese a caminar en la verdad, en la felicidad, se ha convertido -dice san Pablo- en una ley de muerte, una ley que nos mata, se ha convertido en algo pesado, que nos condena constantemente. Porque la ley dice "No harás esto" y todos debemos confesar que todos los días lo hacemos, de modo que todos estamos bajo la condena de la ley, de modo que la ley se ha convertido para nosotros en una cláusula desfavorable, una denuncia. Todos somos denunciados, denuncia al pueblo: sodomitas, adúlteros, avaros, ladrones.

Si Dios dijo: "Amarás a Dios con todas tus fuerzas", nadie ama a Dios; todos somos amantes del dinero, todos amantes del trabajo, se odian, se envidian, todo. Así, la ley que brilló como un camino de salvación para los hombres, como un camino hacia la felicidad, se ha convertido, para toda la humanidad, en una ley de condenación, de juicio. Y, de hecho, todos a través de la ley temen a Dios, temen que Dios los castigue, etc. Una de las cosas que la sociedad hace para deshacerse de esta condena ¿qué es? Quitar la condena, decir que todo son tabúes inventados por los sacerdotes, que han neurotizado al pueblo, y que no es cierto que fornicar sea pecado, pero ¿quién dijo eso? ¡Adulterar es buenísimo! ¡Acostarse todos con todos es bueno! Y llevas a tu hija al psiquiatra y el psiquiatra le dice que debe fornicar, que tiene muchos complejos porque no hace el amor; deja que haga un poco el amor y verás que las cosas se le pasan. Esto es lo que dicen los médicos hoy, ateos, porque primero se quita el pecado creyendo que con esto se libera: y no se liberan de nada, porque el problema no está allí, los psiquiatras no saben cuál es el problema.


¿Dónde está el problema? Aquí está el problema, lo digo hoy a todos: el problema consiste en que el hombre mata a Dios dentro de sí mismo, dice: "Dios no existe, el demonio tiene razón, porque me ha presentado una falta de lógica, algo ilógico". Tiene razón: ¿Cómo es posible que exista un Dios que me pone dentro el deseo de justicia y que yo viva en un mundo injusto? Pone en mí un deseo de amor y luego me lo impide, me hace querer cosas buenas, aparentemente buenas, y luego resulta que me dice que son pecado, que si lo hago, me condena, pero mira... pero vamos, pero ¿qué cosas son estas? ¡Invenciones, todo! Todo son inventos de los sacerdotes. 

La lógica, el único Dios es mi lógica, no hay Dios. Y no ha sabido el hombre que habiendo pecado... porque el hombre puede hacer muchas cosas, solo una cosa Dios ha prohibido: un árbol, un símbolo, ha puesto un árbol en el centro de nuestra vida, un árbol que es la ley, que es el equilibrio de todo el cosmos. Y San Pablo dice que el demonio, tomando ocasión de la ley, nos sedujo y nos mató. Lo que estoy diciendo yo, nos ha seducido, nos ha puesto un sofisma, nos dijo: "Mira, tú no eres libre, no puedes comer nada, de ningún árbol". Pero ¿cómo que de ningún árbol? Podemos comer de todos los árboles: podemos trabajar, podemos crear, podemos casarnos, ¡podemos hacer tantas cosas hermosas! ¿Por qué nos dice: "¿No puedes comer de ningún árbol?" ¿Por qué nos dejó esta idea en el subconsciente? "Si en el fondo no puedes comer de uno, no puedes comer de ninguno, no eres libre, eres infantil, siempre tienes que hacer lo que alguien más te ordena, ¿entiendes?

Pero no, dijo Dios: "De eso no comer, porque si comes de él morirás". "¡No, no morirás! Gran mentira: no es cierto que morirás -dice el demonio-, no es cierto que morirás, Dios sabe muy bien que el día que comieras, de la misma forma que ahora conoces el bien, experimentarías el pecado, y la experiencia enseña mucho, ¿sabes? La experiencia es muy importante y experimentarías el mal, el sufrimiento y entonces ya podrías conocerte a ti mismo, conocer el bien y el mal por ti mismo. ¡Y ya no necesitarías que nadie le dijera lo que debes hacer!" Como dice la Biblia de Jerusalén, no significa que antes de conocer al pecado el hombre no sabía lo que era bueno y lo que era malo, no, lo sabía, siempre el hombre sabe eso. No, el demonio invita al hombre a hacerse su propia religión, que es distinto; a no tener que esperar a que la Iglesia te diga "esto se puede hacer, esto no se puede; la píldora se puede tomar, la píldora no se puede tomar", sino a ser tú el autor, el creador del cosmos, Dios. Tú eres quién dice qué es pecado y qué no.

Y veréis que en vuestro vecindario la gente se hace su propia religión basada completamente en la honestidad, su honestidad, y cada uno pone énfasis donde quiere, ¿eh? Para algunos, su religión consiste en que robar no es pecado, pero traicionar una amistad, como sucede entre los ladrones en la cárcel, por eso se apuñalan. Robar no es pecado, ¡eh! ¡Llevarse las gallinas es buenísimo, qué va a ser pecado! Pero si alguien confía en ti y lo traicionas, él te apuñala. Cada quien ha hecho su religión como le ha dado la gana, buena para él. Para otros, el sexo, el sexto mandamiento no es pecado: Pero ¿quién dijo esto? Para otros en casa...fornica tanto como quiere, va con todos, pero luego tiene sus manías en casa: ¿cómo? ¡Si le tocas sus cosas, te mata por ello! ¿Entiendes? Todos tienen sus cosas, sí, las tienen, decide por sí mismo -porque se hace dios del mundo- lo que es bueno y lo que es malo.

Bueno, hermanos, ¿cuál es el problema? El problema, dijimos, es que el hombre participa de una realidad tremenda y es que habiéndose matado a sí mismo, habiendo dicho “Amén” con el demonio a esta catequesis que el demonio le ha hecho, que es inconsciente... que todos hemos recibido, todos participamos, heredamos una cosa que se llama pecado, que la Iglesia ha llamado pecado original, participamos, vivimos en él, tenemos una debilidad frente a la tentación. Aquí, todos hemos experimentado lo que es la muerte. El pecado ha generado en nosotros la muerte. El pecado destruye, destruye en nosotros la vida de Dios, la vida eterna. El pecado nos ha quitado la inmortalidad, nos ha quitado la vida eterna para siempre y nos ha provocado la muerte.

El hombre ha tenido una experiencia, no solo jurídica, sino una profunda experiencia de muerte, existencial, y ha experimentado la consecuencia de esta muerte, que es lo que experimentamos nosotros en nuestra vida, la consecuencia del pecado. El hombre se ha convertido en esclavo del pecado, al sentir dentro de sí mismo que Dios no existe. Y si Dios no existe, si Dios no existe, ¿quién soy yo? Nosotros hemos sido creados con Cristo, por Cristo, para Cristo. Todo fue creado por Cristo: "En el principio era la Palabra y la Palabra estaba en Dios y la Palabra era Dios". La Palabra se hizo carne, es decir, tú fuiste creado por Dios para Cristo, ese es el contenido fundamental, la Palabra de Dios, fuiste creado por eso, para Cristo. Y con Cristo fuiste creado. Esta Palabra por la cual existes, lo que te da el ser, tu ser es Cristo; si matas a este Cristo dentro de ti -digamos así-, esta Palabra de vida, matas a esta Palabra porque dices "Dios no existe" y lo crucificas dentro de ti, matas al Autor de la vida dentro de ti, has matado al Justo. Este Cristo ha querido mostrarse, cuando se hizo carne, a todos; ha levantado como un estandarte toda la maldición que pesa sobre la humanidad, lo que el hombre hace todos los días sobre sí mismo y lo separa de la vida, de Dios.



Entonces, ¿qué dice la Escritura? "Por el miedo que le tiene a la muerte", experimentando esta muerte se convierte en esclavo del demonio, porque ahora el demonio ya nos ha metido a todos en su saco... en su poder. Y una vez que nos hace experimentar la muerte, nos mantiene a todos bajo llave, encadenados. ¿Cómo nos mantienes encadenados? Como todos tenemos miedo de morir, todos hemos probado, todos hemos caído en sus manos, en sus brazos, todos caídos: ahora la vida ha sido asesinada dentro de nosotros mismos. Si no hay vida eterna… Dado que el hombre ha sido creado por Dios para vivir eternamente, existe un deseo de vida eterna, un anhelo de vida eterna, de una vida absoluta: en todos nosotros está sembrada esta religión natural, incluso en los marxistas, en todos existe un deseo de lo absoluto, de no perecer, de vivir. Pero tenemos dentro la muerte, envejecemos, morimos. No tenemos vida eterna dentro de nosotros. Tenemos el deseo de vivir, de lo absoluto, por esta razón el hombre inventa religiones, inventa, quisiera pero... Entonces el demonio, por el miedo que tenemos de morir, nos obliga a hacer su voluntad

Por ejemplo, todos los días, basta una mala noticia, basta un conflicto, basta cualquier cosa, una cruz -la cruz es símbolo de la muerte, ¿no?- basta un poco de sufrimiento y el sufrimiento te angustia, y el demonio te presenta la solución. La solución no es obedecer a Dios, él te presenta la solución; pecar siempre es resolver un conflicto de sufrimiento, y el demonio te lo presenta.

