mercoledì 6 marzo 2019

KIKO ARGUELLO: ANUNCIO DE CUARESMA 2019 (1)

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En la parroquia Santa Catalina Labouré, Madrid
Domingo, 3 de marzo de 2019

KIKO:
Sabéis que he cumplido 80 años y el Santo Padre, en la Misa que celebra en
Santa Marta, ha recordado públicamente: «Felicitamos a Kiko que hoy cumple 80 años» y han dado un aplauso. «Y sobre todo lo felicitamos por su celo apostólico, del cual yo estoy admirado y querría yo tener ese celo apostólico». Y luego, me han mandado una carta donde dice eso, habla del celo apostólico, todo eso.

Sr. Kiko Arguello.
Querido hermano:
No quiero que pase este día sin ponerte unas líneas de cercanía y de fraterna acción de gracias por tus 80 años. Gracias a Dios que te eligió, y gracias a vos por tu fidelidad.
Que el Señor te retribuya todo el bien que haces a la Iglesia. Estoy a tu lado, rezo y te acompaño. Feliz cumpleaños. Y espero que los "caminantes" te hagan una torta con 80 velitas.
Y, por favor, no te olvides de rezar por mí. Que Jesús te bendiga y la Virgen Santa te cuide.
Tu hermano, que te quiere y admira.
Francisco

De nuevo estamos aquí, no sé cuántos años todavía. Yo he cumplido 80 años, el Papa me ha felicitado y no solamente lo ha dicho en Santa Marta en la homilía: “hoy saludamos a Kiko que cumple 80 años y le aplaudimos por su celo apostólico…” Luego me lo han mandado en una carta escrita. No me merezco tanta deferencia del Santo Padre.

Estamos en un año más, en 2019, ¿cuántos nos quedan todavía? Los que Dios quiera. Este año hemos venido aquí a prepararnos a un evento, a una manifestación del Señor, porque esperamos que, en 2019, en la Vigilia Pascual, venga del Señor Jesús, y en el año 2019 se acabe esta historia.

No sabemos cuándo se acabará y lo que Dios tiene pensado, pero, puede ser este año. La Iglesia quiere que nosotros lo celebremos cada año como si fuera el último año. De todas maneras, el Señor viene y ha dicho que volverá a esta Tierra y que acabará este eón, este universo que ha creado y la Tierra y la cantidad de millones de hombres, todo esto tendrá un fin. Y nosotros hemos sido invitados a una cena celeste a la casa del Señor. No hemos sido creados para que nuestros restos acaben en un cementerio, sino que hemos sido creados para el cielo. Él nos ha creado y nos ha dado su Espíritu, el espíritu es inmortal, no puede morir. Por eso si mañana el Señor llama a mi espíritu y se separa del cuerpo, el cuerpo se desmorona, pero mi espíritu está vivo en Cristo. Cristo vive en nuestros familiares y mi madre y mi padre y vuestros hermanos y vuestros padres, y los que se han ido están en el Señor. El espíritu que tiene una fuerza y nos hace hablar, y viene fecundado y unido al Espíritu de Cristo. Y dice S. Pablo que el que se une a una prostituta y hace el amor con ella, son dos en una sola carne, pero el que se une a Cristo son dos en un solo espíritu, se unen y hacen un solo espíritu. Y esta unión es inmortal. Cristo al que le conoce le da de su espíritu, yo tengo el espíritu de Cristo y vosotros también y esto nos hace inmortales. Y nos hace vivir el tiempo que nos queda puestos al servicio del Señor.

El Señor tiene un amor impresionante a todos los hombres. Quisiera salvar-los a todos, pero sabéis que Dios, en el amor que tiene al hombre, le ha hecho libre y en esa libertad el hombre puede perfectamente renunciar y no responder al Señor. Así hay muchísima gente y, sobre todo, puede obedecer al demonio que tiene la misión de seducirnos y de hablarnos y engañarnos, es muy inteligente, y muchos le siguen.

Y nosotros no tenemos más remedio que dar gracias al Señor porque nos ha elegido y continuamos en el camino, no nos salimos y Él cuenta con nosotros.

Pero esto está dentro de un misterio, el misterio de la libertad humana es un
misterio inmenso, enorme, porque de él depende nuestra felicidad. Y no todos se salvan. Muchos son, dice la Escritura, los que caminan por el camino de la perdición y qué pocos los que encuentran el camino de la vida. Y ¿son pocos los que se salvan”, le preguntan al Señor. No sabemos, sabemos que todos los hombres serán convocados al juicio final, que todos resucitarán, les serán devueltos sus cuerpos, digamos así, y serán sometidos a un juicio.

Por eso debemos vivir atentamente, ofreciendo cada día y cada momento al
Señor: ora comáis, ora bebáis, hacedlo todo en el nombre del Señor. Y debemos tener siempre un espíritu agradecido porque nos ha salvado de la esclavitud del demonio y del pecado, y nos ha dado de su espíritu y nos ha hecho participar con Él de su celo por los hombres. Entonces si nosotros podemos ayudar un poquito al Señor, pues siendo catequista, viviendo en la comunidad, lo que el Señor ha decidido para ti.