lunedì 11 marzo 2019

Kiko Arguello: Anuncio de Cuaresma 2019 (6)

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Cómo se ama a Cristo? Pues eso, ocupando el último lugar, pidiéndole a Cristo que te conceda ser el último y el peor de todos. ¡Considérate el último y el peor de todos! dicen los padres del desierto. ¿Y esa monjita se considera la última del convento y la peor de todas? ¡No, eso es un grado de virtud muy alto! ¿De verdad te consideras la última y la peor de todo el convento? ¿Y tú te consideras el último y el peor de toda la comunidad? ¡No, ni siquiera lo has pensado nunca!
¿Quieres seguir a Cristo? ¿Quieres se (sic) cristiano? ¿O quieres ser neocatecúmeno, así, a lo tonto?

No, no, el Necatecumenado es un camino para ser cristianos. En la Iglesia primitiva se entraba a la Iglesia por el Bautismo, pero antes había que hacer el Catecumenado, que es una forma de preparación al cristianismo adulto para recibir el Bautismo. Y cuando han hecho un camino de Iniciación cristiana en el que han descubierto el hombre viejo, entonces eran invitados a entrar en la tumba de Cristo —representada en una piscina— y dejar allí el cadáver del hombre viejo. Y eran sumergidos en el nombre del Padre (y se sumergía), en el nombre del Hijo y en el nombre del Espíritu Santo. Cuando salía del agua, salía un hombre nuevo, porque en esa agua habían quedado los pecados del hombre viejo gracias a la cruz de Cristo que había hecho que esa agua bautismal de la Vigilia pascual —por eso se mete en el agua el cirio y la cruz— tenga el poder de destruir nuestro hombre de pecado, el hombre que hay dentro de nosotros que es un orgulloso, que es un soberbio, que es un sensual, un hombre viejo, el hombre del mundo, etc. Pero Cristo ha muerto para que nosotros podamos recibir el Espíritu de Cristo, la misma naturaleza de Dios habitando en nosotros. Eso es impresionante, es algo que no se puede ni decir: ¡que en vosotros y en mí habite Dios mismo, que Dios habita dentro de nosotros, somos como un templo maravilloso de la Santísima Trinidad donde están el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo habitando en nosotros y haciéndose uno dentro de nosotros! Por eso esta unidad, esta realidad hace que la comunidad sean uno, uno, y el mundo se transforma. «Sed perfectamente uno y el mundo creerá».

Y ¿cómo podemos hacer que esto no sean palabras, sino que esto sea cierto, realmente cierto? ¡Hermanos, lo intentamos como podemos! Pero está frente a nosotros el demonio, están nuestros pecados, está nuestra pereza, nuestra burguesía, nuestra dejadez. A lo mejor no te mereces la gracia, porque todo depende de Dios. La conversión viene de Dios y a lo mejor el Señor no te da su gracia porque cuando te llamó a la conversión no quisiste.

¿Y ahora? ¡No sabemos, es un misterio muy grande! Como es un misterio este encuentro conmigo, es un misterio que Dios haya decidido que hoy escuchéis una palabra, una palabra de salvación que os haga vivir una Cuaresma nueva

El Señor quisiera que esta palabra se nos diera a todos y saliéramos de aquí con nuestro espíritu fecundado por la palabra de Dios, fecundados por su palabra. ¿Y qué palabra nos puede fecundar? ¿Qué quieres que te diga: que Dios te ama? ¿Estás preparado para escuchar esta palabra? ¡Bah! «¡Repítela!». «¡Dios te ama!». «Mira, Kiko, me ha entrado por aquí y me ha salido por aquí. ¿Puedes repetirla?». «Sí. ¡Dios te ama!». «¡Igual, me ha entrado por aquí y me ha salido por aquí! No me provoca nada, nada». «Dios ha dado la vida por ti…». «¡Pues como si la ha dado por mi tía la del pueblo!». «Entonces ¿qué tengo que hacer para que te conviertas?». «¡Yo no lo sé, lo sabrás tú!». «Es Dios el que convierte, no te llama el Señor a conversión». «¡Ah! ¿No? ¿Es que la conversión no depende de mí?». «No, depende del Señor y de cuando el Señor quiera. ¡Hoy el Señor a ti no te llama a conversión, no te lo mereces!
La conversión es una gracia inmensa. ¿Y tú crees que te mereces que recibas una palabra que te transforme y salgas de aquí transformado en Cristo?». ¡Hombre, eso sería demasiado! ¡Si no nos merecemos nada! Para ello necesitaríamos ser humildes, humildes. Y no somos humildes ninguno, comenzando por mí; no somos humildes, Por eso muchos hermanos son preparados para ir al cielo con enfermedades, con sufrimientos, con el cáncer, con tragedias, pero con ello les hacen pequeños y les preparan al encuentro con el Señor. Porque el Señor nos está esperando en el cielo a todos.

O sea, vivir la vida con la cruz iluminada, eso sería cristiano. «¿Es que estamos aquí en una especie de escuela de cristianismo?». «Sí». «¡Ah! ¡Estamos en una escuela de cristianismo!». O sea, que yo tendría que enseñaros a todos a subir a la cruz y a estar contentos de participar con Cristo de su cruz.