¿Por qué tienes que soportar a tu esposa, vieja, insoportable, que grita, que te pone ante tu realidad? Esa chica, la amiga de la oficina, sabes que no hay necesidad de decir mucho, solo llámala por teléfono. ¿Por qué tiene que estar allí en la oficina y trabajar en la oficina? ¿Por qué tienes que quedarte allí con esta tensión...? ¿Por qué esta tensión? Puedes responder a este momento de conflicto serio de dos maneras: el demonio te presenta como puedes, en cuanto aparece el sufrimiento... y el sufrimiento te hace no sentirte amado, si no te sientes amado no sientes la vida, porque la vida ¿Qué es la vida? ¡Amor! Dios es amor. Nos dio la vida porque nos ama. Si alguien te convence de que Dios no existe, entonces ya no tienes amor dentro, ya no tienes vida.

Entonces, ¿quién soy yo? ¿Por qué me has creado? ¿Qué hago en la tierra? ¿Pero a qué juego estamos jugando? ¿Quién soy yo? ¿Por qué vivo? Luego, uno se vuelve budista, el otro se convierte en mahometano, el otro estudia a Confucio, el otro comienza a no pensar en nada, piensa en su barriga e intenta pasarlo lo mejor posible, pero sigue estando oprimido por el miedo a muerte.

Entonces, el miedo que tenemos a la muerte es causa del pecado: el aguijón de la muerte es el pecado, lo que da fuerza a la muerte es el pecado. Entonces Dios no podía dejar a la humanidad en esta situación. Entonces, por el miedo a la muerte, el hombre intenta liberarse de la muerte, al menos de la angustia que le provoca el envejecer, el morir, ¿haciendo qué? ¡Dinero, dinero, dinero! Entonces, para ganar dinero, hermanos, debemos expropiar. Imaginad una persona muy enferma, que ha pecado mucho, ha cometido pecados grandísimos: aumenta el miedo a la muerte. Entonces, para calmar este miedo a la muerte, para poder calmarlo, ¡debes tener muchos millones, millones! Para tener muchos millones es necesario expropiar a muchos pobres, porque Dios ha hecho un equilibrio.

Y ¿qué vas a hacer? Entonces, él, poderoso, se arma con cuatro desgraciados, roba a todos los pobres porque necesita calmar esta angustia que tiene, el terror a la muerte. El dinero es un símbolo afectivo: cree que teniendo dinero podrá viajar a Suiza donde hay un médico que trata el cáncer, o algo así. Y si hay una guerra podrá comprar, porque el pan sube de precio: ¡dinero, dinero! ¿Entendéis hermanos? Entonces la causa, todas las consecuencias sociológicas y políticas, hay una consecuencia de tipo político grave, no son solo las estructuras las que hacen malo al hombre. Del corazón del hombre salen los adúlteros, salen los ladrones, salen las injusticias. El hombre necesita poder para sentirse amado, porque no siente el amor de su esposa, su esposa grita en casa y tal vez es un señor feudal, piensa que su esposa no lo ama como se merece, porque necesita ser admirado, amado, sobresalir, ¡ser el primero! Y nada. Y se va a conquistar el reino del vecino por sed de poder. Pero en el reino vecino hay gente pobre que están trabajando, y por el poder de este caballero, esas personas deben sufrir las consecuencias: son desposeídos, los soldados se llevan los cerdos, se llevan las cosas de esta pobres gente. Esto ha sucedido siempre: ¡no estoy inventando nada! Son cosas de todos los tiempos.

Hermanos -despertaos esta mañana-, el Señor quiere darnos la luz, la salvación para esta generación, en la buena nueva. ¿Cuál es la buena noticia? Que Dios envió a su Hijo unigénito, lo envió a nuestra vida. Él envió a Cristo a la tierra, la Palabra se hizo carne, esa Palabra con la cual Dios creó todas las cosas, creó los árboles, creó el cielo. El contenido primordial, lo que está en el centro, esta Palabra es aquella en la que todas las cosas fueron creadas: se hizo carne en Jesucristo. ¿Y qué vino a hacer a Cristo? Él vino a participar de nuestra carne. ¿Para qué? La Epístola a los Hebreos dice: "Para entrar en la muerte y liberar a cuantos, por el temor a la muerte, fueron sometidos durante toda su vida al poder del demonio". Entonces, ¿en qué consiste este feliz anuncio? Cristo ha resucitado, ¡regocíjate con nosotros! Tú, hermana, que estás en esta casa, estás sufriendo porque tú no has vencido a la muerte y por el miedo a la muerte caes en el pecado. Nosotros venimos a decirte: aquí está la liberación, somos anunciadores de buenas noticias.
Esta mañana a vosotros os digo, hermanos: muchos de vosotros no habéis creído en la predicación, por lo que la muerte sigue teniendo poder dentro de vosotros y pecáis por el temor que tenéis a la muerte. Por eso has fornicado, por eso eres soberbio, por eso haces uso de la violencia en casa con tu esposo. ¡Por eso! Porque para ti la muerte no ha sido vencida. Eso es: o se tiene o no se tiene. No es porque estés aquí para escucharme, ¿qué crees? ¿qué es así? ¡No, esto no es una cosa mágica! La fe nace de la predicación. ¿Y qué es la fe? La conversión provoca en nosotros la fe, es decir, la fe viene por la predicación. Si alguien, esta mañana, cree verdaderamente, que nuestros pecados son perdonados, recibirá... porque ¿Qué vino a hacer Cristo? Todos somos pecadores, por el miedo que tenemos, esclavos del demonio, esclavos del pecado. No es que seamos malos. No es una cuestión moral, malo o peor o menos malo, se trata de una verdadera esclavitud: la gente es esclava y busca sobresalir en el trabajo para liberarse, en la familia tratan de calmar la angustia que sienten; y encuentra conflictos, no sabe cómo amar a su esposa y por eso no quiere tener más hijos, eso es horrible, todo son conflictos.


Y en el fondo no es feliz porque, como dirá San Pablo, el pecado no ha arruinado nuestra naturaleza en absoluto, no es que haya cambiado de opinión, sabemos que el amor es la verdad; la ley siempre está ahí para decirnos cuál es el camino de la vida, pero experimentamos nuestra pequeñez, nuestra realidad, en última instancia, el pecado que encontramos en nuestras ilusiones. Conocemos nuestro orgullo, sabemos nuestro egoísmo, nuestra pereza, no queremos, y esto no nos causa alegría, ¡absolutamente, hermanos! No nos da alegría. Intenta un día mirar televisión en casa sin hacer nada, otro día ... "Pero no, trabaja un poco, haz algo". No, sigue, déjate llevar, verás si estás alegre. Después de tres días sin hacer nada, quédate en la cama todo el día, haz lo que quieras, no hagas nada, a ver si eres feliz, déjate llevar, prueba todo, no te sacrifiques en nada, veremos si eres feliz, después de haber tenido la experiencia.
No estás contento en absoluto, insatisfecho, incluso doblemente insatisfecho. Luego llega un momento cuando los niños, que no estudian, no tienen fuerzas, para olvidarse de ellos mismos toman drogas: y así la cosa va tirando. Y ¿Por qué? Porque los niños no pueden sufrir, no, no aceptan el sufrimiento y estudiar significa sufrimiento. Pero no digáis vosotros, padres, a vuestros hijos: "¡Qué mal mi hijo, que perezoso, no quiere trabajar!", Y entonces este juicio lo destruye aún más. No. Nosotros no vemos a las personas completamente en este sentido moral. Sí, hay libertad en las personas, pero fundamentalmente vemos al hombre como Cristo lo ve: ¡esclavo! Debemos liberarlo.

¿Y cómo será liberado? Por el poder de la predicación, por el nuncio del Kerygma, porque Cristo viene con nosotros.

Cristo verdaderamente ha resucitado. Ha venido a ofrecer su Cuerpo como rescate por nuestros pecados, se ofreció a sí mismo como rescate por nuestros pecados. Aquella cláusula, aquella ley que era desfavorable para nosotros, que nos condenó a todos porque Dios dijo "Quién cometa este pecado morirá" y todos hemos pecado, todos estamos condenados a muerte.

Todos estamos condenados a muerte, porque la naturaleza, hermanos míos, como dije de esta bellota, es una maravilla, es una maravilla de amor. Arruinar el amor es algo serio, destruir el amor en la naturaleza, destruir el universo. El pecado arruina el universo. Un día, cuando seamos transformados, porque todos seremos transformados, no sé si lo sabéis, ya que esta bellota muere y se convierte en un roble, también tenemos una semilla dentro y seremos transformados, y ya no viviremos en este cuerpo sujetos a la debilidad, etc., sino que veremos cara a cara, realmente veremos nuestra vida tal como es, y sabremos que Dios estaba cerca de nosotros, que estaba en nosotros, ¡nos ayudaba! Sabrás por qué te casaste con esa mujer, con ese hombre, sabrás todo en ese momento. En ese momento, tú, hermano, verás las consecuencias de tus pecados, adonde llevaron a tus hijos, a tus hermanos, a la mujer que arruinaste, el pecado, el egoísmo.

El egoísmo causa la muerte en el hombre. ¿Y cómo lo haremos, cómo lo haremos ese día, a quién apelaremos, a quién lloraremos? Será como un tremendo fuego. Porque el infierno, hermanos, existe, el infierno existe.
Entonces bendito sea el Señor que no quiere que pasemos por este terrible juicio, Dies irae -dice la liturgia- el día de la ira, porque todas las lágrimas de los pobres están reunidas y Dios hará justicia de todos nuestros hechos, hay un juicio.

Cristo ha querido hacer justicia, Cristo nuestra justicia, amándome, amándote, no cuando eras bueno, cuando eras pecador y malvado, comprendiendo que caíste en una trampa, Jesucristo te excusó, te quiso también.

Hoy estoy aquí un heraldo para ti, para ti, sacerdote, hoy soy un heraldo, para ti, Cristo ha entendido, también entiende los pecados que cometiste ayer y hoy quiere ofrecerte la liberación. ¿Cómo? Él se ha hecho nuestra justicia, ha querido cumplir toda justicia: porque Dios, en esta ley que está aquí, ha prometido a cada pecador una serie de males. Pero el hombre que confía en el Señor, todo le va bien. Esposa adúltera para el pecador, ladrón e hijo malvado para el pecador, enfermedades, todas las cosas que quiera le sucederán al hombre impío.

Pero al hombre que pone su vida en el Señor, Dios lo protege y verá cómo salen bien sus cosas; dice el Salmo I "Todo lo que emprende el justo -que quiere hacer la voluntad de Dios- en todo tiene éxito", y sale bien. En cualquier asunto que haga, el justo tiene éxito; si piensa en comprar un terreno, construir una casa, todas las cosas tienen problemas, te pueden engañar, pero cualquier cosa que emprenda el justo acaba bien, dice la Escritura. Y esta es Palabra de Dios, Dios nunca se equivoca. La Escritura, dice Jesucristo, nunca falla: cada coma es perfecta. De hecho, cuando los malvados tienden una trampa al justo, dice el Salmo, caen ellos en la trampa porque en el último momento Dios libera al justo: el justo no cae, caen
ellos en la trampa.
Y los fariseos sabían esto, que Dios es la primera causa de todas las cosas; y dijeron de Jesucristo: "¿Este hombre dice que es el hijo de Dios? ¿Este hombre dice que Dios lo protege? ¡A ver si es verdad! Sabemos que aquellos que son amigos de Dios, Dios los protege, no permite que se les toque un cabello, que se les rompa un hueso, que se lastimen. Bueno, pongámoslo a prueba" -así fue profetizado por Isaías- "torturémoslo hasta la muerte. Si Dios permite que le pongamos las manos encima, teníamos razón, era un pecador, un impostor, un fraude, es cierto que hizo milagros, pero incluso el demonio hace milagros", esto dicen siempre. Y es cierto, incluso el demonio hace milagros. Por eso todos los milagros son buenos... Veamos si esto es cierto. Entonces lo prendieron y lo mataron en la cruz. Y cuando lo vieron en la cruz, torturado, dijeron: "¡Fíjate! Menos mal, qué respiro, porque uno siempre dudaba -dijeron los sacerdotes de entonces- uno duda: ¿Tenemos razón? ¡Por qué este tipo hablaba muy bien! Ahora nadie tiene dudas: las Escrituras no pueden mentir. Está cerca de la muerte, Dios lo ha abandonado, es un pecador, es un pecador, porque al justo Dios lo salva".
Y no se dieron cuenta de que exactamente con esto Dios nos estaba salvando. ¡Era verdad lo que decían, que él era un pecador era verdad!

Como había tomado el pecado, se ofreció a sí mismo como pecador, se convirtió en pecado por nosotros. Él sufrió en su cuerpo las maldiciones que debían caer sobre todos los pecadores, de modo que si tú has abusado de una chica, si robabas, si hablabas mal, estos pecados están escritos en el libro de la vida, en el Libro del Señor: y cada el pecado tiene su condena. David, figura de Cristo, adulteró, tomado la esposa de otro: y por ese pecado debía pagar. Ved cómo tiene que pagar: "Secretamente se llevó a la esposa de otro. Dios dijo: por lo que has hecho, otro tomará a todas tus esposas públicamente, para jactarse ante todos. Mataste en secreto; otro matará abiertamente: Dios ha decretado que la espada entre en su familia. Tus hijos se matarán". Leed la Escritura, que esta es la Palabra de Dios.


Porque hay una justicia de Dios, ¿eh?, que es muy similar a la justicia que tiene el hombre, en cierto sentido, porque el sentido de justicia del hombre le fue dado por Dios. Pero Dios nos amaba con tanto amor cuando éramos malvados, no cuando éramos buenos, que querían tomar sobre su cuerpo el castigo, el cáliz...



Un día, un profeta, hablando en nombre de Dios, dice: "Dice Dios: Aquí hay un cáliz, una copa en mi mano, una copa de amargura. Lo haré beber a mi pueblo, que me abandonó, que se fue tras otros ídolos, que fornica con ellos, adultera con otros ídolos, que se ríe de mí y dice Yahvé, Yahvé, pero ¿quién te conoce? Bueno, dile a ese pueblo: he preparado para ti una copa, un cáliz de vértigo que te hará sentir la experiencia de la muerte”.

Cristo beberá esta copa por ti. Pero ¿cómo es posible? ¿Por qué Cristo te ha amado tanto cuando eras, cuando somos malvados? ¿Pero tenemos mérito nosotros para ser amados por Dios? ¡Esto es un milagro inmenso!
Nos ha amado cuando éramos enemigos, cuando éramos malos, cuando estábamos en nuestras idolatrías: ¡Él se ofreció a sí mismo! Entonces la ley, la ley que era desfavorable, la ley de Dios que todos habíamos fallado, esa cláusula desfavorable contra nosotros porque decía "No robarás" y hemos robado y debemos pagar la pena, esa cláusula desfavorable, Cristo la ha cancelado, la ha destruido en su cuerpo, destruyó en su cuerpo el cuerpo del pecado. Hermanos, ahora os digo: ofreció su cuerpo a la cruz, a la tortura y a la muerte para pagar por cada pecado. Lo pagó Él con su muerte. Murió por tus pecados, murió por ti, y a ti se te ofrece ahora participar en su muerte.
¿Cómo te aplica a ti la muerte de Cristo? Solo sacramentalmente.
Para que la muerte de Cristo tenga un valor redentor en ti, necesitas algunas cosas. Para que verdaderamente la muerte de Cristo sirva en sustitución de tu muerte, tenga un valor sacerdotal, vicario, verdaderamente válido en favor de tus pecados, es necesaria la conversión.

¿Qué significa la conversión? ¡Creer! Cree en esto que te estamos diciendo: que verdaderamente Cristo dio su vida por ti y que sumergirse en la muerte de Cristo significa bautizarse. Es por eso que la penitencia se llama el segundo bautismo, como nos dijo el Papa, tercer bautismo, cuarto, quinto, sexto, décimo, undécimo y ciento veinticinco que vas a hacer, esta mañana, como un bautismo.

Es decir, déjate bañar por la cruz de Cristo, por su sangre que te limpia, para que la muerte de Cristo valga para ti. Y entonces todos tus pecados -como él pagó tus pecados con su muerte- son perdonados. ¡Pero no solo vino a perdonar tus pecados para que tu cuenta bancaria, tu deuda quede pagada, sino que ¡Dios lo resucitó de la muerte! Precisamente porque todos los pecados están perdonados, de todos los hombres, precisamente porque él entró en la muerte en tu nombre, en mi nombre, Kiko, "¡Por Kiko, Padre!" entonces siente un dolor terrible. Él no ha cometido ningún pecado, no debe sufrir nada: El sufrimiento lo debe sufrir el malvado por sus pecados, es el castigo. Entonces él, sintiendo su cabeza atravesada, la cruz... los médicos dicen que los nervios pasan por aquí, y que tuvo que sufrir mucho, mucho, mucho. Imagina que se ofreció por los pecados que cometió Kiko, que es un egoísta, es esto otro, y esto, mis pecados, el orgullo, él está pagando, él está tomando mis pecados y con esto me está mostrando a mí -porque era Dios, Cristo es Dios- que esa catequesis del maligno de que Dios no me ama no era verdad, no era verdad en absoluto, que Dios es amor para mí, que me ama, que viene a rescatarme, que es capaz de sufrir por mí.

Y me ama con un amor nuevo, un amor gratuito y no un amor que necesita que yo sea bueno para amarme, como ama el mundo, que dice la mamá: "Si te portas bien, te quiero, pero si no lo haces, no te dirigiré la palabra" ¿Eh? Normal. Nos aman si somos buenos, pero si somos malos, nadie nos quiere. Pues no: Jesús nos amó primero, esta es la noticia, ¡primero! San Pablo dice, esto es lo que dice la Escritura, yo lo digo por el testimonio de mi carne, soy testigo de estas cosas, no estoy inventando nada, digo lo que dice San Pablo: "Alguien daría su vida por un hombre bueno, pero por un malvado ¿quién dará vida?” Jesús dio su vida por ti, por ti: y dio su vida por cada hombre que esté en las casas que vais a visitar. A cada hombre le han sido perdonados sus pecados. Fue a la cruz por Kiko: "Yo soy Kiko ahora".

Por tanto Kiko entra en la muerte, Cristo muere por Kiko y como Él murió por mis pecados -el salario del pecado es la muerte-, Él pagó por mis pecados. Mis pecados están cancelados. Yo ya no debo morir. Entonces, ¿cómo demuestra que Dios me ha perdonado? ¡Cristo sale de la tumba! Pero en Cristo, Kiko sale de la tumba, estoy resucitado. Entonces la idea fundamental de Dios se restaura: ¡Dios me creó para que no muriera, para vivir para siempre! De modo que hemos sido devueltos al paraíso, la creación ha sido reconstruida: una nueva creación surge con la resurrección de Cristo.
Y esta resurrección es nuestra justificación, es válida para todos los hombres de la tierra. ¿Cómo podemos regresar a casa, a nuestros afanes y no agarrar un bastón e ir hasta al último lugar de la tierra para salvar a los hombres de la esclavitud que los somete a la muerte? ¡Por qué Cristo nuestra Pascua ha resucitado! ¿Y dónde está Cristo resucitado? Hermanos, está en el cielo. Fijaos que la fe nace de la tradición, la traditio.

¿Qué significa traditio? El kerygma. ¿Cuál es la primera traditio? San Pablo dice: "Te transmito la tradición que yo he recibido -la traditio-: que Cristo murió por nuestros pecados y al tercer día resucitó, y se apareció físicamente primero a Pedro, luego a Santiago, después a los once reunidos y luego a más de 500 hermanos que se habían reunido a la vez”. Cristo se les apareció, y algunos de estos todavía viven, viven, puedes ir a verlos y te contarán: "De hecho, todos estábamos reunidos y de repente Cristo apareció allí". Entonces este Cristo, ¿dónde está ahora? Porque fueron con los sputnik y en la estratosfera no está: ¿dónde está? ¿Realmente lo vieron? ¿Realmente lo tocaron? ¿Es verdad lo que dijeron los apóstoles que sucedió con uno de ellos? "Yo no creo si no meto la mano y toco el corazón", y Cristo apareció y le dijo a Tomás: "Ven aquí". Lo había escuchado. No sé, debe estar en un lugar que nos escucha, Cristo, porque no estaba allí con ellos y escuchó la conversación. E inmediatamente se les apareció de nuevo, levantó su ropa y mostró una gran herida entre las costillas y dijo: "Dame tu mano". "No, Señor", "Dame tu mano, he dicho. Te escuché: dame tu mano, ven aquí", "¡Señor!", aterrorizado pobre Santo Tomás, no me gustaría tener esa experiencia. "Dame tu mano. ¡Ven aquí, no huyas, ven aquí! Dijiste que si no metías tu mano, no creías. Ven aquí, mete tu mano aquí”. Mira, una cosa tremenda: tuvo que meter la mano en un agujero en la carne.

Pero ¿cómo es posible? Cristo ha resucitado y todavía tiene carne, ¿tiene carne? "Soy yo, no soy un fantasma, dadme comida". Pero ¿y si lo qué cuentan los Evangelios y los Hechos son invenciones? ¿Lo inventaron? Es verdad que lo vieron, lo tocaron, comieron con él, metieron la mano dentro de su pecho y le tocaron el corazón, las costillas; ha desaparecido, ha aparecido de nuevo: y esto, hermanos, ¿lo creéis o no lo creéis? ¡Pero, Kiko, haces una pregunta difícil!
¿Qué es creer? Aquí, llegamos al meollo del asunto. Ellos lo tocaron. Hoy soy testigo ante vosotros de que Cristo ha resucitado. ¿Por qué? Porque yo me he encontrado con Cristo, lo he encontrado de una forma superior a los apóstoles que lo vieron con sus ojos. Lo he conocido con la fe. ¿Qué es la fe? Una forma de conocimiento. Porque el hombre que ve las cosas fuera de sí mismo, ajenas a él, fuera de él... incluso si amas a una mujer, el amor es algo más profundo porque sientes algo que nace dentro de ti. Incluso si toco una cosa, la toco, esa cosa está fuera de mí, no forma parte de mí mismo. ¿Qué es la fe? Es una forma de conocimiento que Dios ha inventado para el hombre, maravilloso, grandioso, el más perfecto. También porque si yo he visto a Cristo tocándolo con la mano y metiendo la mano en su costado, después de que se olvide del recuerdo, esto no cambiaría nada; es decir, estaría maravillado: "Pero entonces, entonces es cierto, lo matamos y ¿en qué me afecta a mí?” ¿Pero qué es la fe?

Hermanos, Cristo ahora me está escuchando, ahora os está viendo a todos, este Cristo que se apareció físicamente. 

Cristo ha resucitado. Entró en el cielo con nuestra naturaleza, con nuestras células con nuestra carne. Ya no tiene nada que ver con el pecado, ha vencido a la muerte para siempre. ¡Es el primogénito de una nueva creación! ¿Y por qué ha pasado esta Pascua? Porque vino a la tierra para tomar la naturaleza humana y pasarla a la liberación, de modo que ahora Dios, Dios, pudiera morar en la naturaleza del hombre. Entonces, quien crea esta mañana en esta predicación, Cristo intercede ante el Padre, él como sacerdote, como cordero expiatorio, presenta ante el Padre sus gloriosas heridas -ahora ya no sangran son gloriosa- las presenta al Padre, símbolo de su pasión, por tus pecados, que tú reconoces que has pecado, que eres un traidor, que eres un lujurioso, eres un adúltero, ¿lo reconoces? que has matado al amor,  que a través del adulterio has matado al amor, a través del robo has matado al amor, a través de mentiras has matado al amor, a través de la murmuración has matado al amor, a través de tantos pecados que has cometido mataste al amor: que es verdad que tú has matado.  

Cristo, el amor, la vida en los demás y dentro de ti mismo. Basta reconocer esto, y apelar al nombre de Cristo: "Cristo, defiéndeme tú, ayúdame tú", Cristo presenta su cruz ante Dios, su muerte por tus pecados, su resurrección para que tus pecados sean perdonados, la resurrección viene a ti, la resurrección de Cristo te pertenece. Entonces Dios te envía algo, ¿el qué?: El Espíritu Santo, un espíritu nuevo.
En la muerte y resurrección de Cristo, se dona a los hombres la posibilidad de una vida nueva, de no pecar más, es decir, de amar, de cambiar. "Tomaré tu corazón de piedra y te daré un corazón de carne": Ahora, esta mañana, el Señor te da un corazón nuevo, el Espíritu Santo. Hermanos, el Espíritu Santo os es dado a vosotros, el Señor envía desde el cielo para nosotros, a través de su Iglesia, a través de un sacramento, si os confesáis... debeis ver, ya se está entregando a vosotros, si alguno cree esta mañana que se está dando, pero debe realizarse a través de signos externos: porque tenemos un cuerpo, y estos signos externos son: primero, la conversión, no en nuestras fuerzas: "Te lo prometo, Señor, te prometo que no pecaré más". ¿Cómo? ¿Tú? ¿Tú eres fuerte? Entonces mañana, en cuanto salgas de aquí, te sucede alguna cosa... ¿Qué haces con tu fuerza? Debes nacer de nuevo, tener un nuevo espíritu, en Cristo, "Cristo, quiero construir mi vida entera contigo, tú me das la posibilidad, la vida eterna, tú habitando dentro de mí, tú viviendo dentro de mí para siempre".

Yo te quitaré ese corazón de piedra, incapaz de cumplir mis mandamientos, y te pondré un corazón de carne, yo te daré mi espíritu dentro de ti y entonces podrás obedecerme.
Hermanos, tengo 42 años, hace 22 años que he encontrado al Señor -tenía 20 años-, y estoy sorprendido porque toda mi vida he sido un neurótico, como todos, una persona débil, una persona que pasaba por momentos de depresión.

Estoy sorprendido porque verdaderamente algo le sucedió a mi vida, Cristo está realmente allí, es decir, él me sostiene, mi espíritu no se hunde, no me canso; y pese a las perturbaciones puedo vivir mi celibato -eso es, no fornico- por la misericordia del Señor, y con una brisa suave el Señor me... Y no solo a mí porque soy un ser excepcional, porque la justificación viene por la fe, sino a cada hombre que cree en Jesús, que apoya su vida en el nombre de Jesús: vimos un lisiado a quien San Pedro dijo: "En el nombre de Jesús te digo: 'Levántate y camina', para que veáis que Cristo está vivo." Yo llamo a Cristo, "Cristo, muestra que estás vivo, libera a este desgraciado, muéstrales a todos que estás vivo ahora en el cielo", y él lo libera. 

Entonces ¿sabréis delante de todos vosotros que Cristo está vivo, que os libera de la impotencia que tenéis, de la parálisis, de la impotencia que tenéis para amar? Que se demuestre quien ha creído en Cristo. Porque yo soy testigo, y conmigo los santos de la Iglesia, y conmigo muchos millones de hombres, que Cristo está vivo y que Dios lo ha constituido Kyrios, tiene más poder que la neurosis, tiene más poder que el pecado, tiene más poder que muerte. Y le ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra, y quien pone su confianza en él no será confundido, sino que vence a sus enemigos. Uno pregunta: "Kiko, ¿y por qué no venzo nunca? ¡Nunca! Sigo siendo esclavo del pecado y estoy en la comunidad". 

A muchos hermanos les diremos: "No has creído en la predicación, tú no crees". 'Sí, creo, siempre voy a la palabra y me confieso en las penitenciales'. La Iglesia nunca dio el Bautismo si no se demostraba con hechos que se creía. Por esta razón, San Juan Crisóstomo dice a los elegidos, 4 años de catecumenado: "¿Cuántas veces tengo que decirte... ¿Quieres ser bautizado? No puedo darte el Bautismo", dice San Juan Crisóstomo en el Segundo Sermón a los elegidos. "Una, dos, tres, cuatro, cinco, mil veces debo deciros: no se trata solo de amar al enemigo, de esforzarse, de hacer, de no fornicar más, de hacer mil esfuerzos. Se trata de hacer la virtud sin esfuerzo: la fe viene del Señor, no algo que "debes"... ahí, ahí, ¡qué opresión! ¡Qué difícil es ser fiel a Dios, qué difícil! No, los santos de la Iglesia nunca han dicho esto: "¡Oh! ¡Qué horror, con lo bien que se lo pasan los que no conocen la religión!". ¡Sin esfuerzo! La fe es un don gratuito para todos nosotros. Y en estos se sabía que lo hacían con esfuerzo, todo era una cosa de puños, lo hacían: allí San Juan Crisóstomo se dio cuenta de que aún no podían. Por eso, hermanos, os anuncio una buena noticia: ¡Cristo ha resucitado verdaderamente, está vivo y esta mañana os ofrece la victoria sobre la muerte y el pecado! 

Entonces, es la una menos cinco. Lo siento, tal vez ha sido un poco largo, pero no es una cuestión de extenderse o no extenderse. 
Es cuestión de que hoy, verdaderamente, esta mañana, puedes recibir del cielo al Espíritu Santo que perdona tus pecados, a través de la Iglesia. Dios ha constituido una Iglesia y le ha dicho: "Ve y predica: quien crea, sus pecados serán perdonados", por tu predicación, "y se hará bautizar". 

Bien, entonces os invito a que vayáis a vuestra habitación, a la una y media volvemos aquí, comeremos a las dos y media. Ahora mientras andáis podéis descansar un poco.
Yo os digo: entrad en la habitación -es muy importante obedecer esta mañana-, cierra la puerta, arrodíllate, levanta las manos y dile al Señor: "Señor Jesús, te lo ruego..." Porque lo importante no es, hermanos, que dejes tus pecados o no: lo importante es que tengamos dentro la fe.


 ¿Qué es la fe? Que el Espíritu de Cristo testifica, toca tu espíritu y te dice que Dios te ama. Quien cree que Dios lo ama, no porque te lo hayan dicho, sino porque el Espíritu de Cristo testifica a tu espíritu de que eres hijo de Dios, ¡su vida se transforma, se transforma, verdaderamente! ¡Poco a poco su vida se transforma, y donde antes no tenía fuerzas, para soportar a su suegra, para aceptar tener un hijo más... ¿Qué crees, que la gente es capaz de tener el séptimo hijo, como los hermanos de las comunidades, porque lo digo yo? ¡Pero dime! ¿Dónde estamos?, y los hermanos tienen el sexto y el séptimo hijo y están contentos. Los itinerantes, son una pareja itinerante y han dicho que el quinto hijo lo han buscado juntos: ¡una maravilla! ¡Cosas de este tipo, pero cosas enormes! Y otras cosas más grandes aún. Pero no para... porque realmente Cristo te garantiza que Dios te ama y te quita la muerte del corazón, luego la avaricia, la esclavitud al dinero ya está atenuada, está atenuada, ya es diferente; la esclavitud al sexo ya no tiene tanto poder, porque el sexo es una forma de conquistar amor, el dinero es una seguridad contra la muerte, la violencia es una forma de que otros hagan tu voluntad. Fíjate entonces como si Cristo te quita el pecado y te quita la muerte, nuestra vida comenzará a cambiar. Pero para esto debemos prepararnos, prepararnos; así que vayamos a nuestra habitación, pongámonos de rodillas e invoquemos el nombre de Jesús: “Señor Jesús, ten piedad de mí, que soy un pecador". Pensad en vuestros pecados, haced examen de conciencia.

***


De la Traditio hecha en España en 1982
Kiko
Somos hijos de una generación malvada de la cual el padre es el demonio, como dirá Jesús en el Evangelio de San Juan, cuando hace una catequesis sobre nuestro Padre. Para decirnos quién es nuestro padre, dice Jesús: "¿Por qué mi palabra no se afianza en vosotros, no encuentra un lugar dentro de vosotros? ¿Por qué me miráis sombría y torvamente? ¿Por qué mi palabra no encuentra un sitio dentro de ti? Porque vuestro padre no es Dios, es el demonio. Por eso me miráis con envidia, porque queréis hacer lo que hace vuestro padre. Él fue asesino desde el principio, no podía soportar la historia, quería ser Dios, miraba a Dios con envidia, y como no podía ser dios, se condenó".

Vosotros hacéis lo que os sale de dentro, lo que tenéis dentro que es esto: ser vosotros el primero, ser vosotros dios. Entonces el demonio te dice: "No escuches a Dios, porque si escuchas tendrás que obedecerle y no podrás hacer lo que quieras: ya no podrás mentir, ya no podrás preocuparte solo por tus asuntos".

Y extrañamente algunos de nosotros somos así, tú eres así.

Y entonces sucede esto: no podemos obedecer, estamos paralizados. No podemos amar, estamos condenados a amarnos a nosotros mismos, a exigir a los demás, a juzgar a todos.

Sin embargo, Dios, por la gran misericordia que tiene con nosotros, ha enviado a su Hijo Jesucristo como un nuevo Moisés para salvarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte, de la esclavitud de la concupiscencia, de tener que estar siempre condenados al egoísmo. La epístola a los Hebreos dice: "Por el temor que tenemos a la muerte, nos someteremos a la esclavitud del mal". ¿Y por qué tenemos miedo a la muerte? Porque la experimentamos radicalmente a través del pecado. Ontológicamente el hombre, a través del pecado, ha experimentado la muerte, la muerte del ser, de lo que nos hace ser. ¿Y qué es lo que nos hace ser? El amor de Dios. Dios es amor y nos ha dado la vida a través del amor. Pero si el demonio nos ha dicho que no es verdad que Dios nos ama, entonces nuestro ser ha sido crucificado. Cristo es el principio de la vida, todo lo hizo con él (sic) y para él (sic). Él existía antes que nada. Él es la Palabra eterna del Padre, el Verbo eterno de Dios, todo lo que existe, existe por él. Él es la imagen del Padre.

Dios nos creó a través del amor. ¡Piensa en lo que ha hecho el demonio! Te ha dicho esta mentira, que Él no existe desde el principio, que tú no fuiste creado por el amor. Y si no, ¿por qué está prohibido comer el árbol? ¿No ves que es hermoso a la vista, atrayente para adquirir sabiduría? ¿Cómo es posible que Dios te lo prohíba? ¿No te parece una contradicción? A ti parece bueno y Dios, que dice que te ama, lo niega. ¿No será al revés? ¿No será que Dios te niega esto, que te parece bueno, porque está celoso de ti?

Piensa en lo que nos dijo el demonio: Dios está celoso del bien que puedes alcanzar, por qué te harías como él (sic), Dios. Y no te lo permite, quiere someterte, quiere que seas un niño. También nosotros hemos sentido estas tentaciones cuando el demonio nos dice a través de los demás que aquí te lavan el cerebro.

El demonio te dice: "¿Ves? Al final tendrás que obedecer a otro. ¿Por qué? ¿Quién lo ha dicho? Realizarte como persona, ser adulto, conocer el mal, conocer el bien. ¿Quién debería decirte qué es lo bueno y qué es lo malo? ¡Tú mismo, tú! ¿Pero por qué tienes que quedarte aquí obedeciendo a los demás? Haz por ti mismo lo que quieras". Esto es sutil y profundísimo.

Esta es la explicación del pecado original que está en nosotros, nacemos con él, lo heredamos y lo tenemos dentro. Nos cuesta obedecer, nos engañamos a nosotros mismos, queremos ser dios. Por eso dirá Jesucristo: "Vosotros queréis matarme", porque aquel en quien habita el pecado, ya que quiere ser dios, ve en Cristo al enemigo. "¿Cómo, entonces resulta que él es el heredero y no soy yo? Ah. entonces este mundo no es nuestro, ¡es suyo! Y debo obedecerle y si mañana me ordena, por ejemplo, que cumpla esta ley... Ah, no estoy de acuerdo con esta ley. Dios quería hablar sobre lo que sucede en nuestras vidas y puso al Faraón como una imagen, puso la esclavitud de Egipto como imagen. El hombre, en definitiva, es un esclavo, no es feliz. Y tenemos un hecho que prueba que no somos felices, la insatisfacción que percibimos, porque nadie nos ama, porque en el fondo nuestro corazón está insatisfecho del amor. Y sabiendo que ser amados sería bueno para nosotros, cuando experimentamos que no nos aman, experimentamos insatisfacción; y esto nos provoca una búsqueda desenfrenada de la felicidad, una búsqueda desenfrenada de nosotros mismos, una insatisfacción grandísima.
Dios envía a Moisés, mueve a su pueblo. La iniciativa proviene de Dios, que salva al pueblo de la esclavitud de Egipto y lo lleva al desierto, lo pone en marcha, como nos ha puesto en movimiento a nosotros también. Pero piense en una cosa, cada vez que somos más libres.

Antes éramos esclavos del poder del pecado en nosotros, pero ahora, cada vez más, en la medida en que el Señor nos va sacando del pecado, cada día somos más libres para juzgar a Jesucristo, para pecar más, somos más libres.

No creas que el cristianismo te hará no apto para el pecado, en el sentido de que te quite la libertad, te quite las tentaciones y te deja como un buenazo y santito para que no puedas hacer el mal. No, todo lo contrario: ¡cada día eres más libre!



Antes eras esclavo, no podías elegir entre pecar y no pecar.

Antes de conocer a Jesucristo eras esclavo del pecado; ahora eres libre de pecar o no pecar, ahora puedes decir "no" al pecado. Antes no podías, te esclavizaba, te ataba a su ley, a las tentaciones, a la concupiscencia; no podías perder ni un poco de amor, el diablo te engañaba. Era tal la sed de amor que bastaba mostrarte un placer, cualquier cosa que te diera un poco de amor, que caías como un imbécil, caíste en un lazo y en otro lazo, en una trampa y en otra trampa; todos caímos uno tras otro.

Jesús vino a deshacer la obra del maligno y vino a enseñar a los hombres que están separados de Dios, y dijo: ¡Vuelve a mí!

Ha crucificado en su cuerpo el pecado que estaba en la carne, en nuestra naturaleza. Para que nosotros, hermanos, esta mañana podamos enterrar, crucificar a nuestro hombre viejo en la cruz de Jesús; de modo que en esta mañana de conversión el sacramento de la penitencia aparece como un segundo Bautismo, porque mis manos están muertas al pecado, estoy crucificado, no puedo pecar; mi cuerpo no tiene fuerzas para pecar, está crucificado. "He sido crucificado para el mundo", dice San Pablo.

Por esta razón también dice: "Con el Espíritu Santo puedes matar las obras de la carne".

¿Cuáles son las obras de la carne? La maledicencia, la fornicación, la impureza, la gula, la envidia, los celos, la avaricia de dinero, la discordia, las divisiones. Lo que obra en nosotros el Espíritu Santo enviado desde el cielo por Jesucristo es la paz, la longanimidad, la paciencia, la bondad, el amor, todo lo que la carne no puede producir.

¡Jesucristo te da todo esto gratis!

Yo no os he traído a esta convivencia, hermanos, os ha traído el Señor y os quiere introducir gratis en el Bautismo, en las aguas del Bautismo. Dejemos en el agua, en la piscina de nuestro Bautismo, al hombre de pecado, para que el pecado pueda ser destruido en nosotros; para que este principio de muerte, este principio de egoísmo -"ego", yo, yo- pueda ser destruido por completo dentro de nosotros, destruido por la obra de Jesucristo.

"En el nombre de Jesús de Nazaret yo te digo: ¡Levántate y anda!".

Yo merezco de parte de Dios un bastonazo en la cabeza, porque soy un sinvergüenza, un egoísta, conozco mi vida y sé lo que he hecho.

Y cuando me acercaba a los hombres con mi debilidad, me despreciaban; Siempre tenía que acercarme vestido de poder, vestido de bondad, vestido de lo que los demás querían. Y sobre todo si como pintor valía un poco, me envidiaban, ¡me envidiaban! En otras palabras, no sabía cómo obtener el amor de los demás, era dificilísimo. Es dificilísimo que los hombres te acepten, que te amen, es casi imposible. Debemos mentir, debemos fingir, debemos engañar, debemos hacer una serie de cosas. Ya en la familia hay enormes dificultades; y luego en la sociedad... ¡Tremendo! Luego con las chicas, luego con el trabajo, todo es un desastre, todo es difícil en este sentido.

Jesús, que conocía mi debilidad, que conocía mi esclavitud, que sabe quiénes somos y nuestros pecados, ha querido entregarse, ofrecerse, oblacionarse (sic) al Padre por mí y por ti, esta mañana. Aquí se hace presente la sangre de Jesús que ha sido derramada por nuestros pecados para que todos nuestros errores puedan ser perdonados y podamos recibir una vida nueva, la Vida del mismo Dios, para que todos nuestros pecados puedan ser perdonados.
Por eso, hermanos, en esta mañana, quiero repetir con San Pedro: ¡CONVERTIOS! Convirtámonos al Señor, retornemos a Jesús. Él nos ama, conoce los peligros que tenemos ante nosotros, conoce nuestra historia. Y como dice la Oda de Salomón, sabiendo lo que habríamos hecho, ha dispuesto que requiriéramos su naturaleza porque sin su naturaleza no podemos vencer, no podemos amar, no podemos caminar hacia los otros.
Porque os digo una cosa, hermanos: la vida es Cristo resucitado. No se trata de ser amado. El demonio nos ha engañado y creemos que la felicidad radica en el hecho de que otros nos amen. Incluso si mañana todos hicieran lo que tú quisieras, incluso si tuvieras todos los millones que quisieras, si tus hijos te obedecieran en todo, incluso si tu esposa fuera una esclava para ti, yo te aseguro, hermano, que Dios no ha resucitado esto; esto no te daría ninguna satisfacción.

¿Puedes ver la vida de los que triunfan? Elvis Presley, por ejemplo, lleno de drogas, en la cama todo el día, con chicas que fueron allí y se ofrecieron. ¿A dónde llegó? ¿A dónde fue? A la muerte. Al final, el cuerpo era como una bola de droga, se pasaba todo el día en la cama en una carrera hacia la muerte que no tenía sentido, ya no valía la pena, ni siquiera moverse. Es decir, cuando uno busca el placer, es como un engaño que lo va capturando, lo va atrapando; los niños lo saben, por eso te agradecen cuando les das una bofetada y les enseñas a no degenerarse, enséñales a ser hombres.

Por eso siempre amamos a quienes nos ayudan a ser hombres, porque todos tenemos el principio de acomodarnos, de aburguesarnos, de sentarnos, de no hacer nada. No creas que la felicidad radica en el hecho de que todos te aman y que todos hacen lo que quieres, ¡no, no! Y muchas veces lo ves durante las vacaciones. Deseas que lleguen las vacaciones para no hacer nada y después de tres días de no hacer nada te aburres como una ostra, comienza a crecer en ti una irritabilidad que no sabes de dónde viene. No, hermanos, la felicidad no está allí, la felicidad está en amar, está en la posibilidad de que nuestro ego se rompa: "Este es mi cuerpo que se rompe por vosotros", dice Jesús y rompe su cuerpo.
Que podemos trascender en el "tú" de modo que nuestro propio yo pueda fundirse y podamos olvidarnos de nosotros mismos; es como haber comido: nos vamos a casa satisfechos, con paz en el corazón. Una paz extraña, porque no se siente con otras cosas, pero la hemos experimentado. ¡Podemos amar!
Aquí ha sido prometida la Vida Eterna, esta es la Vida Eterna. Dios conoce nuestra situación de hoy y ha destinado esta gracia, esta celebración; esta convivencia está destinada por Dios, desde antes de la creación del mundo, para vuestra salvación, para la mía y para la vuestra.

Luego corremos hacia Él, nos convertimos a Él, miramos al que nos llama a recibir Su vida. Dejamos el pecado, el lastre del pecado. Aquí nadie puede confesar sus pecados si verdaderamente no renuncia al pecado, si no mira a Jesucristo que fue crucificado por nuestros pecados (él es Amor) y decide en su corazón, no apoyándose en su fuerza (porque Dios establece la Alianza consigo mismo basada en el amor que tiene por nosotros, en la sangre  derramada de su Hijo): "Señor, por tu sangre derramada por mí, creo que en este momento Tú has resucitado y le estás presentando al Padre tus gloriosas plagas (sic) por mis pecados, para que hoy yo pueda nacer de nuevo, pueda nacer de Dios y recibir de ti una fuerza que me permita amar, ponerme en marcha hacia mi hermano, caminar hacia el otro que sufre, salvar al otro. Yo creo en esto". O no lo creo. ¿Crees que esto es posible?

Quien rechaza la conversión, hermanos, queda para el juicio. Porque Dios hará justicia, de todos los absurdos que hemos cometido; porque no es posible que Dios no haga justicia a los pobres y los débiles.

Yo he cometido muchos pecados y tú también, y estos pecados caen sobre los débiles. Pero Jesucristo ha querido que el castigo de los pecados cayera sobre Sí mismo para salvarme. Entonces, si yo rechazo esta actitud mediadora de Cristo, este sacerdocio universal de Cristo, esta oblación de Cristo que se hará presente aquí a través del sacerdocio ministerial; si rechazo esto hoy y no quiero cambiar verdaderamente mi vida -¡cuando se me ofrece gratis!- y dejar el pecado, es inútil que diga: "Me convertiré mañana", porque mañana ya no te convertirás. No te convertirás cuando tú quieras sino cuando Dios te llame a la conversión, porque la conversión es una obra que viene de Dios. Nadie puede convertirse al Señor si el Señor no lo llama.

Y el Señor nos trajo aquí porque ¿cómo podremos predicar el Evangelio por las casas y por los países, si nosotros mismos no estamos anclados a la roca que es Cristo, expresión del amor del Padre? Si no creemos que nos ama, ¿cómo podremos decirle a la gente: "Dios te ama, hermana"? "¿Me ama?", dice una señora y saca a su hija subnormal. "¡Mira esto! ¿Es este el amor de Dios?". A ver si puedes hablar con ella. O te presenta a su esposo que se está muriendo o te saca una pistola, como ha sucedido y continúa sucediendo.

Y te cuentan acerca de su vida y te la ponen en contra de Dios; el demonio toma toda una vida de pecado y de miseria y te la pone delante de la nariz. "¡Ahora dime que Dios me ama, dime que Dios me está amando hoy!" Y tú vas a decir precisamente que Dios lo está amando hoy, vas a combatir exorcizando. "¿Quién te ha dicho que esto no es amor de Dios? Alguien te lo dijo al oído: ¿por qué lo escuchaste?".
Jesús dice: "Vosotros escucháis a vuestro padre y hacéis lo que él os dice". Todos nosotros escuchamos a diario una catequesis; tu suegra viene a vivir a la casa, por ejemplo, o estás a punto de tener un cuarto hijo y en este momento no quieres aceptarlo y el diablo te dice: "¿Ves? ¡Dios no te ama!".
¿Pero por qué lo escuchas? ¿Quién te ha dicho que esto no es el amor de Dios? Ya lo has escuchado y has entrado en crisis, ¡por supuesto! ¿Cómo podrías no entrar en crisis si has hecho una alianza con el demonio? Has escuchado la mentira, primordial. ¿Quién te ha interpretado las cosas así? ¿Tú mismo? No, porque pensar es hablar con nosotros mismos y a todo lo que sucede le damos una interpretación.

Una hermana nos dijo precisamente esto: entró en crisis porque su suegra se había ido a vivir a su casa y ya no podía soportarla, estaba embarazada del cuarto hijo y el último aún era pequeño; no quería aceptar a este hijo porque, además, tenían poco dinero. Entonces le dijo a su esposo: "¡A la comunidad vas tú! No me hables más de la comunidad ni digas nada". Y durante siete meses no fue a la comunidad. Cuando fui a visitar esta comunidad (que estaba haciendo la traditio) le pregunto a una hermana: "¿Vas por las casas?" Y ella responde: "No, porque me tocaba ir con esta hermana que no viene desde hace siete meses. Intenté ir con otros pero no pude". En resumen, como le dije la importancia de hacer esto, la llamó por teléfono y comenzó a insistir, pero la otra no quería ir: "¿Qué voy a anunciar?". Pero al final dijo; "Está bien, para que tú puedas ir..." y la acompañó. No sé qué sucedió, el hecho es que esta hermana, escuchando a la otra, que era anciana y predicaba con dificultad, como podía... bueno, algo sucedió en su corazón. En la siguiente convivencia, esa hermana nos dijo que al regresar a casa ese día, pensó: "Escucha, tengo paz, estoy contenta. Creía que lo que me había puesto en crisis era la historia, que estaba mi suegra en casa, que es insoportable, que estoy embarazada. Ahora resulta que estoy en paz y contenta, y mi suegra continúa en mi casa, sigo embarazada y tengo el mismo dinero. Entonces, lo que me puso en crisis no es fue historia, sino la interpretación que alguien me hizo de la historia.

Alguien me dijo que estos acontecimientos no son obra de Dios, que son la prueba de que Dios no me ama, y ​​yo le creí". Al ir por las casas, gracias al Señor, escuchó a través de una hermana: ¡Dios te ama! Y en un momento, haciendo uso de su libertad, el Espíritu Santo (que durante la predicación, siempre se posa sobre quien escucha) dijo en su corazón: "¡Dios te ama, créelo!". Lo creyó y el demonio... suficiente, se fue y ella regresó en paz.

Porque la fe viene por la predicación: yo te hablo y el Espíritu Santo está en tu corazón. Pero eres libre. Nadie puede decir "sí" sin el Espíritu Santo; pero puedes resistir al Espíritu Santo, puedes estar aquí escuchando y diciendo: "¡Que termine de una vez!". Puedes hacer lo que se llama resistir la gracia, resistir al Espíritu Santo. Por eso hemos cantado esta mañana "Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis el corazón"; no endurezcas tu corazón si escuchas hoy la voz del Señor que te dice: ¡Ven! Quiero darte mi amistad, quiero darte mi Espíritu, caminaremos juntos. Te diré lo que tenemos que hacer, vamos juntos.

La Iglesia vive en constante conversión, todos los días en conversión; esto es caminar, caminar en constante metanoia, en constante conversión, cambiando actitudes, constantemente sumergido en la fuerza de nuestro Bautismo, haciendo que nuestro Bautismo esté presente en nosotros. Esto es lo que tenemos que hacer todos los días.

Y bendecid al Señor que hoy os permite convertiros a través de una predicación, una palabra, porque habrá días en que no tendréis ninguna. Y la constante catequesis del mundo te dice: "¡Por qué, por qué!", Hasta el punto de que al final casi te hace creer que no hay Dios, que la vida es asquerosa. Y ¡entonces nos hundimos, nos ponemos tristes!

Ahora acogeremos a los presbíteros que vienen revestidos de la resurrección de Jesucristo: él (sic) vive en su Iglesia, que es su cuerpo, y ha dado poder a la Iglesia para transmitir, para destruir el cuerpo de pecado y darnos la vida nueva de Jesucristo.Hoy, a través de este sacramento, en algunos de vosotros, aquellos a quienes Dios ha destinado, se va a realizar una nueva creación, una nueva creación.

Para confesar tus pecados hoy, debes... Acogemos a los presbíteros que actúan en la figura de Cristo por nosotros.Cristo mismo se hace presente aquí, yo estoy haciendo un ministerio de predicación como vuestro catequista, los sacerdotes representan la cabeza, hacen presente a Cristo en el cuerpo de la Iglesia y Dios les ha dado poder para perdonar los pecados. Acojámosles cantando "Consolad a mi pueblo", porque el Señor viene con poder. Cantemos esto con el corazón: Cristo viene aquí con poder, viene con poder. En pie.

Canto: Consolad a mi pueblo.
Saludo del presidente.
Exhortación: Rm 6, 1-14.
Monición a las confesiones.
Hermanos, Cristo quería mostrar en su muerte lo que el pecado hace en nosotros, lo que es el cuerpo del pecado. Y hoy, esta mañana, nos ofrece ser enterrados, matar el cuerpo dentro de nosotros que nos lleva a pecar. Él lo ha crucificado, ha matado este cuerpo.

Quien no quiera pecar más, quien quiera poner su vida al servicio de Dios... Alguien podría decir: "Pero Kiko, no tengo la fuerza dentro de mí, ¡no tengo la fuerza! Necesito que me den algo, porque tengo dentro de mí una debilidad y cuando aparece la tentación, ¡zasca!, caigo. Tengo dentro de mí una fuerza, un poder, un cuerpo de pecado que me lleva a pecar". Y yo os anuncio una buena noticia: este cuerpo, Cristo lo ha crucificado en la cruz, lo ha sepultado.

Y Dios resucitó una nueva creación, hizo un nuevo cuerpo resucitado, capaz de obedecer a Dios. Entonces hoy, esta mañana, el cuerpo del pecado puede ser sepultado en la muerte de Cristo y tú puedes resucitar a una nueva vida: es suficiente con que reconozcas que quieres matar por dentro de ti, que sea muerto el cuerpo del pecado. Y esto se hace a través de la conversión, creyendo en esto que se os anuncia, y creyendo que Cristo tiene poder para daros su vida, su Espíritu Santo que os permitirá, ahora con el Espíritu Santo, obedecer al Padre, quien testimoniará a vuestro espíritu que Dios es vuestro padre, con quien clamamos a Dios "Abbà, papá". Y quien crea esta mañana que verdaderamente Cristo puede hacer esta resurrección de entre los muertos, quien crea no será confundido: notará que su vida cambia, notará que ahora ya tiene poder, tiene fuerza y ​​antes no la tenía, antes era esclavo del sexo, el dinero, la violencia.

Y ahora, gracias a la muerte de Cristo, notas que tienes como una regeneración interior, que ahora puedes donde antes no podías. Antes eras un paralítico, ahora puedes caminar. Antes estabas muerto al amor, ahora puedes amar. Y esto no es una obra mía, que nace de mis fuerzas, sino como un don, como una gracia que nos viene del cielo donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. ¿Quién cree esto? ¿Quién cree verdaderamente que Cristo está vivo ahora, ha resucitado y tiene el poder de regenerarnos, quién lo cree, aquí, en esta sala? Quien lo crea se realizará esto en él y será regenerado interiormente. Los que dudan, los que piensan que el mañana seguirán como siempre, los que dudan, no recibirán nada; y si dudan que no vengan a confesar nada, que no confiesen, que no denuncien que tienen dentro un cuerpo de pecado. Si crees recibirás la gracia, recibirás el Espíritu Santo por medio de Cristo, quien perdonará tus pecados: "Hijo mío, tus pecados te son perdonados". Cristo ha tomado sobre sí tus pecados y por la imposición de manos la Iglesia te dará el Espíritu Santo. Y todos, hermanos, antes de confesar nuestros pecados, reconozcamos que es verdad, que todos somos esclavos del pecado, que todos somos pecadores... Recitamos el Yo confieso de rodillas.



Monición a la oración del presidente

Ahora el presidente, como jefe de esta asamblea, elevará una oración al Señor pidiendo el perdón de los pecados, para que los frutos de la Pascua de Cristo se apliquen a todos los que estamos aquí, para que acoja la oración de toda la asamblea que antes de confesar los pecados pide perdón, ya comienza a pedir perdón. Haremos después una breve letanía y después del Padre Nuestro, que termina esta oración de toda la asamblea, pasaremos a confesar, a reconocer nuestros pecados. Ahora escuchemos la oración del Presidente, para que esta oración llegue a Dios en nombre de todos nosotros.


Oración del presidente
 Letanía
Monición al Padre Nuestro
Antes de pasar a las confesiones, de acuerdo con la renovación del "Ritual de Penitencia" que hizo el Vaticano II, dice que primero rece toda la asamblea a nuestro Padre, llamando a Dios Padre, pidiéndole con el corazón "Perdona nuestros pecados”. Debemos obedecer a Dios, a Su voluntad, quien nos perdona por tantas ofensas, como nosotros, ahora que hemos escuchado Su palabra, estamos dispuestos a perdonar a quienes nos deben algo.

Nos deben honor, justicia, algo que hicieron, algo malo contra nosotros, estamos dispuestos a perdonarlos. Si no estás dispuesto a perdonar a tu suegra, tu primo, tu hijo, tu esposa, tu esposo, el compañero del trabajo, hoy no esperes que aquí se te perdone nada, porque haces ritos sin ningún contenido.

Y haces ritos que no tienen contenido. Dice Dios: "A mí, ¿qué me importan tus oraciones?" Dice el Señor: "¡Me dan nausea! Cuando levantas tus manos hacia mí, giro mi rostro, me giro, no quiero ver. Yo miro el corazón, el corazón".

Dios mira el corazón. Por estos hermanos, que el Señor nos conceda verdaderamente -Él que ha sufrido en la cruz-, saber sufrir, comer tarde, levantarse un poco cansado, un poco de ayuno, un pequeño sacrificio, un mínimo porque lo que va a suceder aquí es muy grande, lo que está pasando esta mañana. Para algunos hermanos realmente va a cambiar su vida, para algunos. Ya sea para uno, ya sea para mí mismo, para mí mismo esta mañana.

Doy gracias al Señor (sic) que me tiene aquí, que de nuevo me da su espíritu y su gracia, porque el justo peca siete veces al día. Oremos.

Padre nuestro.
Monición a las confesiones.
Ahora vendrán los sacerdotes aquí delante y mientras tanto cantaremos las Bienaventuranzas, es decir, el aspecto del hombre nuevo con el que somos revestidos. Entonces, primero confesarán los presbíteros, quien quiera, y después quien quiera recibir el perdón, la muerte, quien tenga la muerte dentro de sí mismo, el cuerpo del pecado, puede ir a confesar sus pecados y recibir el perdón y la nueva vida en Cristo, la resurrección de Cristo, para que la vida de Cristo pueda resucitar en él.

Confesiones
Monición a la anáfora.
Ahora hermanos, en nombre de toda la asamblea, el Presidente levantará una bendición a Dios, agradeciéndole por su misericordia que se ha hecho presente, junto a nosotros, sobre todo por el amor que nos ha mostrado en su Hijo, quien se entregó a la muerte para que nosotros pudiéramos convertirnos en sus hijos, para que fuese destruido en nosotros ese principio, esa fuerza del pecado que nos esclaviza y fuimos liberados del poder del pecado y comenzamos una vida nueva, una vida que no termina. Junto con el presidente, todos unidos, cantamos.

Anáfora
Paz – Canto: Mirad que estupendo
Bendición.

***********